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En el capítulo 6 de Mateo Jesús está mostrando como debe ser la vida piadosa de sus discípulos, que tiene que ir mucho más allá que la justicia de los fariseos y escribas. En estos versículos les muestra que tienen que escapar del enemigo más sutil y destructivo de la vida piadosa: la hipocresía.
El primer lugar en donde podemos detectarla es en la manera en la que damos a otros. En el pasaje que estamos estudiando ahora estamos viendo que la hipocresía también se ve en nuestra relación con Dios cuando oramos. Cuando terminemos con esta sección veremos como la hipocresía se evidencia también en la manera en la que nos disciplinamos personalmente para la piedad.
En los versículos 5 y 6 Jesús advierte en cuento a la oración que busca ostentar una espiritualidad fingida para impresionar a los hombres que escuchan en vez de orar directamente a Dios para recibir la aprobación suya y la gracia que tanto necesita. En los versículos 7 y 8, veremos como Jesús nos advierte de la oración repetitiva y hueca que ve a Dios como alguien a quien convencer en vez de como un Padre amoroso esperando que pidamos para llenarnos de sus más ricas bendiciones.
En el pasaje que tenemos delante nuestro vamos a estudiar uno de los textos más amados de todas las Escrituras (y ciertamente uno de los más recordados del sermón del Monte). En este estudio vamos a adentrarnos a la oración más famosa de las Escrituras. Oro para que el Señor nos enseñe a través de este estudio a orar tal como Él desea que lo hagamos.
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La vida de oración del creyente es uno de los aspectos más significativos que señala quien él es espiritualmente. No hay nada que habla más claramente de donde estamos espiritualmente que nuestra vida de oración. Todos los grandes hombres y mujeres de fe a quienes Dios usó grandemente fueron hombres y mujeres de oración.
La enseñanza del Señor expondrá la hipocresía en el incrédulo que demuestra que su religiosidad no es más que una cáscara engañosa y que sigue aún perdido en sus delitos y pecado. Pero también expondrá la hipocresía en el creyente, quien no debe actuar como los religiosos a su alrededor sino buscar una vida piadosa auténtica que esté enfocada en agradar solo a Dios.
Muchos han notado que este pasaje está en el centro del sermón del Señor, y por esto algunos han sugerido que representa el corazón del sermón ya que toda lo que el Señor enseñó ese día apunta a la dependencia confiada del pueblo de Dios en su rey.
La vida de oración que caracteriza al creyente es aquella que surge de una dependencia completa en Dios y no de una búsqueda de aprobación de parte de los hombres. En este pasaje el Señor señalará a sus discípulos como orar para ser oídos por Dios y para ser vistos por los hombres. Por las próximas cuatro semanas vamos a sumergirnos en un estudio apasionante en el que el Señor nos enseñará a como orar. No hay nadie más calificado en la historia del mundo que Jesús para enseñarnos sobre este tema. Todos necesitamos crecer en nuestra vida de oración. Oro a Dios para que lo que aprendamos estas semanas cambie nuestras vidas en relación con la oración para siempre.
El primer tema que trata el Señor es el más importante en todo lo que implica orar en una forma que sea aceptado por Dios. El primer tema es el de la importancia de las motivaciones correctas al orar. Este es el tema principal que se estableció en el versículo 1 y que se está desarrollando en esta sección. Jesús advirtió ahí en cuanto al peligro de la hipocresía en la búsqueda de la vida piadosa. Esto ciertamente es un peligro en la manera en la que desarrollamos nuestra vida de oración.
¡Qué gran privilegio tenemos de poder entrar al lugar santísimo y tener comunión ininterrumpida con nuestro Dios! No hay nada más sublime en la experiencia del ser humano que la de poder entrar a esta relación íntima con Dios y entrar hasta su presencia, llamarle Padre y ser oído por él con disposición a responder y hacer aquello que pedimos. No nos sorprende que comentaristas hayan dicho de la oración que no hay ningún momento en el que el creyente esté en un estado más elevado y sublime que cuando está de rodillas en la presencia de Dios.
¿No es profundamente triste el ver que nuestro corazón es tan malo que aún en medio de un privilegio tan sublime podemos tomar aquello que recibimos por la gracia del Señor y usarlo como una oportunidad para la exaltación propia? ¿Cómo puede ser que en ese mismo momento en el que nos acercamos al Dios del universo, nuestra mente esté más preocupada por lo que otras personas piensan de nosotros y dejemos de lado nuestro deseo por la gloria de Dios para enfocarnos en la nuestra? Así de horrible es nuestro corazón, y así de engañoso es el pecado contra el cual somos advertidos por el Señor.
Aún cuando nos podríamos convencer de que estamos adorando a Dios, podemos estar adorándonos a nosotros mimos. Aún en esta área que representa la actividad más noble que podemos hacer tenemos una batalla que pelear. Es en esa situación que podemos entender mejor que nunca el pecado, porque es en la presencia de Dios que podemos ver lo corrupto de nuestro corazón.
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Antes de parar nuestra serie en Mateo, llegamos con nuestro estudio a una de las porciones bíblicas más conocidas en toda la Biblia. En Mateo 5 comienza lo que conocemos como el Sermón del Monte. El Señor, sentado en un valle de un monte cerca del mar de Galilea dio la serie de mensajes más importantes de toda la historia del mundo. Allí, él describiría la naturaleza de su reino a un pueblo que tenia una visión muy distorsionada del mesías y su reino. El reino que Cristo traería era uno que estaría marcada por una justicia que surge de un corazón transformado y que afecta todas las áreas de la vida.
En la última sección que estuvimos estudiando vimos ejemplos de la clase de justicia que caracteriza a los seguidores de Cristo. Esta es una justicia mucho mayor que la de los escribas y fariseos. La justicia de los escribas y fariseos era solo aparente, pero la justicia de la que Cristo hablaba era una justicia que surgía de un cambio de corazón que transformaba después la conducta completa del hijo de Dios.
En el capítulo 6:1-18 tenemos una continuación de este tema. En el capítulo anterior el Señor contrasta 6 áreas en las que se distingue la justicia de los fariseos con la justicia que se manifestaría en su reino. En los próximos capítulos vamos a ver a Jesús señalando la manera en la que la piedad práctica se distinguía en su reino de la de los escribas y fariseos. Ya sea en nuestra relación con otros, nuestra relación con Dios y nuestra vida piadosa personal, todo debe reflejar la justicia del reino de Cristo y no la hipocresía de la religión vacía de los escribas y fariseos. En esta sección él va a usar como ejemplo la limosna, la oración y el ayuno para escarbar en nuestro corazón y exponer cualquier indicio de hipocresía para librarnos de este flagelo mortal para la vida espiritual.
En este pasaje se usarán tres elementos centrales en el entendimiento de la piedad en el judaísmo y se señalará la manera en la que la motivación con la que buscamos estas actividades validan o desacreditan la actividad en sí. En otras palabras, Jesús está mostrando que no es suficiente buscar vivir de acuerdo con Su justicia, sino que debe hacerse también con la motivación correcta. El creyente lo hace con el deseo de agradar a Dios y no de tener los aplausos de los hombres.
En el primer caso se habla del dar del creyente, y se señala que cuando un creyente da lo debe hacer completamente en privado con la intención de agradar solamente al Padre celestial porque buscar los aplausos de los hombres solo dará una recompensa temporal y terrenal, pero hacerlo para el Señor dará una recompensa eterna en los cielos.
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Esta es la última de las enseñanzas de Jesús que contrastan las falsas enseñanzas de los fariseos. Los discípulos del Señor tenían que vivir de acuerdo con un estándar mucho más alto que el que los fariseos vivían. Jesús dio seis ilustraciones para demostrar a qué se refería con las palabras “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (5:20). Los fariseos eran tenidos como referentes de piedad, pero su justicia era superficial y engañosa. En contraste con lo que los fariseos eran y hacían, los discípulos del Señor debían mostrar un amor radicalmente distinto que va mucho más allá de lo que un religioso puede tener.
Los fariseos habían encontrado la forma de justificar el ser selectivos en cuanto al amor a su prójimo. Ellos habían restringido el significado definiéndolo como una persona que merece ser tratada amorosamente. Aún, habían encontrado textos bíblicos para afirmar esto y hacerlo parecer como si tuviesen una responsabilidad espiritual de odiar a sus enemigos. Es verdad que Dios había hecho una distinción entre su nación y los demás pueblos, y es verdad que fueron enviados a exterminar a los cananeos. Sin embargo, el propósito de Dios era que ese pueblo elegido fuera su instrumento para bendecir a las naciones. Los fariseos habían limitado la extensión del mandamiento de Dios a tal punto que los Romanos decían que los judíos odiaban a toda la raza humana.
En este pasaje, tenemos una de las secciones más asombrosas en las enseñanzas de Cristo (y de todas las Escrituras). Aquí vemos en una forma sumamente clara este contraste que separa al hijo de Dios del resto de la humanidad. Este pasaje está relacionado con el amor al que el hijo de Dios ha sido llamado. En la ilustración anterior se inició este tema al enseñarnos Jesús que el amor del hijo de Dios le lleva a no buscar tomar revancha. En el pasaje que tenemos delante nuestro aquí veremos no solo que el hijo de Dios no toma revancha, sino que es capaz de amar en cualquier circunstancia a cualquier persona y así reflejar el amor con el cual Dios ama a toda la humanidad. El creyente no se pregunta quien es digno de su amor.
El mundo habla del amor, pero no conoce el amor tal como Dios lo define. Si el amor es selectivo o limitado, no es amor real. El amor de Dios rompe todos los límites y se expresa en las maneras más inexplicables para el mundo.
Amar a nuestros enemigos no es natural. Es tan fuera de lo normal que la única forma en la que podemos hacerlo es si nuestro corazón es transformado para que podamos responder de manera sobrenatural. Nosotros no podemos amar por nosotros mismos de esta manera, pero Dios puede haceros amar así. Estos pasajes no nos enseñan como es que una persona puede llegar al cielo sino más bien como vive una persona en quien el cielo ha sido implantado en su corazón.
¿Qué es amar? No se trata de sentimientos; es una decisión. En ocasiones esta decisión tiene que ver con hacer lo opuesto a lo que queremos hacer. Amar es ir más allá que nuestros deseos para entregarnos por el bien de otros.
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Llegamos en este pasaje a la última ilustración del Señor para señalar el contraste entre la justicia superficial y aparente de los líderes religiosos de su época con la justicia interna y real que debía caracterizar a sus seguidores. Jesús es duro al señalar que muchos de los que se consideraban
buenos religiosos de hecho terminarían en la condenación eterna por no tener justicia verdadera y por guardar solo una expresión hipócrita de obediencia a la ley mientras ocultaban su pecado bajo las sombras de la religiosidad humana. Los seguidores de Cristo se evidencian por una justicia que es
imposible de lograr para el mundo. No tiene que ver con el esfuerzo humano, sino que es el resultado de la gracia divina que transforma el alma del hombre en la regeneración para que éste refleje la naturaleza divina en su andar diario. Esta es una justicia interna que se expresa en una obediencia externa.
En cada una de estar ilustraciones vemos lo imposible que es vivir de acuerdo con los estándares de Cristo. Esto es sumamente desalentador porque hace que todo esfuerzo humano no tenga ningún valor. Uno no puede leer estas demandas y decir: “tengo que esforzarme más para agrada a Dios”.
En vez de esto, estas enseñanzas nos llevan al lugar en el que podemos obtener la gracia que opere esto en nuestras vidas. El creyente no es una persona que se esfuerza moralmente más que los demás. El creyente es un hombre pecador que entiende que no hay nada bueno en él pero que se ha abrazado a Cristo para que su gracia le libre de la esclavitud del pecado y le permita vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Una vez que el creyente ha sido transformado, esta gracia le lleva a vivir de una manera radicalmente distinta al mundo. El evangelio choca con la lógica de este mundo. Es locura para el mundo, pero sabiduría para los hijos de Dios.
En este pasaje, tenemos una de las secciones más asombrosas en las enseñanzas de Cristo (y de todas las Escrituras). Aquí vemos en una forma sumamente clara este contraste que separa al hijo de Dios del resto de la humanidad. Este pasaje está relacionado con el amor al que el hijo de Dios ha sido llamado. En la ilustración anterior se inició este tema al enseñarnos Jesús que el amor del hijo de Dios le lleva a no buscar tomar revancha. En el pasaje que tenemos delante nuestro aquí veremos que no solo que el hijo de Dios no toma revancha, sino que es capaz de amar en cualquier circunstancia a cualquier persona y así reflejar el amor con el cual Dios ama a toda la humanidad.
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Los últimos dos ejemplos del Señor de como se ve la justicia que caracteriza a los que participan de su reino están relacionadas por el hecho de que tienen que ver con la respuesta de los creyentes a los que los tratan mal.
Una vez más el Señor mostrará un contraste entre la enseñanza superficial de los líderes religiosos de Israel que solo se enfocaban en lo externo y la ética de su reino de Cristo que demanda un corazón transformado que se manifiesta en acciones de justicia práctica.
Sus discípulos, no solo están preocupados por la justicia, sino que han abandonado sus propios intereses para entregarse por completo por la causa del Señor y el bien de sus hermanos. Por esto, no buscan la revancha personal, sino que sufren el agravio para mostrar el amor de Dios y llevar su salvación a un mundo en oscuridad.
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Estamos estudiando el sermón más asombroso jamás predicado. La situación y el contenido de esta predicación hace de este mensaje el más importante de toda la historia. El Señor estaba en el principio de su ministerio haciendo señales y predicando el evangelio del reino, cuando subió a un monte y allí le enseñó a sus discípulos y a las multitudes que se habían congregado en cuanto a las características de su reino. Su reino estaba marcado por una justicia que superaban grandemente a la de los escribas y fariseos. Ellos solo se preocupaban en las apariencias, pero Jesús en la realidad del corazón y como éste se expone en las acciones prácticas. El sermón tenia como propósito confrontar la falsa religiosidad de los que se mostraban piadosos, pero eran solo hipócritas que necesitaban la gracia del nuevo nacimiento para poder entrar en el reino, y también tenía como fin guiar a los que ya estaban disfrutando de la realidad del reino para que sepan como esperaba el Señor que vivan en él.
En el punto del sermón en el que estamos, Jesús está dando seis ilustraciones para demostrar en qué forma la justicia de sus discípulos debía ser más grande que la de los fariseos. Hasta ahora tres: el asesinato contrastado con el enojo, el adulterio contrastado con las miradas lujuriosas, el divorcio contratado con la fidelidad. Hoy veremos la mentira contrastada con la honestidad.
Vivimos en un mundo de oscuridad y decadencia moral muy profunda. Esto se puede observar en muchas maneras, pero sin duda una es la forma en la que se acepta la mentira en todos los niveles de la sociedad. La mayoría de las personas en nuestro mundo miente en forma cotidiana. Lo más triste es que no parece estar afectando las conciencias.
"Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres. Habla mentira cada uno con su prójimo; hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón. Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente;" Salmo 12:1-3
Estoy seguro de que si te pregunto si decir la verdad es una virtud importante para una persona, me dirías que sí. Sin embargo, vivimos en un mundo en el que se fomenta la mentira en todas las áreas. Todos sabemos que debemos guardar nuestras promesas y cumplir nuestra palabra, pero en la práctica aceptamos que no es posible evitar la mentira completamente y la aceptamos como parte de nuestra realidad. No obstante, el Señor nos confrontará con la realidad de que cualquier forma en la que no guardemos nuestra palabra va a ser tomada como un pecado. El Señor, en este pasaje señala que todos los que son parte de su reino viven de una manera tan consistente en relación con lo que dicen, que no necesitan afirmarlo con promesas vanas constantemente.
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La semana pasada vimos como el AT trata el tema del divorcio. Vimos las interpretaciones erradas de los maestros en tiempos de Jesús y el sentido real de los textos que hacen referencia al divorcio. En resumen, reconocemos que el AT no avala el divorcio sino que es claro en señalar que Dios los aborrece. La ley de Moisés que regula el divorcio en vez de prohibirlo lo hace a causa de la dureza del corazón del hombre para exponer la rebeldía y el egoísmo de aquel que despide a su compañera.
Vimos la semana pasada que el que entregaba la carta de divorcio dejaba al descubierto su corazón rebelde y carente de amor. Era la dureza de su corazón que le hacía pensar que la otra persona ya no le servía, o no le atraía, o le incomodaba o cargaba. Todo esto era diametralmente opuesto al amor. Esto solo exponía “la dureza de sus corazones” (tal como Jesús lo dijo).
Todo matrimonio está expuesto al poder devastador del pecado. Ningún matrimonio es inmune al pecado destructivo del divorcio. Para este punto, vemos un patrón en las enseñanzas del Señor. Él apunta al corazón y no a las apariencias como los escribas y fariseos. Él ya enseñó en este sermón que si queremos evitar el asesinato tenemos que tratar con el enojo en el corazón, si queremos evitar el adulterio tenemos que tratar con la codicia del corazón, y ahora enseña que si queremos evitar el divorcio tenemos que tratar la dureza del corazón ya que esta es la causa de fondo que destruye la relación matrimonial.
Si bien había varios grupos que diferían en cuanto a cuáles serían las razones válidas por las que podrían divorciarse de sus esposas, Jesús no toma ninguna posición en cuanto a ese debate, sino que los agrupa a todos en un solo paquete al señalar que lo que tenían en común aquellos maestros desde tiempos antiguos es que afirmaban que la ley ordenaba el divorcio prescribiendo la necesidad de dar un certificado a la mujer al despedirla. Sin embargo, el sentido de la ley iba mucho más allá aún. Jesús va a tomar una posición radical basada en el diseño original de Dios para el matrimonio.
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Estamos estudiando juntos el sermón del monte. Para este punto, Jesús ya señaló que su reino estaba marcado por un cambio de corazón que hacía posible que los que participan de él puedan vivir de acuerdo con una justicia que iba mucho más allá que la justicia de los escribas y fariseos. Jesús está señalando ejemplos prácticos en los que esa justicia superior se manifiesta en sus seguidores. En primer lugar, vimos como los discípulos del Señor trabajarían por mantener relaciones de amor con todos, luego vimos como los discípulos del Señor vivirían luchando con el pecado aún en el secreto de sus corazones haciendo lo que sea necesario para evitar caer. Hoy vamos a ver que los discípulos del Señor honrarán la unión sagrada del matrimonio para que Dios cumpla a través de esta valiosa institución sus propósitos redentivos en este mundo para su propia gloria.
Hoy estamos entrando a un tema que ha creado mucha tensión y un sinfín de interpretaciones diversas. Sin embargo, estas tensiones no surgen de la falta de claridad de los textos que lo tratan sino de la forma en la que el pecado nubla la mente y confunde aún las expresiones más claras. No podemos definir estar doctrinas en base a nuestras preferencias u opiniones sino solamente a la luz de las claras enseñanzas bíblicas que pueden guiarnos a la verdad por medio de la cual podemos vivir vidas que lleven gloria a Dios y satisfagan completamente nuestro ser.
Básicamente hay solo cuatro posiciones con relación al divorcio y al re casamiento:
- Aquellos que permiten el divorcio y el re casamiento por cualquier razón, en cualquier momento y con cualquier persona.
- Aquellos que creen que tanto el divorcio como el re casamiento pueden ser posibles pero solo en ciertas circunstancias.
- Aquellos que creen que puede haber divorcio por ciertas circunstancias, pero no puede haber re casamiento en ninguna circunstancia.
- Aquellos que creen que no tiene que haber divorcio y re casamiento en ningún momento, bajo ninguna circunstancia.
Lo que vamos a estudiar hoy no es solamente algo técnico o teórico. Este es un tema que afecta de forma personal a muchos de lo que estamos aquí. Imagino que la gran mayoría de ustedes han sido afectados por el divorcio de alguna manera. Ya sea porque lo has vivido en tu propio matrimonio, en el matrimonio de tus padres, hermanos o hijos.
El pecado del divorcio y el re casamiento probablemente ha sido el responsable por más dolor y destrucción que cualquier otro pecado. El daño que hace en los que componen el matrimonio y en los hijos es imposible de medir, pero afecta generaciones por venir despertando mucho más pecado aún en el corazón de todos los que estuvieron cerca: resentimiento, odio, amargura, desesperación, conflicto, etc.
daño que hace en los que componen el matrimonio y en los hijos es imposible de medir, pero afecta generaciones por venir despertando mucho más pecado aún en el corazón de todos los que estuvieron cerca: resentimiento, odio, amargura, desesperación, conflicto, etc.
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En el pasaje que estudiaremos hoy, veremos como los ciudadanos del reino de Cristo luchan contra el pecado. Hay muchas maneras en que la iglesia en nuestros días está confundida acerca de cómo debe hacerlo, pero Jesús estableció sus estándares al pintar una imagen de cómo se ve un verdadero discípulo en su reino. Así como en el tiempo de Jesús dominaba el escenario un falso concepto en cuanto a la santidad, en nuestros días también debemos ir en contra de la corriente para proclamar y vivir según el estándar de Jesús cuando se trata de la santificación.
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La semana pasada estudiamos una sección muy importante en el Sermón del Monte en donde Jesús enseña en cuanto a la relación de la ley de su reino con la ley de Moisés. Claramente él señaló que su intención no era anular la ley sino llevarla a su culminación, y señaló que la justicia que caracterizaría a los ciudadanos de su reino sería superior a la de los fariseos y escribas. Esto era sumamente revolucionario para la gente de aquel tiempo ya que estos hombres eran tenidos como los exponentes máximos de la justicia. Pero, si la justicia de alguien tenía que ser mayor que la de ellos para entrar en el reino ¿quién podría participar de él? El pasaje que tenemos aquí provee una medida clara de aquello a lo que se refería el Señor cuando dijo que la justicia tenía que ser mayor y también cuando dijo que él completaría la ley.
Hoy estudiaremos la primera de seis partes en la que Jesús usa la antítesis para ilustrar la relación entre la justicia de los fariseos y la de los participantes de Su reino (asesinato, adulterio, divorcio, juramentos, revancha y amor por el prójimo). Esta sección es muy importante ya que en ningún otro pasaje en las Escrituras se ilustra de una manera tan clara la manera en la que la justicia que Cristo demanda es superior a la que los religiosos de su época tenían. En resumen, veremos que la justicia de los religiosos era externa y superficial, mientras que la que Jesús demandaba era interna y profunda.
Jesús va a usar en estas seis ilustraciones las expresiones: “oíste que fue dicho” “mas yo os digo”. Con estas palabras, Jesús no estaba contradiciendo la ley sino mostrando que había un significado mucho más profundo en la ley que aquel que los intérpretes de la nación de Israel habían podido reconocer. Con estas palabras Jesús se presente como el Gran Intérprete de la ley que con autoridad establecía el sentido más profundo de ella. Jesús no estaba en contra de la ley sino que sus interpretaciones llevaban a la ley hasta su mayor grado de cumplimiento revelando la intención más completa de ella. Él proveyó el entendimiento mesiánico del texto con autoridad suprema.
La clave para entender hasta que distancia el Señor extiende el contenido de la ley debemos reconocer que cada uno de los ejemplos demuestra como el Señor se enfoca en la actitud interna que está detrás de cada acción externa. De esta manera se demuestra la superficialidad de la justicia de los fariseos. La primera de estas ilustraciones señala que detrás del asesinato está el enojo. Pero Jesús no solo señalará que la justicia que caracteriza a los que participan de su reino tiene que ver con lidiar no solo con los no asesinar (lo externo) sino también con no enojarse (lo interno), sino que provee los pasos claros por medio de los cuales podemos luchar contra el enojo: la reconciliación.
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El Sermón del Monte es una descripción del Señor de lo que significa ser un creyente en este mundo en oscuridad. En la sección anterior cerramos la introducción del sermón del Señor. En ella, vimos primero el carácter de todos aquellos que disfrutan de la bendición de participar del reino y luego nuestra identidad como sal y luz.
En el pasaje que tenemos delante nuestro hoy tenemos el inicio del cuerpo del sermón, el cual se extenderá hasta el 7:12. Esta sección comienza y termina con la misma expresión proveyendo una especie de paréntesis dentro del cual se encuentra el contenido central de la enseñanza (“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” 5:17; “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.” 7:12)
Hasta ahora, el Señor no había hablado de las regulaciones que tendrían lugar en su reino, pero ahora empezaría a hablar de este aspecto de su reino. Por lo tanto, comienza anticipando la forma en la que podría ser mal entendido y lo señala anticipadamente.
Jesús habla de la ley en medio mucha confusión y malentendidos en cuanto a la ley en la nación de Israel. Los escribas y fariseos se habían adjudicado la función de ser los grandes defensores y promotores de la ley. Sin embargo, habían fracasado rotundamente ya que, en su intento por preservarla, la habían distorsionado por completo.
Entender el rol específico que tiene la ley y las Escrituras no es algo menor para el creyente. Es clave para todos los aspectos de nuestra vida. Si no entendemos el lugar que la Palabra de Dios y Su ley tiene en nuestras vidas, vamos a estar expuestos a toda clase de problemas y errores. Es por eso que Jesús no está tratando aquí algún tema teológico irrelevante, sino que toma un tema crítico para su tiempo y para el nuestro.
Lo enemigos de Cristo estaban diciendo de él que las enseñanzas del Señor no traían ningún sentido de responsabilidad y sujeción a la ley de tal manera que obligara a sus discípulos a vivir de acuerdo con ella. En nuestro día, cualquier persona que habla de obedecer a Dios es tratado como un legalista que no cree en la gracia de Dios. Nuestra generación resiste la autoridad de Dios. Cristo va a corregir estas perspectivas equivocadas en cuanto al rol de la ley en la vida del creyente.
Jesús no era un revolucionario anti-Moisés como se le acusaba. Él les dice que no tenían que dar lugar a las acusaciones de los fariseos. Ellos se presentaban como los defensores de la Ley, pero debían ser corregidos por el Señor. En los próximos versículos él va a decir “oíste que fue dicho… pero yo os digo”. Sin embargo, esto no debía ser tomado como que Jesús estaba yendo en contra de la ley.
¿Cuál es entonces el lugar que la ley tiene? Jesús no está contra el Antiguo Testamento ni contra la obediencia a la ley de Dios. La ley sigue demostrando la moral eterna de Dios y continúa señalando el estándar de lo que Dios espera de su pueblo. La Ley no puede salvar al hombre, pero ella demuestra lo que el evangelio puede producir en la vida de aquellos que son transformados en la imagen de Dios. Cuando el evangelio nos salva, amamos la ley y andamos de acuerdo con la ley. Lo que Jesús haría no es bajar el estándar del legalismo de los fariseos para que sus seguidores puedan vivir sin las demandas excesivas de la ley sino más bien va a subir el estándar para que sus seguidores puedan vivir de acuerdo a la moral que Dios demanda en Su ley.
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El deber está relacionado con poder hacer una diferencia de este mundo, la identidad del creyente es lo que se expone en el andar diario en un discípulo del Rey, no puede esconderse la realidad de la salvación porque como en los estudios anteriores mencionamos es expuesto en su carácter.
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Llegamos hoy a la última bienaventuranza. Si bien algunos la dividen, el hecho de que se repita el mismo concepto y la promesa única de que “de ellos es el reino de los cielos” señala esta como la última. Se comienza con el reino de los cielos y se termina con esto mismo. El Señor está demostrando que lo verdaderamente importante es ser parte del reino de los cielos. Todas las demás bendiciones descritas en las bienaventuranzas son en realidad parte de esa gran bendición.
Al recorrer las bienaventuranzas vemos el carácter interno y las manifestaciones externas del carácter del hijo de Dios que disfruta de ser parte del reino. Al estudiarlas no tenemos que pensar que esta lista nos dice que nos tenemos que esforzar por lograr todo esto ya que lo que tenemos más bien es una descripción de lo que el hijo de Dios es, y esto no es otra cosa que la obra de la gracia de Dios por medio del Espíritu Santo en un corazón. Por gracia Dios nos hace esta clase de personas que son bendecidas por él.
Hasta ahora vimos que son super felices los pobres, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de limpio corazón y los pacificadores. Cada una de las bienaventuranzas está conectada a la anterior. Cuando llegamos a este punto, parecería irreconciliable la relación entre ser un pacificador y ser perseguido. ¿Cómo se puede hacer la paz y causar revueltas y conflictos constantemente? La semana pasada vimos que “paz” para Dios no es que todo esté tranquilo sino que se produzca la reconciliación con Dios y a partir de allí la reconciliación con todos los hombres. Llevar este mensaje de reconciliación va a causar toda clase de rechazos y ataques de parte del mundo que ama su pecado. Es por eso que todos los que son parte del reino experimentan la persecución y la hostilidad del mundo.
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Las primeras cuatro bienaventuranzas hacen referencia a la condición inicial de los que llegan a disfrutar de las bendiciones del reino cuando Dios hace una obra en sus corazones (no son autosuficientes sino dependientes en la gracia de Dios, no están satisfechos consigo mismos sino quebrantados por sus pecados, no viven de acuerdo con sus propios deseos sino en mansedumbre sumisos a su amo celestial y no buscan establecer su propia justicia hipócrita sino que buscan la verdadera justicia que solo viene de Dios). Las tres que siguen señalan el resultado práctico que las primeras producen en los creyentes (son misericordiosos habiendo ellos mismos recibido misericordia, aman la santidad por haber sido limpiados sus corazones de pecado y buscan la paz de todos los que les rodean habiendo ellos mismos encontrado la paz con Dios y con los demás). Hoy veremos la última de las bienaventuranzas que señalan el carácter del creyente: bienaventurados los pacificadores. Después de esta, quedará una más. La última se enfoca en la manera en la que el hijo de Dios que busca traer la paz verdadera va a ser recibido por el mundo.
Esta es la primera de las bienaventuranzas que señala una acción de parte de los que participan del gozo de Rey y no solo una actitud y disposición. Todas las anteriores señalaron aspectos del carácter de aquel que será super dichoso participando del reino de Cristo, pero esta señala una acción relacionada con un aspecto del carácter.
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La búsqueda de la felicidad es lo que dirige toda actividad de este mundo. Sin embargo, Jesús habló de la felicidad en términos que nunca nadie habló en toda la historia. La verdadera felicidad no se encuentra cuando la buscamos sino cuando llegan a haber ciertas características internas en el corazón que marcan una íntima relación con Dios y que permite que disfrutemos de su bien y su gozo eternamente. En la primera parte del sermón del Monte Jesús está describiendo como se ve alguien que ha entrado en esta bendición eterna (un verdadero creyente) al nivel del carácter.
Vimos que cada bienaventuranza está relacionada con las anteriores. Hasta ahora vimos que son bienaventurados 1) los pobres en espíritu, 2) los que lloran, 3) los mansos, 4) los que tienen hambre y sed de justicia y 5) los misericordiosos. Hoy vamos a estudiar la sexta bienaventuranza: bienaventurados los puros de corazón. Dijimos que el primer grupo prepara el camino para darnos el resultado que producen en el creyente. La semana pasada vimos el primer resultado: muestran misericordia. Esta semana veremos el segundo resultado: viven vidas santas.
La iglesia en nuestro tiempo está desorientada en cuanto a su misión. Muchos en nuestro tiempo parecen estar satisfechos con una sociedad más moralista y ordenada, mientras que el Señor no está buscando un cambio externo y cosmético sino interno y profundo en el corazón. Él Señor no está buscando cambiar algunos malos hábitos sino más bien transformar completamente el corazón. Él no quiere que gente mala se vuelva buena, sino que gente muerte venga a la vida. Esto es lo que vamos a ver en la sexta bienaventuranza.
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La quinta bienaventuranza es la más corta de todas, pero no por eso la menos importante. Ella describe junto a las demás el carácter de hombre que será verdaderamente feliz al disfrutar de las bendiciones de Dios en la vida del reino de Cristo.
La bienaventuranza que estudiaremos hoy nos señala que los creyentes son misericordiosos. Una vez más, al estudiar esta descripción nuestra verdadera vida espiritual será expuesta para que veamos si somos verdaderamente parte del pueblo de Cristo. Si lo somos, seremos exhortados también a crecer en vivir como tales.
Hay un cambio en la quinta bienaventuranza. En las primeras cuatro tenemos una descripción de la obra inicial que hace el Espíritu Santo en el corazón. Es el ES el que lleva el corazón a verse pobre y necesitado de la gracia de Dios, luego le hace llorar por el pecado, luego le lleva a ser manso al reconocer que no tenemos derechos delante de Dios, luego pone un deseo por justicia. Lo que resulta de esto que el Espíritu pone en el corazón se describe en las próximas tres bienaventuranzas. La primera es que lleva a este creyente a un hombre o una mujer a ser misericordiosa.
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El sermón del monte es una descripción de lo que significa vivir como cristianos en este mundo. Este andar está marcado por un cambio en el corazón que afecta todas las áreas de nuestra vida. Esta sección inicial del sermón indica el carácter del pueblo de Dios que va a marcar todos los aspectos de su conducta. En la cuarta bienaventuranza veremos que los creyentes desean la justicia y viven constantemente estirándose por ella.
Esta sigue a las anteriores en una perfecta secuencia lógica. Primero el Señor nos habló de los pobres (los que ven la maldad del corazón), luego de los que lloran (los que sienten la carga por la bajeza del pecado) y de los mansos (que pueden responder correctamente a las circunstancias porque se ven completamente rendidos a la voluntad de Dios teniendo un pensamiento bajo de sí mismos). Ahora, bienaventurados son los que tienen hambre y sed de justicia. Veremos aquí que los que están vacíos tienen hambre y son saciados. Esta es la conclusión lógica a las afirmaciones anteriores. En esta bienaventuranza hay un elemento positivo porque comienza a vislumbrarse la solución.
La manera en la que respondes a este versículo evidencia si eres o no de la familia de la fe. A la vez, la verdad de este texto puede ayudarte a volver a enfocar tus prioridades como hijo de Dios si ya eres uno.
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El reino que el Señor establecería en el mundo era distinto a todos los reinos que la humanidad había conocido. En el mundo, son los fuertes los que conquistan a los débiles, por lo que para sobrevivir y progresar uno aprende a imponerse sobre los demás y a no dejarse pisotear nunca. En este mundo parece que el principio que rige la sociedad es “super felices los fuertes, felices los que se llevan el mundo por delante y hacen lo que quieren logrando así sus propios objetivos”. ¡Qué distinta es esta bienaventuranza a todo lo que nos rodea! El Señor asegura que la verdadera felicidad en la vida de su reino es para aquellos que silenciosamente sufren y confían su causa a Jehová sometiéndose a él y a su voluntad.
El creyente es completamente distinto a todo lo que hay en el mundo y por esto se vuelve un enigma indescifrable para los que son parte del sistema de este mundo.
¡Que sorpresa fue para los que escuchaban lo que el Señor dijo en esta expresión! Ellos estaban esperando que el Mesías tomara el control del reino por las fuerzas. Sin embargo, el rey estaba diciendo que los bienaventurados en su reino serían los “mansos”.
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Después de una breve introducción en la que Mateo nos muestra a Jesús en un monte rodeado de una gran multitud mientras les habla a sus discípulos en cuanto a las características de los ciudadanos del reino de los cielos, ahora nos da un resumen de las enseñanzas del Señor comenzando con las bienaventuranzas. El reino que Jesús está presentando es radicalmente diferente a todo lo que han visto hasta ese momento.
Vimos en el pasaje anterior que en el reino del Señor los que gozan de los beneficios del rey son aquellos que se ven a sí mismos en profunda bancarrota espiritual y por lo tanto completamente dependientes de la misericordia y gracia del rey. La primera bienaventuranza tiene que ver con la conciencia de la realidad de nuestro pecado, pero la segunda toca las emociones al hablarnos de la bienaventuranza de los que experimentan el quebranto por el pecado. Estas están relacionadas con la profecía de Isaías en cuanto al Mesías.
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