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  • En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

    «Siempre había esperado que mi futura esposa amara a mis papás, y así fue cuando me comprometí con mi esposa. Pero desde el día de los preparativos de nuestra boda, las cosas se fueron a la deriva. Mis papás tuvieron desacuerdos con mis suegros, por lo que mi esposa comenzó a sentir rencor hacia mis padres... y las cosas fueron de mal en peor el día de la boda....

    »Las veces que peleo con mi esposa es por razón de mis padres. Me gustaría honrarlos y apoyarlos de alguna manera, pero mi esposa ha cerrado su corazón para ellos, al punto de que no deja que abracen a mis hijos ni se acerquen a ellos.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimado amigo:

    »... Muchas mujeres crecen idealizando su futura boda con el hombre de sus sueños. Pero con frecuencia los padres del novio (especialmente la mamá) tienen sus propios sueños para la vida del hijo. No nos sorprende que los desacuerdos en su familia hayan comenzado el día de los preparativos de la boda porque ese fue el momento en que los sueños de su novia chocaron de frente con los de la mamá (y tal vez también con los del padre) de usted. Seguramente discutieron sobre algunos detalles. Y, como era de esperarse, sus suegros defendieron a la hija.

    »Todos los desacuerdos de ahí en adelante han girado en torno a quién está tratando de proteger los intereses de quién. Los padres de usted quieren protegerlo de una esposa que ellos sin duda piensan que debiera tratarlo mejor. Pero cuando ellos tratan de protegerlo a usted, ofenden a su esposa. Entonces los padres de ella, viendo que ha sido ofendida, tratan de protegerla, y su esposa a su vez trata de proteger a sus hijos y a los padres de ella. Su esposa no necesita protegerlo a usted porque los padres suyos ya lo están protegiendo muy bien.

    »La Biblia deja en claro que, desde el principio de la creación, Dios previno que esto sucedería. Él puso el instinto materno consciente de que era necesario que las madres protegieran ferozmente a sus hijos. Pero luego le puso un límite de tiempo al decir: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y los dos llegarán a ser uno solo.”1

    »El dejar a padre y madre es una acción física, económica y emocional. Significa que el hombre forma una nueva familia junto con su esposa, y que su presencia y lealtad se traspasan de sus padres a su esposa. Él tiene la responsabilidad de honrar a sus padres, y al mismo tiempo dejarles en claro que, de ahí en adelante, su esposa debe tener la prioridad.

    »Suponemos que usted se encuentra atrapado entre sus padres y su esposa debido a que ha tratado de complacerlos a ambos. No ha “dejado” a sus padres emocionalmente tal como enseña la Biblia. Una vez que lo haga y que haya pasado suficiente tiempo para que su esposa se sienta apoyada emocionalmente por usted, juntos pueden decidir en cuanto al contacto que han de tener con sus padres.»

    Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 822.

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
    www.conciencia.net

    1 Gn 2:24 (NVI)
  • Cuentan que un hombre recibió de parte de su hermano un automóvil como regalo de Navidad. Cuando salió de su oficina esa Nochebuena, vio que un niño desamparado estaba caminando alrededor del brillante auto nuevo y que lo contemplaba con admiración.

    —¿Este es su auto, señor? —preguntó el niño.

    El hombre afirmó con la cabeza.

    —Mi hermano me lo dio como regalo de Navidad.

    El niño se quedó asombrado.

    —¿Quiere decir que su hermano se lo regaló y a usted no le costó nada? A mí sí que me gustaría... —titubeó el niño.

    El hombre se imaginó lo que iba a decir el niño: que le gustaría tener un hermano así. Pero lo que el muchacho realmente dijo estremeció al hombre de pies a cabeza:

    —Me gustaría poder ser un hermano así.

    El hombre miró al muchacho con asombro, y se le ocurrió preguntarle:

    —¿Te gustaría dar una vuelta en el auto?

    —¡Claro que sí! ¡Me encantaría!

    Después de un corto paseo, el niño se volvió y, con los ojos chispeantes, le dijo al hombre:

    —Señor, ¿sería mucho pedirle que pasáramos frente a mi casa?

    El hombre sonrió. Creía saber lo que el muchacho quería. Seguramente deseaba mostrarles a sus vecinos que podía llegar a su casa en un gran automóvil. Pero, de nuevo, el hombre estaba equivocado.

    —¿Se puede detener donde están esos dos escalones?

    El niño subió corriendo, y al rato el hombre oyó que regresaba, pero no tan rápido como había salido. Era que traía a su hermanito lisiado. Tan pronto como lo acomodó en el primer escalón, le señaló el automóvil.

    —¿Lo ves? Allí está, tal como te lo dije, allí arriba. Su hermano se lo dio como regalo de Navidad, y a él no le costó ni un centavo. Algún día yo te voy a regalar uno igualito... Entonces podrás ver tú mismo todas las cosas bonitas que hay en los escaparates de Navidad, de las que he estado tratando de contarte.

    El hombre se bajó del auto y subió al hermanito enfermo al asiento delantero. El hermano mayor, con los ojos radiantes, subió detrás de él, y los tres comenzaron a dar un paseo navideño inolvidable.1

    Esa Nochebuena, aquel hombre comprendió el verdadero significado de las palabras del apóstol Pablo, que a su vez recordaba las palabras de nuestro Señor Jesucristo: «Ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, mensaje que tiene poder para edificarlos y darles herencia entre todos los santificados. No he codiciado ni la plata ni el oro ni la ropa de nadie. Ustedes mismos saben bien que estas manos se han ocupado de mis propias necesidades y de las de mis compañeros. Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.”»2

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    1 Dan Clark, Soul Food [Alimento para el alma], Vol. 2 (CFI: Springfield, Utah, 2007), pp. 7-8 <https://books.google.com/books?id=tMgLvMhiPHkC&printsec=frontcover#v=onepage&q&f=false> Online 26 October 2015. 2 Hch 20:32-35
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  • La iglesia era muy antigua; su pastor, muy joven. Había sido una de las iglesias más bellas en su apariencia externa; ahora estaba en decadencia. Pero el pastor y su joven esposa creían que con pintura, con un martillo y con fe podrían restaurarla a su gloria pasada. Así que se pusieron a trabajar.

    Para colmo de males, una tormenta azotó aquella región, y la iglesia no escapó a su furia. Un enorme pedazo de revoque mojado se desprendió de la pared interior detrás del altar. El pastor y su esposa barrieron el piso, pero no pudieron ocultar la antiestética irregularidad en la pared.

    —¡Faltan sólo dos días para la Nochebuena! —exclamó la esposa del pastor.

    Esa tarde la desanimada pareja asistió a una subasta en beneficio de un grupo de jóvenes. El subastador abrió una caja y sacó de allí un hermoso mantel de encaje de oro y de marfil, que tenía cinco metros de largo. Pocos hicieron ofertas por el mantel debido a lo poco práctico y anticuado que era. Pero de pronto el pastor tuvo una idea. Ofreció sólo seis dólares con cincuenta centavos e hizo suyo el magnífico mantel.

    De vuelta a la iglesia, sujetó el mantel a la pared detrás del altar, logrando así tapar por completo el hueco antiestético.

    Al mediodía de la Nochebuena, mientras abría la iglesia notó a una mujer pasando frío en el paradero de autobuses, así que alzó la voz y le dijo:

    —El próximo autobús se demora otros cuarenta minutos, señora. ¿Por qué no entra a la iglesia un rato y aprovecha nuestro sistema de calefacción?

    La mujer aceptó su atenta invitación y le contó que había viajado desde la ciudad esa mañana a ver si conseguía el puesto de niñera de una familia rica del pueblo, pero no la habían aceptado.

    Cuando el pastor se levantó para arreglar el mantel en la pared, la mujer clavó los ojos en el fino encaje de oro y de marfil. Luego se acercó y lo frotó con los dedos.

    —¡Es mío! —exclamó—. ¡Este es mi mantel para banquetes!

    Y se lo comprobó al asombrado pastor mostrándole sus iniciales bordadas con monograma.

    —Mi esposo me lo mandó a hacer en Bruselas. ¡No hay otro igual!

    Dicho esto, la emocionada mujer le contó al pastor que ella era vienesa, que junto con su esposo se había opuesto a los nazis de Alemania y se les había aconsejado que abandonaran el país por separado. Fue así como su esposo la embarcó en un tren que iba para Suiza. Tan pronto como pudiera, él se reuniría con ella... pero jamás volvieron a verse. Posteriormente le informaron que él había muerto en un campo de concentración. El pastor procuró consolarla e insistió en que se llevara el mantel, pero ella rechazó la oferta y se fue.

    Esa noche, después de la reunión, el relojero del pueblo se le acercó y le dijo extrañado que ese mantel era idéntico a uno que él le había mandado a hacer a su esposa en Viena. Cuando el pastor le contó lo sucedido al mediodía, el hombre exclamó:

    —¡No lo puedo creer! ¡Mi esposa aún vive!

    Con la ayuda de la familia rica que había entrevistado a la mujer, lograron ponerse en contacto con ella y salieron de inmediato a su encuentro. Esa noche realmente fue buena, pues fue testigo de un reencuentro extraordinario, tal como lo fue la primera Nochebuena, que presenció el trascendental reencuentro entre Dios y la humanidad perdida.

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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  • Era la víspera de Navidad. «¿Cómo no pasar con alegría esa fiesta de la intimidad, esa fiesta del corazón, en unión de las personas queridas que iban a quedarse bien pronto abandonadas tal vez para no volverse a ver nunca?

    »Después de la Navidad estaban la guerra, las montañas, las privaciones, la derrota, tal vez la muerte.... Era preciso celebrar el último banquete de la familia con entusiasmo....

    »Clemencia dijo a [Enrique] Flores, a [Fernando] Valle y a sus compañeros:

    »—La Navidad se celebrará aquí en casa, haremos un gran baile, tendremos una agradable cena, nos alegraremos por última vez con los nuestros, y después, que vengan los franceses y nos degüellen....

    »La noche del 24... la casa de Clemencia... era un palacio de hadas. Se iluminaron el patio y los corredores, se pusieron por todas partes gigantescos ramilletes de flores y ramas de árboles cubiertas de heno y de escarcha. Se dio, en fin, a la casa el aspecto tradicional de las fiestas de Nochebuena....

    »En el salón se había colocado... el árbol de Navidad, precioso capricho [alemán] no introducido todavía en México, y que es el objeto de la ansiedad de la infancia, de la alegría de la juventud y de la meditación de la vejez en esos países del Norte donde aún se mantiene vivo con el calor del hogar el amor de la familia.

    »Había sido un capricho de Clemencia poner ese árbol, en cuyas frescas ramas había colocado algunas de sus más queridas alhajas, pañuelos, y pequeños juguetes que habían de repartirse entre sus afortunados amigos, con entero arreglo al estilo alemán: sólo que aquí en vez de niños eran valientes oficiales republicanos los que iban a obtener esos preciosos obsequios, como una muestra de eterno recuerdo.

    »A la medianoche debía hacerse este reparto, como es [de] costumbre....

    »... El reloj dio las doce de la noche, y todo el mundo vino a agruparse en derredor del árbol de Navidad.

    »Comenzóse la rifa. Cada uno sacó su número, y Clemencia fue distribuyendo la alhaja o el juguete que correspondía a aquel número.

    »Llegó su turno a Fernando. Sacó el número 13.... Clemencia bajó de una rama del árbol un lindo pañuelo de batista que tenía este número.

    »—Valle —dijo la joven alargando el pañuelo a Fernando—, Isabel y yo hemos bordado juntas este pañuelo... por esto debe serle a usted doblemente querido.

    »—Lo guardaré como una reliquia sagrada —respondió Fernando.

    »—Y cuando reciba usted alguna herida, empápelo usted en sangre generosa; esa será la mejor manera de honrarlo.

    »—Yo lo prometo —murmuró Fernando.1

    Esa «sangre generosa» que a la postre derramó Fernando Valle en la clásica novela romántica Clemencia, escrita por el autor mexicano Ignacio Manuel Altamirano, nos recuerda la sangre que a la postre derramó el Niño Dios. Porque así como Fernando murió voluntariamente en lugar de su amigo Enrique, también Jesucristo, Dios hecho hombre, murió en nuestro lugar. Aquel cuyo cumpleaños celebramos cada Navidad murió por cada uno de nosotros. Y no hay sangre alguna en este mundo más generosa que esa.2

    Carlos Rey
    Un Mensaje a la Conciencia
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    1 Ignacio Manuel Altamirano, Clemencia (Bogotá: Editorial Norma, 1990), pp. 119-22. 2 Jn 15:13
  • En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue:

    «Hace ya más de ocho años que viví una unión libre con una mujer... Me separé de ella y volví con mi esposa, pero fui tan miserable que dejé embarazada a esa otra mujer.... Y hace más de cuatro años la mujer murió de muerte repentina.... Ahora reconozco que, aparte de que soy un miserable, no merezco vivir. Hasta he contemplado el suicidio como una opción....

    »Hoy mi hija que es fruto de ese amor está viviendo con su abuela y, a pesar de que inicié unas acciones legales para tenerla a mi lado, decidí quizá renunciar a ella. Tengo demasiada vergüenza con sus familiares.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimado amigo:

    »[Comprendemos] que usted reconoce que no hay manera alguna de volver atrás y enmendar sus errores, y que debido a eso ha contemplado el suicidio. [Por eso le] parece más fácil morir que vivir consciente de lo que... ha hecho.

    »¿Ha oído hablar del apóstol llamado Judas Iscariote? Él era uno de los seguidores más cercanos de Jesucristo antes de traicionarlo. Cuando Judas reflexionó sobre lo que había hecho, se suicidó. No tuvo suficiente valor para volver a verse con los otros apóstoles, así que optó por la vía de escape más fácil.

    »Cuando Cristo murió en la cruz, Él pagó el castigo por todos los pecados, no apenas por los pecados más pequeños o más socialmente aceptables. Sin embargo, para que seamos perdonados tenemos no sólo que lamentar haber cometido esos pecados y pedirle perdón a Dios nuestro Padre, sino también demostrar ese arrepentimiento viviendo de una manera diferente en el futuro. Si esperamos que Dios perdone nuestro pasado, tenemos que estar dispuestos a aprender y seguir sus enseñanzas....

    »Su hija nunca podrá tener una relación con la mamá, y ahora usted quiere negarle que tenga una relación con usted también. Siendo una niña pequeña, tal vez parezca que no lo echa de menos a usted, pero a medida que crezca ella se preguntará cada vez más qué mal hizo para que perdiera a la mamá y también al papá.

    »En vez de tratar de obtener la custodia legal, le recomendamos que primero comience a aportar ayuda económica mensual a la abuela para contribuir a sufragar los gastos de la niña. Luego asegúrese de que el nombre suyo aparece en el certificado de nacimiento de ella. Si no aparece, entonces haga lo necesario para probar que usted es el padre biológico a fin de que se enmiende esa falta.

    »El siguiente paso es pedir que se le permita visitarla bajo supervisión.... Si la abuela no lo permite, entonces será necesario pedirle a un juez que le conceda tales visitas. De cualquier manera, le recomendamos que consulte a un abogado a fin de que lo ayude.»

    Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 702.

    Carlos Rey
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  • Un profesor de psicología les dio a sus estudiantes un examen de asociación de palabras. Les dijo que escribieran lo primero que les viniera a la mente tan pronto como él dijera cada palabra. Por ejemplo, si decía «conversación», podían escribir «teléfono» o «diálogo». Una de las palabras de ese día causó diversas reacciones y asociaciones sumamente interesantes. La palabra era «Navidad».

    Estas fueron algunas de las palabras que asociaron con la Navidad: cohetes, fiesta, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces. Entre todas las asociaciones no hubo ninguna referencia a Jesucristo, ni siquiera a su nacimiento.

    La verdad es que muy poco de lo que hacemos hoy día se asocia con lo espiritual. Muy pocas de nuestras actividades tienen alguna relación con lo divino. Muy pocos de nuestros pensamientos abordan lo religioso. Hablamos con vehemencia en contra del materialismo. Nos sorprendemos cuando alguien afirma que es ateo. Nos enojamos cuando alguna persona ridiculiza las cosas religiosas. Y sin embargo guardamos muy poca relación con lo espiritual. Claro que de cuando en cuando vamos a la iglesia, quizás una vez al mes o hasta una vez a la semana. Pero muchas veces lo hacemos para salir de una exigencia social. Desde luego que buscamos a Dios en los momentos de tragedia, pero esto también viene a ser un acto de último recurso, cuando no nos queda otra esperanza en la vida. Mientras tenemos buena salud y disfrutamos de popularidad, mientras nuestros amigos nos acogen y todo nos va bien, no buscamos seriamente a Dios. Así que aquellas asociaciones con la palabra «Navidad» revelan algo que se expresa en todas las facetas de nuestra vida.

    Si aquel profesor les hubiera dicho la palabra que pusimos como ejemplo, «conversación», habría escogido una de las palabras que más debiéramos asociar con la Navidad. Porque a los ojos de Dios, lejos de representar cohetes, fiestas, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces, la Navidad fue el principio de un nuevo diálogo que entabló Él con nosotros. Esa primera Nochebuena, Dios el Padre, mediante el nacimiento de su Hijo Jesucristo, reparó la línea de comunicación con nosotros que se había cortado a fin de que pudiéramos restablecer con Él la comunión que habíamos perdido. De modo que ahora todos podemos tener comunión íntima y constante con Dios. Él está esperando que respondamos a la llamada celestial que nos hizo por medio de su Hijo. Pues es mediante esa conversación que restablecemos la conexión y mostramos que comprendemos el verdadero sentido de la Navidad.

    Carlos Rey
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  • En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos:

    «Tuve una relación abierta con un hombre divorciado.... Estuve saliendo con él durante dos años, pero debido a que la relación no se formalizó, decidí terminarla. El hombre siguió con otras mujeres... [y luego] volvió a buscarme; pero ante mi negativa, decidió tomarme contra mi voluntad... [e] intentó matarme....

    »Desde entonces, tengo miedo de salir de casa.... Como la situación ha afectado mi salud, he tratado de irme de la ciudad donde vivo, pero por la situación económica no he podido.... Interpuse una denuncia, de la que salió absuelto por falta de evidencias.... Me volvió a escribir hace poco y quiere verme, y eso me da mucho miedo.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimada amiga:

    »¡Cuánto sentimos lo que ha estado sufriendo y el continuo trauma que afronta! ... Con razón que se siente ansiosa y con miedo.

    »Mudarse a otra ciudad, tal como ha tratado de hacer, hubiera sido una buena solución. Y tratar de obtener una orden de restricción fue también una medida prudente de su parte.

    »Afortunadamente hoy en día hay dispositivos económicos a la venta que pueden ayudarle a mitigar el miedo que tiene. Uno de ellos es una alarma de seguridad personal que usted puede llevar en la mano cuando esté fuera de casa. Si cree que está en peligro, simplemente hale la clavija y la alarma sonará fuerte y estridente, llamando la atención de todos los que estén alrededor. La mayoría de los perpetradores huirán cuando vean que hay otras personas mirando. El otro dispositivo es una cámara inalámbrica que puede configurarse con su teléfono móvil y colocarse dentro de una ventana de su casa que dé al exterior. El sensor de movimiento puede notificar a su teléfono cuando hay movimiento afuera.

    »Dios quiere que seamos sabios y nos protejamos de la mejor manera posible, pero también podemos aprender de personas en la Biblia que afrontaron peligro y tuvieron miedo. Uno de los mejores ejemplos es David, antes de que llegara a ser rey de Israel. Huyó del rey Saúl y tuvo temor por su vida.1 Mientras se encontraba huyendo, David compuso algunas de las oraciones que podemos ahora encontrar en el libro de los Salmos en la Biblia. En uno de esos salmos, David ruega desesperadamente a Dios, describiendo su situación y su temor. Pero termina diciendo: “Tú eres el Dios que me protege; tú eres el Dios que me ama. Por eso te cantaré himnos, porque eres mi fortaleza, porque has sido mi refugio en momentos de angustia.”2

    »De modo que después de protegerse lo mejor posible, lea los Salmos en voz alta y cante alabanzas a Dios tal como hizo David. Permita que Dios la consuele a medida que se comunica con Él y aprende a confiar en Él. ¡Dios la ama muchísimo!»

    Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 821.

    Carlos Rey
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    1 1S 23 2 Sal 59:16b-17