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  • Desde la discusión con mi padre, cosas extrañas comenzaron a suceder. El ambiente en casa se volvió insoportable, las discusiones con mi esposa se volvieron la rutina del día a día. Comencé a perder el apetito, mi hijo contestaba de manera grosera, algo que no era habitual en él. Día por medio me dolía la cabeza, cansancio, pérdida de memoria. Pasé un mes muy infeliz. Mi esposa dejó de hablarme, algo que no era común en ella. Me hizo sentir culpable, como si verdaderamente hubiera cometido un error fatal. Mi padre estaba ausente, no venía a casa en absoluto. Sospeché que entrara a escondidas, pero no. Me resultó muy curioso que desde que dejó de entrar a casa todo estuviera mal, así que no me quedó más que sospechar de brujería. Como bien me enseñó mi madre, pero nunca lo hacía, limpié el piso con agua y vinagre. Según ella, alejaba a los malos espíritus

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  • Permanecimos expectantes aguardando alguna explicación, pero la situación se veía tan tensa que nadie se atrevió a preguntar. Noté una vela blanca prendida en la cocina, y eso fue suficiente para entender que mi madre tomó alguna medida desesperada. Me acerqué a ella con delicadeza y mi padre salió de la cocina sin dar explicación alguna. Pateó algunos de los muebles de la sala y arrojó una silla. Temimos qué fue lo que hizo mi madre, y al preguntarle ni siquiera contestaba con palabras, solo realizaba gestos al encogerse de hombros como si nada le importara.

    Algunos minutos después, tras el silencio de mi madre, enfrenté a mi padre para que me dijera que sucedió. Él estaba en su cuarto sentado en los pies de la cama mientras escondía su rostro en sus manos. Fue cuando me lo dijo.

    —Tu madre prendió una vela y le pidió a La Santa Muerte que se la llevara a ella a cambio de Hernán —dijo mi padre


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  • Por un momento creí que había muerto, incluso el hambre y la sed se esfumaron. Tampoco sentía mi respiración, y era porque verdaderamente no lo estaba haciendo. El sonido de unos zapatos de tacón detrás de mí me advirtió que alguien se acercaba. Esperaba a mi padre o algún ángel de la guarda, pero quien llegó era lo último que imaginaría. Un señor muy elegante con rasgos caucásicos, portaba un inmaculado traje negro de etiqueta. Parecía un gánster escapado de una película. Este señor caminaba con una mano en el bolsillo, y un fino bastón de madera que acompañaba su andar. Esperé a que llegara a mí, me sonrió al mismo tiempo que me guiñó un ojo. Su fino bigote y una recortada y prolija barba en la pera me dieron la imagen perfecta de quien se trataba. No había que ser muy inteligente para saberlo, era el diablo

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  • La vergüenza no me permitía avanzar, y fue que algo en internet llamó mi atención. El agua de calzón. Tenía entendido que era un hechizo que se usaba desde una mujer a un hombre y no al revés. Así que, decidí investigar a fondo. Luego de horas de buscar en sitios webs, videos de YouTube, anécdota en Facebook, finalmente logré sacar patrones en común. Mi razonamiento fue, que, si ella se sentía atraída por mí, yo tendría el valor de declarar mis intenciones para algo serio. Así que puse manos en práctica. Lo que si fue incómodo es que el agua de calzón debe de ser una la ropa interior luego de 3 días de uso como mínimo. Y ciertamente, yo tengo la costumbre cambiarme a diario. Pero bueno, me sacrifiqué y lo hice. Debí de emplear agua de río. Hervir en una olla y colocar la prenda dentro. Me dio asco al principio, pero luego lo olvidé

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  • Decidimos dormir para que se nos pasaran nuestros dolores, pero algo nos despertó. Se oían sonidos de pasos dentro de la casa. Pensamos que alguien había entrado. Salté de la cama al instante mientras ella me decía que tuviera cuidado. No vimos a nadie en la sala. Recorrí el baño, la cocina, la otra habitación, las ventanas y la puerta. Nada estaba abierto, ni nadie había en la casa. De pronto, esta chica gritó aterrándome. Se acercó a mí llorando diciéndome que alguien le había soplado en el cuello. Le dije que podría ser el viento, pero ella me insistía que no, que estaba realmente segura de que una persona le había soplado la nuca. La abracé por unos minutos para que se tranquilizara. Luego volvimos a la cama, aunque nos costó dormir.

    En un momento de la madrugada me desperté con la cara dormida, no me sentía nada bien. Quise moverme, pero mi cuerpo no respondía


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  • En fin, a todo esto, continué con mi relación con Laura que finalmente estábamos formalizando. Aunque un día me llevé una gran sorpresa. Sin que Laura se diera cuenta, la sorprendí guardándose uno de mis bóxeres. Lo guardó en su cartera como si fuera suyo. No me imaginaba por qué haría algo como eso, así que, decidí guardar silencio y estudiarla. Un sábado estábamos cenando en casa y en medio de la conversación le pregunté si creía en la brujería. Laura tosió por qué se atragantó con la comida. Casi se ahoga. Luego de recuperarse me preguntó el motivo de mi pregunta, le dije que era por curiosidad, porque un amigo aseguraba estar embrujado. Dejamos el tema por ahí, pero mis sospechas aumentaron. Desde esa noche comencé con fuertes dolores de cabeza. Laura se quedaba en casa dos o tres veces por semana, y cada vez que lo hacía si no me dolía la cabeza tenía vómitos. Ella comenzó a ponerse nerviosa por mí, un día me insistió visitar a un doctor, pero la eché de casa. No sé por qué lo hice, fue como si un instinto me dijera que eso era lo mejor

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  • Ya no resistía verlo así, menos a él un hombre tan inquebrantable. Decidí encararlo y ayudarlo a buscar una solución, pero fue imposible. Mi hermano estaba cavando su propia tumba. Luego de que empezó a dormir por más de 12 horas al día nos dimos cuenta de que se había quedado sin trabajo. Nunca descubrimos el motivo, si fue que lo despidieron o él renunció. Un día fui a despertarlo, y al moverlo este se quejó. Noté en su cuello manchas moradas que parecían moretones. Le dolían al simple tacto. Sin tener idea de que se trataba me asusté, y le insistí en visitar a un doctor. Se negó rotundamente, dijo que lo dejara en paz. Comencé a sospechar que su exesposa le hubiese hecho un trabajo de brujería. Esto no era una simple depresión

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  • Intenté seducirlo y convencerlo de que solo yo podría hacerlo feliz, pero mientras más me acercaba más me rechazaba, era imposible que me aceptara como mujer. A veces, parecía que me tenía miedo. Si hacía algún movimiento repentino, él se asustaba, y yo no entendía por qué. Le hablé una y otra vez de que ya estábamos juntos, de que nos conocíamos de toda la vida, y que no tenía sentido conocer a otras personas teniéndonos a nosotros, pero no quiso entrar en razón. Luego de un mes, me explicó que ya no deseaba tener novia. Pero, yo si quería ser su novia, porque en realidad, él no lo sabía, pero ya estábamos más unidos que una pareja. Pasábamos la mayor parte del tiempo juntos, éramos más una pareja que otra cosa, pero nunca lo vio de esa manera.

    Tuve que conseguir más dinero, contacté de nuevo con la bruja para un cambio de planes. Le pedí un amarre


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  • Quisimos buscar a los o él culpable de todo, obviamente a quien señalamos principalmente fue a quienes administraban las cabañas, puesto que estaba más que claro que ellos tenían algo que ver, eso teniendo en cuenta que aquel matrimonio haya sido embrujado en el mismo lugar. Lamentablemente no se puede denunciar un caso de brujería, es decir que la ley no apoya a cosas así, y como el grupo de especialistas ya habían ido al predio a inspeccionar sin encontrar nada raro, no teníamos nada de armas con las cuales podamos defendernos

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  • Al regresar a la mesa me topé con algo que es inexplicable. La pizza estaba en mal estado. Me refiero a que estaba podrida como si hubiese sido abandonada durante una semana. Hubiera creído que se trataba de un error, pero era la misma pizza a la que le faltaba una rebanada. Peor fue ver las latas de cervezas hinchadas, parecían que estaban a punto de explotar. En la cocina, un hedor nauseando recorrió todo el ambiente. Abrí el refrigerador, y encontré todos los alimentos en descomposición. Las frutas y verduras negras llenas de moscas, la leche cortada, la carne podrida, y hongos por todas partes. No entendí qué estaba pasando, consideré que se trataba de un sueño. Cuando me dispongo a limpiar todo encuentro la estatuilla de La Santa Muerte en la mesada la cocina

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  • A las dos semanas conseguí un trabajo bastante en cuenta, con un horario flexible y bien pagado. Con solo dos meses más, logré juntar dinero y me fui a vivir solo de nuevo. En cuanto conseguí alquiler me dispuse a buscar a alguien experto en brujería. Y es ahí donde decidí desquitarme con mi hermano. Sin embargo, no le realicé un mal directo, fui hacia Mariana. Me entrevisté con un anciano experto en brujería, le planteé que quería hacerle un amarre a Mariana, uno muy fuerte que hiciera, que ella no me sacara de su mente. Aquel anciano era alguien inexpresivo, y a pesar de contarle mi interés por ella no se inmutó en lo más mínimo. Por su puesto que no expliqué mi diferencia con mi hermano, esa parte no me interesaba contarlo. Me pidió que escribiera su nombre y fecha de nacimiento en un trozo de papel. Él deslizó la yema de su dedo gordo sobre el papel varias veces. Lo noté con una expresión dudosa, así que cubrió el papel con algún tipo de perfume o fragancia para repetir el proceso anterior

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  • Había un trabajo de brujería, contenía velas a medio consumir, algo de maíz y pétalos de rosas. Aquí en Montevideo es lo más normal encontrar ese tipo de trabajos frente a las puertas de un banco. Algunos decían que ese tipo de trabajos eran para atraer el dinero y por eso se realizaba frente a un local donde se maneja dinero. Otros, dicen que es para hacerle daño a alguien. Nunca tuve claro para qué eran, porque jamás estuve metido en ese mundo. Lo cierto, es que se me ocurrió la “genial idea” de patearlo. El maíz se desparramó por toda la vereda mientras las velas rodaron, luego se pudieron apreciar algunos bombones Ferrero Rocher que eran y siguen siendo bastante costosos. Uno de nuestros amigos me insultó de mil maneras, nunca pensé que fuera tan creyente, incluso me dio la sensación de que se lo tomó personal. Los demás debieron de separarnos porque mi amigo casi me ataca

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  • Insistí con la combi, pero no quería hacer contacto. Mis manos temblaban en la llave, no me imaginaba conduciendo en esa condición. De pronto, la radio encendió sola, luego cambió de estación a estación por sí misma. Hasta que quedó en la frecuencia 66.6. Recién en ese momento lo comprendí. Fue cuando verdaderamente me di cuenta de que estaba con el Diablo. Bajé de la combi y mostré la cruz de cristo que tenía bajo mis ropas. El Diablo sonrió, me dijo que le daba ternura. Me decía que no quería hacerme daño, que solo quería ese pacto conmigo. La combi, a cambio de ser el dueño del pueblo. Nuevamente, me sentí embriagado, cualquier sensación de estrés se desvaneció, me sentía completamente relajado. Me imaginaba teniendo toda la comida que deseara, toda la bebida que quisiera. Me conquistó la idea de no necesitar trabajar nunca más. El Diablo me extendió su mano, y estuve a punto de estrecharla. El motor de la combi encendió, y eso me regresó a tierra. El Diablo observó la combi con expresión siniestra

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  • Acepté gastar el dinero que me pidiera, con tal de desarmar esa brujería. Sabiendo que el muñeco vudú estaba en casa, le di algo de dinero a mi esposa para que saliera con su madre, les prometí una sorpresa. Mi esposa no se vio convencida, pero esta mujer con tal de gastarme el dinero la obligó a aceptar. Cuando salieron, le pedí a Paulita que se quedara en su habitación, mientras que revolví la habitación de mi suegra de arriba a abajo. No encontraba nada en los cajones y ni en ninguno de sus muebles. Era lógico que debería de esconderlo bien. Traté de ponerme en su lugar para que se me ocurriera donde podría esconderlo. Fue que noté algo extraño en su almohada, y encontré la costura rota. Al meter la mano lo encontré. Saqué un muñeco de trapo. Tenía una pequeña soga en su cuello, con un nudo como si fuese a colgarse de la soga. Los cabellos de Paula estaban hechos un mechón e injertados en la zona de la cabeza

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  • Muchos prometen ofrendas, otros prometen con acciones. Lo importante es hacerlo con fe, y no abusar de ello. A La Santa Muerte se la venera por lealtad, por fidelidad, por amor. No por conveniencia. Todas estas cosas que les digo pueden que sean obvias. Pero, a pesar de ser evidentes, muchos lo olvidan justo en el momento de actuar. Mejor dicho, muchos lo olvidamos. Dejamos las copas a un lado y comenzamos a besarnos. Poco a poco la temperatura fue elevándose entre nosotros. Pero, algo falló. Y es que no pude activar la situación ahí abajo. Suena cómico que haya pasado eso, pero yo me asusté porque acababa de romper mi promesa. Voy a ser honesto con ustedes. No sé si fue un acto de La Santa Muerte por romper mi promesa, o si fueron mis nervios que provocaron esa situación. Hasta el día de hoy estoy con dudas. Después de la noche más vergonzosa de mi vida me fui a casa con las manos vacías. Hice hambre y no comí, como decía un viejo amigo

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  • A medida que pasaba el tiempo mi interés se pronunciaba, así que decidí investigar sobre el agua de calzón. Pregunté a algunos conocidos e investigué algo en internet. Confié más en lo que me dijeron las personas de boca a boca. Al tener claro los ingredientes, puse manos en acción.

    Tomé mi ropa interior y la coloqué en agua hirviendo, luego algunas especias. Prefiero no relevar los ingredientes para no entusiasmar a alguien a hacerlo. Con el agua lista, tenía entendido que no era necesario que la bebería, tan solo era cubrir algún regalo con ella. Así que compré una rosa y la dejé sobre el agua en la olla una vez que esta se enfrió. Cuando todo estaba listo, tomé una ducha, me coloqué perfume, aunque me vestí normal para tampoco llamar mucho la atención, y toqué la puerta de su casa. Ella abrió y se mostró algo sorprendida por mi visita, y le regalé la rosa. Se le escapó una sonrisa entre tímida y vergonzosa. Intercambiamos miradas por un momento, me quedé esperando una respuesta, pero no dijo nada


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  • Al terminar con la tarea salimos con mi madre. Subimos al coche y ella suspiró. Me observó sin decirme nada, pensé que había cometido algún error. Ella me preguntó si vi al anciano que estaba en la silla, y le respondí que sí. Al saber la verdad se me heló la sangre. El anciano era un espíritu que guiaba a mi madre. No supe cómo reaccionar, intenté decir alguna palabra, pero mis labios temblaban. Fue cuando ella me recordó su advertencia de antes, de que hay cosas que no tienen vuelta atrás. Nos quedamos unos momentos en el coche mientras esperaba que mis nervios disminuyeran

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  • La señora explicó que podía ayudarme a abrir mis caminos, pero, que debía de hacerlo bien. Y, enfrentar las consecuencias. La advertencia me dejó perplejo, le pedí más explicaciones. Ella comentó algo del equilibrio y otras cosas. Les seré sincero, no entendí lo que dijo, yo solo quería mejorar mi situación en mi trabajo, así que no presté atención a nada, y ese fue mi gran error. La señora me pidió nombre y apellido de cada una de las personas que odiaba, y que sentía que estaban en cargos que no les correspondía. Ella me dio tiras de papel, en cada uno anoté los nombres. Luego los cubrió en un extraño aceite aromático, tomó una vasija de barro con algo de carbón, y los prendió fuego. Con el humo del carbón, cubrió cada uno de los papeles. Luego los colocó en un paño rojo y me lo ofreció. No me animé a tomarlo, observé a la señora con temor. Entre tartamudeos pregunté que tenía que hacer. Ella se rio por lo bajo, me hizo sentir tan novato en esos asuntos que no supe cómo responder. Le cuestioné porque no lo hacía ella, y fue que me explicó que una parte la hacía ella, y otra yo. Me dio las indicaciones de todo lo que tenía que hacer, le pagué y me fui

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  • Pensé que se trataba de una broma para salir de una incómoda situación. En ese momento supuse que se había metido con las drogas y por eso ganaba tanto dinero. Incluso cuadraba con su estado por estar consumiéndolas. Pero no, no era eso. De verdad hizo un pacto con el diablo. Me explicó que buscó la manera de sostener la familia desde la muerte de nuestro padre y el diablo se le apareció. Le ofreció dinero y comida infinita a cambio de su alma. Su cuenta del banco estaría siempre con dinero, y en cuanto gastara algo la cantidad regresaría como si el gasto nunca hubiera sucedido. Tal y como el refrigerador, comiera lo que comiera, lo que consumiera volvería a aparecer. A todo esto, le pregunté por su estado, y contestó que es el precio por vender su alma. Dice que al vender tu alma la vida se acorta porque se consume más rápido. Ya que, el diablo vive en la tierra otorgando favores a los humanos a cambio de su vitalidad

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