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En 1 Samuel, vimos que David, a diferencia de Saúl era un joven humilde y prudente.
Cuando Saúl y sus hijos murieron en batalla contra los filisteos, nos dice 2 Samuel 1 que David lloró por Saúl:
“Y lloraron y lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por Jonatán su hijo, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, porque habían caído a filo de espada.” Y David endechó a Saúl y a Jonatán con una poesía en el capítulo 2 que hizo que se enseñara entre el pueblo en memoria de estos.
David entonces consultó con Dios para ver si debía subir a Hebrón, y Dios lo guió para ser ungido rey sobre la casa de Judá. Durante siete años y medio, Is-boset, hijo de Saúl, reinó sobre el resto de Israel, hasta que este fue asesinado por dos hombres que lo sorprendieron en su casa. David no se regocijó por este acto cruel y traidor, sino que los castigó, lamentando la muerte de Is-Boset.
A partir de este momento, David fue rey de todo Israel durante los próximos 33 años. Tenía David 30 años cuando fue proclamado rey de Judá, y reinó durante cuarenta años.
Lo primero que David hizo fue tomar la ciudad de Jerusalén, la cual llegó a ser la capital del reino, la fortaleza de Sión, la ciudad de David.
Tomó también mujeres para sí, como los otros reyes hacían, recuperó su primera esposa, Mical, la cual había sido dada a otro hombre. David se fortaleció contra sus enemigos y trajo el arca del pacto a Jerusalem.
Después de haber observado las debilidades del rey Saúl y el carácter prudente de David, esperaríamos que David fuera un rey perfecto, pero como podemos descubrir en nuestra lectura de 2 Samuel, David era un hombre tan pecador como cualquiera. Si consideramos que los reyes de Israel son figuras que contrastan con Mesías, nos dará gozo y esperanza saber que el rey eterno, Mesías, no es hombre para que peque, sino que es perfecto en santidad.
Dios había dicho que David era un hombre conforme al corazón de Dios. Mas leemos que David era un hombre de guerra al igual que Saúl. Leemos que David desobedeció a Dios llevando a cabo un censo que Dios no había pedido. Pudimos leer que cuando David se encaprichó con Betsabé, la mujer de Urías, uno de sus soldados, se acostó con ella; cuando se enteró que ella estaba embarazada, ideó un plan para engañar a su marido y hacerle creer que el bebé era suyo. Cuando el plan no le funcionó, firmó la sentencia de muerte de Urías, mandándolo al frente de la batalla para que cayera ante el enemigo. Esto era lo que Saúl había intentado hacer con David, ¿recuerdas?, mandarlo a batalla para que fueran los filisteos los que acabaran con su vida. Y así vemos que David cometió los pecados de Saúl, mas otros aún peores. Nos dice el versículo 11:27 que “esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová”.
¿Por qué entonces podía decir Dios que David era un hombre conforme a su corazón? ¿Qué fue lo que marcó la diferencia entre Saúl y David?
Vemos en el caso de Urías y Betsabé que cuando el profeta confrontó a David con su pecado, “dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. (2 Samuel 12:13)
Claro que podríamos decir que Saúl también reconoció que había pecado cuando desobedeció las órdenes de Dios. Sin embargo, recordemos que Saúl quería que al reconocer su pecado, Samuel lo honrara ante el pueblo. Vemos una actitud muy diferente en David. David reconoció su mal y estuvo dispuesto a sufrir el castigo que Dios decretó por su pecado, aunque le doliera en lo más profundo del alma. Ocurre lo mismo en su pecado del censo. Cuando desobedeció a Dios y fue enfrentado con su pecado, David reconoció su pecado, aceptando las consecuencias con un corazón arrepentido. Como diría el predicador David Bell, no tenemos un salmo 51 escrito por Saúl, más David escribió este salmo de arrepentimiento que Dios ha incluído en Su Palabra para nosotros.
Dios honra el corazón arrepentido, y podremos ver que cuando David pecó, al ser confrontado con su pecado, se arrepintió y aceptó responsabilidad por sus acciones, a diferencia del rey Saúl.
Dios sabe que como humanos, somos propensos a pecar. Vemos que David se rodeó de sabios consejeros, buscó el consejo de Dios siempre, y su corazón anhelaba honrar a Dios, mas en las ocasiones que siguió sus pasiones y su sabiduría humana, pecó. Natán el profeta y otros siervos fieles y sabios pudieron ir al rey para presentarle sus faltas, y este respondió con el corazón humilde que veíamos en él desde joven.
Por eso Dios lo define como un hombre conforme a Su corazón. No por su perfección, sino por su humilde y contrito corazón. Esto nos muestra un reflejo imperfecto del perfecto rey que vendría de su linaje. -
Al caer la tarde después del domingo de resurrección, Lucas nos narra la historia de dos discípulos que iban andando hacia el pequeño pueblo de Emaús. Las noticias de los eventos de ese día les habían llegado y la verdad es que ya no sabían qué creer. La entrada de Jesús en Jerusalén les parecía ya un evento lejísimo en su memoria. Mientras iban andando, no podían evitar conversar sobre Jesús.
Lucas 24
Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.
Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?
Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?
Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron.
Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro;
y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive.
Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.
Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!
¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?
Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.
Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos.
Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos. Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio.
Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.
Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Y levantándose en la misma hora, volvieron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.
Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo le habían reconocido al partir el pan.
Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu. Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?
Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.
Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían, y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?
Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante de ellos. Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de estas cosas.
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. Y los sacó fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo.
Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo.
Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo;
y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.
La tristeza de los discípulos el viernes se había convertido en gran gozo y alabanza. Si tú has conocido a Cristo, y estás confiando en lo que Él hizo por ti durante esa santa semana, el mismo gozo que experimentaron sus discípulos debería estar presente cada día de tu vida. -
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Antes del amanecer el primer día de la semana, encontramos guardias en la tumba y mujeres preparándose para ungir el cuerpo de Jesús. Ninguno de los dos grupos tenía idea de lo que estaba a punto de acontecer. El cuerpo que estaban guardando y que venían a ungir seria resucitado en gloria y saldría victorioso de aquella tumba.
Lucas 24
El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron:
¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.
Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.
Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido.
Vemos que el apóstol Juan cuenta cómo vivió él, con Pedro, el mismo acontecimiento. Juan 20
El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.
Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.
Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos.
Y volvieron los discípulos a los suyos. Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.
Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro).
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.
El día domingo comenzó inmerso en tristeza, pero esta tristeza se transformaría en gloria cuando Cristo salió victorioso de la tumba, tal como había profetizado de sí mismo. En su conquista de la muerte, vemos su victoria sobre el pecado. Su sacrificio fue aceptado delante de Dios para poder ofrecernos perdón de pecados. Hoy tenemos motivo para celebrar. Nuestro Salvador ha resucitado. No está muerto. Vive para siempre, para interceder por nosotros delante de Dios. -
Antes del anochecer del viernes, cuando comenzaba el día de reposo para los judíos, el cuerpo de Cristo debía estar en la sepultura. Nos cuenta la Biblia lo siguiente en Lucas 23:50-56:
Había un varón llamado José, de Arimatea, ciudad de Judea, el cual era miembro del concilio, varón bueno y justo.
Este, que también esperaba el reino de Dios, y no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos, fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús.
Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie.
Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo.
Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo.
Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento.
José de Arimatea no era el único que estuvo presente para acoger el cuerpo de Jesús. También lo acompañó Nicodemo, el líder de los judíos que había venido a Jesús de noche tres años antes. Jesús le había hablado de su necesidad de nacer de nuevo en Juan 19:39-42
39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras.
40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos.
41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno.
42 Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
Pero ¿dónde estaban los otros discípulos? ¿Qué había pasado con Pedro, el que estaba dispuesto a morir por él, y así lo había declarado delante de los demás? La última vez que habíamos leído de Pedro, fue después de que hubiera negado a Cristo tres veces, y cuando cantó el gallo, salió llorando amargamente. Los discípulos de Jesús están esparcidos, tal como había profetizado de ellos Zacarías cuando dijo: “Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas” (13:7).
Muchas veces nosotros nos encontramos en la misma situación cuando estamos en medio de la prueba. Nos es difícil en los momentos de incertidumbre recordar las promesas de Dios y creer que hay esperanza. Los pobres discípulos estaban deprimidos porque todos sus planes parecían haber fracasado. Pero era sólo sábado, y ¡pronto llegaría el domingo! -
Esa misma noche del jueves, cuando ya había anochecido, y justo después de que Jesús pasara el tiempo de oración en el huerto, se oyó un alboroto. Nos dice Lucas 22 y 23
47 Mientras él aún hablaba, se presentó una turba; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba al frente de ellos; y se acercó hasta Jesús para besarle. Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
Viendo los que estaban con él lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha.
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó.
Y Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido contra él: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos?
Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.
54 Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
55 Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos.
Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él.
Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco.
Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy.
Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo.
Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó.
Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.
Y los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y le golpeaban;
y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro, y le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?
Y decían otras muchas cosas injuriándole.
Cuando era de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al concilio, diciendo:
¿Eres tú el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis; y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis.
Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.
Dijeron todos: ¿Luego eres tú el Hijo de Dios? Y él les dijo: Vosotros decís que lo soy.
Entonces ellos dijeron: ¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Lucas 23
Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilato. Y comenzaron a acusarle, diciendo: A éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohibe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey.
Entonces Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices.
Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre.
Pero ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí.
Entonces Pilato, oyendo decir, Galilea, preguntó si el hombre era galileo.
Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén.
Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal.
Y le hacía muchas preguntas, pero él nada le respondió.
Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándole con gran ímpetu.
Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato.
Y se hicieron amigos Pilato y Herodes aquel día; porque antes estaban enemistados entre sí.
Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo,
les dijo: Me habéis presentado a éste como un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis.
Y ni aun Herodes, porque os remití a él; y he aquí, nada digno de muerte ha hecho este hombre. Le soltaré, pues, después de castigarle.
Y tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta. Mas toda la multitud dio voces a una, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás! Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un homicidio.
Les habló otra vez Pilato, queriendo soltar a Jesús; pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale!
Él les dijo por tercera vez: ¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito digno de muerte he hallado en él; le castigaré, pues, y le soltaré.
Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos y de los principales sacerdotes prevalecieron.
Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; y les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.
Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él.
Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?
Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo.
Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho.
Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
Jesús pasó toda la noche del jueves y la mañana del viernes recibiendo los abusos y acusaciones de los que le odiaban. Fue llevado delante del Sanhedrín, luego Pilato y Herodes y cada uno le examinaba -
Hasta este punto en la semana, Jesús había estado enseñando en el templo todos los días. Ya no volvía a Betanía por la noche sino que acampaba con sus discípulos en Getsemaní, un huerto en las laderas del monte de los olivos. Ahora, el jueves por la tarde, se preparaba para celebrar la cena pascual con sus discípulos en un aposento alto en la ciudad.
Lucas 22:7-46
“Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua.
Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos.
Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos?
Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos?
Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí.
Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles.
Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!
Jesús hizo algo inesperado después de esta cena. Utilizando los elementos de la cena, el pan sin levadura y el fruto de la vid, Jesús estableció una representación de lo que ocurriría el día siguiente. Su cuerpo sería roto y su sangre derramada en una cruz romana.
Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.
Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga.
Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto.
Parece difícil que en un momento tan sobrio, los discípulos podrían estar preocupados por el tema de su posición en el futuro reino de Cristo, pero así fuen. Jesús les había lavado los pies porque ninguno de ellos estaba dispuesto a hacer el trabajo de un siervo, pero de alguna forma todavía no habían captado el mensaje de la humildad de su Maestro.
Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor.
Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores;
mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.
Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. El le dijo: Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte. Y él le dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces.
Y a ellos dijo: Cuando os envié sin bolsa, sin alforja, y sin calzado, ¿os faltó algo? Ellos dijeron: Nada.
Y les dijo: Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también la alforja; y el que no tiene espada, venda su capa y compre una.
Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento. Entonces ellos dijeron: Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta.
Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron.
Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación.
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Cuando se levantó de la oración, y vino a sus discípulos, los halló durmiendo a causa de la tristeza; y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y orad para que no entréis en tentación.”
Mucho sucedió aquel día en el que comerían el cordero de la pascua. Los discípulos buscaron el lugar y el cordero, lo prepararon, y pudieron juntarse esa noche a comer con el Señor lo que se denomina hasta hoy la última cena. Jesús sabía lo que seguiría a esta cena. Sabía que su hora llegaba. Mas sus discípulos no lo anticipaban. Para ellos era otra pascua más. Aunque Jesús les estaba avisando de lo que venía, ellos no llegaban a entenderlo. Quizás por eso seguían discutiendo sobre quien era el mayor entre ellos, quien podría ser el que no seguía al Señor con todo su corazón, o cuántas espadas tenían en posesión. El hecho de que no llegaban a entender lo que se acercaba explica que después de cenar, cuando fueron al huerto a orar, los discípulos se quedaran dormidos mientras Jesús agonizaba en oración. Su Padre sí sabía lo que venía, y le envió un ángel que lo fortaleciera. Jesús, fortalecido y dispuesto a llevar a cabo la obra a la que había venido aquí a la tierra, despertó a sus discípulos y los animó a orar, para no entrar en tentación. Simón Pedro, el que pensaba estar firme, el que prometió seguir a Cristo hasta la muerte no sabía que una gran tentación se le iba a echar encima.
¿Estás tú atento a las tentaciones que puedan avecinarse? ¿Pasas tiempo en oración para ser fortalecido? Es fácil descuidarnos cuando no entendemos que se aproxima la prueba. Quizás por eso el Señor nos exhorta a velar en oración. No que debemos orar y no dormir, pero recordemos que nuestra fuerza para superar las pruebas viene de Dios. No seamos como los discípulos esa noche en Getsemaní, porque perderemos la oportunidad de fortalecernos en el poder de la fuerza de Dios. -
Jesús se estaba identificando claramente como Dios. Esto molestaba a los fariseos y los escribas, líderes religiosos de la época.
La profecía decía que el Cristo, el Mesías debía venir del linaje del rey David.
“Entonces él les dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?
Pues el mismo David dice en el libro de los Salmos: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. David, pues, le llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?”
Jesús esta diciendo. David llamó al Mesías que había de venir, Señor, poniéndose bajo su autoridad. ¿Así que, quién sería realmente el Mesías? No era hijo de David en el sentido en que David sería superior al Mesías, sino que Mesías el Cristo era mucho superior a David, ya que David mismo lo llamó Señor.”
Esto causaba gran revuelto entre estos líderes. Pero Jesús continuó acusando a los escribas de no creer las Escrituras que ellos mismos copiaban. Lucas 20: 45-47:
“Y oyéndole todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación.”
Este mismo día miércoles, algo estaba ocurriendo entre los discípulos de Jesús. Judas, el que había establecido con JEsús durante estos últimos tres años, estaba tramando un plan que revelaba su verdadera identidad.
Lucas 22:1-6
Estaba cerca la fiesta de los panes sin levadura, que se llama la pascua.
Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo.
Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce;
y éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría.
Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero.
Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo.
¿Cómo era posible que alguien que se había sentado a los pies de Jesús y había escuchado la enseñanza de la boca de Dios mismo pudiera traicionarlo asI? ¿Cuántas personas escuchan la Palabra de Dios y rechazan a Cristo? En Jeremías 2:13 Dios dice: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.” Y Judas es uno de estos que dejó al Mesías, la fuente de agua viva, y fue intentando saciarse en cisternas que no podían contener el agua. -
Durante los días que Jesús estuvo en Jerusalén, no se quedó en casa meditando sobre lo que le esperaba. Lo vemos que aprovechó el tiempo enseñando. El lunes de camino al templo para limpiarlo, había visto una higuera llena de hojas. Se había acercado en busca de fruto, pero no encontró ninguno. Jesús maldijo la higuera en señal de la nación de Israel. Ellos también parecían tener fruto, pero en realidad su religión era estéril. El martes de camino a la ciudad, Jesús y sus discípulos pasaron la misma higuera que Jesús había maldecido el día anterior.
Marcos 11:20-22
“Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.”
Recordemos, Jesús no maldijo la higuera porque estaba frustrado o enojado. Era una señal del juicio de Dios contra la religión estéril de su pueblo. Por eso Jesús aprovecha la oportunidad para animar a sus discípulos a confiar en Dios. Una vez entrado en la ciudad, Jesús se puso a enseñar al pueblo del juicio de Dios contra la rebeldía de su pueblo.
Lucas 20:9-26
Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores, y se ausentó por mucho tiempo.
Y a su tiempo envió un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la viña; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar otro siervo; mas ellos a éste también, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vacías. Volvió a enviar un tercer siervo; mas ellos también a éste echaron fuera, herido.
Entonces el señor de la viña dijo: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá cuando le vean a él, le tendrán respeto.
Mas los labradores, al verle, discutían entre sí, diciendo: Este es el heredero; venid, matémosle, para que la heredad sea nuestra.
Y le echaron fuera de la viña, y le mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña?
Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: !!Dios nos libre!
Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores Ha venido a ser cabeza del ángulo?
Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
Procuraban los principales sacerdotes y los escribas echarle mano en aquella hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo.”
Y acechándole enviaron espías que se simulasen justos, a fin de sorprenderle en alguna palabra, para entregarle al poder y autoridad del gobernador.
Y le preguntaron, diciendo: Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad.
¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
Mas él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis?
Mostradme la moneda. ¿De quién tiene la imagen y la inscripción? Y respondiendo dijeron: De César.
Entonces les dijo: Pues dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
Y no pudieron sorprenderle en palabra alguna delante del pueblo, sino que maravillados de su respuesta, callaron.”
Fíjate. Jesús usa esta ocasión para recordar a estos que buscaban ocasión para acusarle de que cada persona es portadora de la imagen de Dios. Dios, en el momento de la creación, nos hizo a su imagen. Las monedas de los romanos llevaban grabadas la imagen del César, por lo que Jesús les dice “dad a César lo que es de César,” es decir: puesto que la moneda lleva ´su imagen dadle el tributo que pide. Pero mucho más importante, si nosotros llevamos grabada la imagen de Dios, ¿no sería lógico que nuestro ser le diera tributo y le honráramos? -
La gran aclamación de la entrada triunfal de Jesús el domingo contrastan con los eventos del día siguiente. Marcos nos cuenta que el domingo “entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.” (11:11).
El domingo había entrado Jesús en el templo y había observado el negocio que se estaba haciendo en la casa de Dios, pero se dio la vuela y salió porque ya se hacía tarde. La limpieza del templo sería un asunto que tendría que esperar para el día siguiente.
El lunes volvió a entrar Jesús en el templo y esta vez no entró para observar.
Mateo 21:12-14
Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13 y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 14 Y vinieron a él en el templo ciegos y cojos, y los sanó.
Jesús no podía ignorar lo que encontró en el templo. El sitio que debía ser santo se estaba usando para aprovecharse de los que venían para adorar. Se cambiaba monedas y vendían animales para el sacrificio de manera injusta. Sabemos que la práctica era inflar los precios, ya que la gente tendría que comprarlos ahí en el templo si no querían viajar con animales y correr el riesgo que se lastimaran por el camino. Jesús amonesta a los líderes religiosos por su mala gestión de la casa de su Padre y luego demuestra por su ejemplo la compasión de Dios, recibiendo a ciegos y cojos y sanándoles.
Así que los fariseos, aquellos religiosos encargados de los asuntos del templo, estaban molestos con él.
Mateo 21:15-17
15 Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, 16 y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis:
De la boca de los niños y de los que maman
Perfeccionaste la alabanza? 17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí.
La gente empezó a saludar a Jesús de la misma manera que lo habían hecho en la entrada triunfal. Hosanna, que quiere decir, “sálvanos, por favor” y estaban llamando a Jesús “el hijo de David”, un título mesiánico. Una vez más los fariseos querían que Jesús les callara, pero él les dijo que la alabanza de los jóvenes era perfecta, citando el Salmo 8:2.
Lucas 20:1-8
“Sucedió un día, que enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos, y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme: El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta.
Y respondieron que no sabían de dónde fuese.
Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.”
Jesús decidió no contestarles, porque sabía que buscaban ocasión para acusarlo, y su hora no había llegado. Todavía tenía asuntos que atender en los días que seguían.
Pensemos un momento hoy. Dios nos dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, si es que hemos creído en Cristo para salvación. Si nuestro cuerpo es templo, ¿qué necesita el Señor limpiar para que Él se sienta honrado de verdad? -
Bienvenidos a una semana especial en que vamos a cambiar nuestra programación habitual para enfocar más en los eventos narrados en la Biblia que son la culminación del ministerio terrenal de Jesús de Nazaret. Todos los días esta semana, vamos a hacer lecturas y hablar de los eventos importantes que llevan a la crucifixión y la resurrección, la obra salvador que Jesús. Es nuestra oración que estas lecturas y meditaciones sean de bendición y os ayuden a meditar más en nuestra gran salvación.
¿Por qué llamamos a este domingo “domingo de ramos? ¿Qué es lo que celebramos? El domingo de ramos inicia la semana que nosotros denominamos Santa. Es Santa porque durante esta semana Jesucristo culminó su gran misión aquí en la Tierra, el morir por la humanidad y resucitar en victoria sobre el pecado. Jesús había tenido un ministerio de predicación en toda Judea. Había mostrado que era Dios mismo, haciendo milagros que otros no podían hacer. Y ahora, subía a Jerusalem para cumplir con la tarea que lo había traído aquí.
El domingo de ramos se llama así porque al enterarse los que le seguían que Jesús llegaba a Jerusalén, fueron a buscar hojas de palmera y lo esperaron a la entrada para recibirle. Esto no fue un acto de toda la ciudad; sería una mezcla de aquellos que habían oído de las grandes cosas que hacía Jesús y todos sus seguidores que habitaban en Jerusalén . Leamos el relato de Lucas sobre este domingo en la historia. Recordemos que el día domingo era para el pueblo judío un día de trabajo; el primer día de la semana después del Sabat, el día de reposo. Mas esta era la semana en que se celebraría la pascua, así que mucha gente iba llegando a la ciudad para estar ahí para la celebración.
Lucas 19:28-44
Iba delante subiendo a Jerusalén. Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.
Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.
Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.
Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.
Y a su paso tendían sus mantos por el camino.
Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, diciendo: !!Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!
Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.
Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
diciendo: !!Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
¿Sabías que el profeta Zacarías había profetizado su entrada en Jerusalén montado sobre un pollino?
Zacarías 9:9 “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” Dios ya tenía esta semana en su agenda. Era necesario que Cristo viniera a Jerusalén. Venía a la fiesta de la Pascua el cordero de Dios, el que quitaría el pecado del mundo.
¿Habrías estado tú entre las personas que salían a adorar al Señor ese día? Mejor aún, ¿adoras tú al Señor diariamente, en la quietud de tu corazón? Porque el Ser no pide palmas ni mantos, no pide gritos ni sacrificios, Dios puede que los que lo adoran, lo adoren en espíritu y en verdad . Lo dijo Jesús en Juan 4:23: Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” -
Después del incidente en Naiot de Ramá, David volvió a la corte del rey por un tiempo, mas como su vida peligraba, tuvo que salir de la presencia de Saúl y vivir huyendo del que era su rey y su suegro.
Jonatán, tras haber intentado varias maneras de que su padre viera que David le era siempre fiel, llegó a la conclusión de que la vida de su amigo peligraba, y este tendría que salir de la corte de su padre. Jonatán se despidió de David haciendo pacto de lealtad mutua, Y se levantó David y se fue; y Jonatán entró en la ciudad.” (1 Samuel 20:42) Y nos dice el texto que Saúl, cuando vio que David se había ido, dio a Mical esposa de David a otro hombre.
A partir de este momento, David estuvo huyendo de mano de Saúl, con un ejército de hombres que como él, habían huido de la mano cruel de Saúl. Aquellos que ayudaban a David, caían bajo la mano vengadora de Saúl, el cual no tenía reparo en matar hasta a los sacerdotes de Dios.
“Y David se quedó en el desierto en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif; y lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos.”(1 Samuel 23:14)
Historia tras historia vemos que Saúl conseguía que moradores de ciudades que David había protegido se volvieran contra David y a favor de Saúl, como en el caso de la ciudad de Keila o de los habitantes de Hores, mas David mantenía una estrecha relación con Dios, y Dios lo protegía y lo guiaba. David y sus hombres tuvieron que habitar en cuevas por el desierto de En-Gadi.
En una de las ocasiones en que Saúl venía buscando a David y a sus hombres, vemos que el rey tuvo que entrar en una cueva para hacer sus necesidades, y escogió la cueva donde estaban escondidos David y sus hombres. Teniendo David la oportunidad de matar a Saúl, vemos que este no arremetió contra el rey, porque David confiaba que Dios sería el que lo libraría de Saúl cuando fuera Su tiempo. Por lo que nos dice le texto que “reprimió David a sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl.”
Mas David, una vez Saúl había salido de la cueva, salió a la distancia para hablarle diciendo:
“¡Mi señor el rey! Y cuando Saúl miró hacia atrás, David inclinó su rostro a tierra, e hizo reverencia.
Y dijo David a Saúl: ¿Por qué oyes las palabras de los que dicen: Mira que David procura tu mal?
He aquí han visto hoy tus ojos cómo Jehová te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y me dijeron que te matase, pero te perdoné, porque dije: No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido de Jehová.
Y mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto, y no te maté. Conoce, pues, y ve que no hay mal ni traición en mi mano, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a caza de mi vida para quitármela.
Juzgue Jehová entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti.
Como dice el proverbio de los antiguos: De los impíos saldrá la impiedad; así que mi mano no será contra ti.
¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A una pulga?
Jehová, pues, será juez, y él juzgará entre tú y yo. El vea y sustente mi causa, y me defienda de tu mano. (1 Samuel 24:8-15)
Aquí Saúl tuvo que admitir que David no basaba su lealtad en la figura de Saúl, sino que era fiel al Dios viviente, por el cual podía andar prudentemente. Y en ese lugar, Saúl reconoció que su trono sería para David, según podemos ver en las palabras de Saúl:
“yo entiendo que tú has de reinar, y que el reino de Israel ha de ser en tu mano firme y estable.”
Las dificultades no cesaron para David, y debería esperar aún para alcanzar aquello que Dios le había prometido, huyendo por su vida y luchando muchas batallas. Mas su confianza en Dios le ayudó cada paso del camino.
Podemos afirmar que David no era dueño de su propia vida, mas su vida no estaba en manos de ningún ser humano. La vida de David estaba en manos del Dios viviente, el cual lo amaba y quería lo mejor para él. Así que en medio de las dificultades, David podía tener tranquilidad. Es por eso que podemos leer en los salmos las palabras de David, y cómo en tantas ocasiones, cuando las cosas se veían difíciles e injustas, él ponía toda su confianza en Dios, sabiendo que todo lo que él diera a Dios, Dios lo cargaría por él y lo solucionaría a Su manera y a Su tiempo.
Salmos 40:4 “Bienaventurado el hombre que puso en Jehová su confianza, Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.”
Salmos 37:5 “Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará.”
Así podemos vivir nosotras también.
Pero si como Saúl nos empeñamos en protegernos y defendernos a nosotras mismas, el mismo espíritu de ansiedad y temor que le atormentaba nos acechará cada vez que alguien o algo amenace nuestro bienestar. Mas si ponemos nuestra confianza en Dios, será Dios mismo el que nos de la paz que sobrepasa todo entendimiento. Descansemos hoy al esperar los tiempos del Señor. -
Tras la batalla con los filisteos y la victoria de David peleó contra Goliat, el pueblo, los siervos de Saúl y hasta la propia familia del rey estaban encantados con David.
Saúl había hecho venir a David a la corte, y dice el texto que no lo dejó volver a casa, en el sentido en que le ofreció quedarse a trabajar para él. Leemos en el 18:5 que “salía David a dondequiera que Saúl le enviaba, y se portaba prudentemente. Y lo puso Saúl sobre gente de guerra, y era acepto a los ojos de todo el pueblo, y a los ojos de los siervos de Saúl.” (1 Samuel 18:5)
Esto hizo que Saúl tuviera celos de David. Saúl se sentía intimidado por la prudencia de carácter que mostraba David, y lo que colmó el vaso fue el momento en que Saúl vio que las mujeres cantaban y danzaban, diciendo:
“Saúl hirió a sus miles,
Y David a sus diez miles.
“Se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David.” (1 Samuel 18:8-9)
Nos dice el texto que un día que Saúl no estaba bien y David tocaba el arpa para relajarlo, le “arrojó Saúl la lanza, diciendo: Enclavaré a David a la pared. Pero David lo evadió dos veces.” (11)
David se dio cuenta que su vida peligraba. Sin embargo, curiosamente, nos dice la Biblia que era Saúl el que tenía miedo de David porque veía que Dios estaba con él. (1 Samuel 18:14-15)
Imagino que Saúl ya sospechaba que este podría ser el que Dios había escogido para reemplazarlo. Así que para quitárselo de su vista, lo hizo jefe de mil soldados y lo mandaba a luchar constantemente. Esperaba que los filisteos le quitaran la vida, para no ser él el que lo hiciera, ya que el pueblo tenía a David en alta estima.
Parte del premio que Saúl había prometido por haber vencido a Goliat era casarse con la hija del rey. Pero Saúl, olvidando voluntariamente que esto le correspondía a David, le ofreció su hija mayor en matrimonio a cambio de que este saliera a luchar contra los enemigos del rey. Y cuando David cumplió, incluso más allá de lo que se le pedía, Saúl dio a su hija Merab a otro.
Mas nos dice la Biblia que David había ganado el afecto de los hijos de Saúl, y Mical, la otra hija de Saúl, amaba a David, y le pareció bien a Saúl darla a David.
Una vez más, David recibió el ofrecimiento de ser yerno del rey con humildad, afirmando que no era digno; mas lo que Saúl quería era que David saliera a pelear, por lo que le pidió que matara a 100 filisteos para poder casarse con ella, lo cual David no dudó en cumplir, y se casó con Mical la hija menos de Saúl.
“Pero leemos en 1 Samuel 18:28 que Saúl, viendo y considerando que Jehová estaba con David, y que su hija Mical lo amaba, tuvo más temor de David; y fue Saúl enemigo de David todos los días.”
“Y cada vez que salían, David tenía más éxito que todos los siervos de Saúl, por lo cual se hizo de mucha estima su nombre.” (29)
Saúl se sentía más amenazado por David cada día. Dios estaba con David, este se conducía prudentemente. Su hija lo amaba, su hijo Jonatán era su mejor amigo, el pueblo lo tenía en gran estima, y cada vez que emprendía una misión, le salía bien.
Saúl había determinado en su corazón que David debía morir.
Mas Jonatán aviso a David que su padre quería matarlo. Jonatán intentó arreglar el tema con su padre a través de la diplomacia, mas Saúl no cumplía los términos acordados. Saúl intentó de nuevo clavarle la lanza a David mientras este tocaba, y habría matado a David en su propia casa si no hubiera sido porque Mical, como buena esposa, protegió a su esposo ayudándolo a huir por la ventana cuando venían los soldados.
Huyó, pues, David, y escapó, y fue a Samuel en Ramá, y le dijo todo lo que Saúl había hecho con él. Y él y Samuel se fueron y moraron en Naiot. Y fue dado aviso a Saúl(…). Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a David, los cuales vieron una compañía de profetas que profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía. Y vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron.” (1 Samuel 19)
Resulta curioso seguir leyendo en el capítulo 19, porque Saúl mandó mensajeros tres veces, y las tres veces los mensajeros se unieron a David y Samuel para proclamar Palabra de Dios. Así que Saúl mismo fue en busca de David y Samuel, y nos dice el texto que fue Saúl “y también vino sobre él el Espíritu de Dios, y siguió andando y profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá.”
Nos dice la Biblia que Dios resiste a los soberbios, y en esta escena vemos que Saúl, como había ocurrido a Balaam en el libro de Números, no tiene poder para cambiar la voluntad de Dios y debe someterse a Dios incluso contra su propia voluntad. ¡Mucho mejor es hacer la voluntad de Dios con confianza y alegría! -
En el capítulo 16 de 1 de Samuel encontramos por primera vez a David, hijo de Isaí, el cual sería ungido por Samuel en en Belén de Judá. David, el menor de ocho hijos era el que se encargaba del cuidado de las ovejas. Cuando Dios desechó a Saúl por su carácter orgulloso y rebelde, le dijo:
“Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.” (1 Samuel 13:14)
Este príncipe designado, aunque tan solo Samuel lo sabía, sería David. Pero aún no era el momento de que David reinara. A diferencia de Saúl, al cual pudimos conocer poco antes de ser proclamado rey, Dios presenta la vida de David años antes de que fuera proclamado rey, pudiendo nosotros comprobar si en verdad era un hombre conforme al corazón de Dios.
Cuando Samuel llegó a la casa de Isaí, le dijo que venía en paz, para ofrecer sacrificio a Dios, y que todos sus hijos debían estar. Al presentar Isaí a cada uno de sus hijos comenzando desde el mayor, Samuel se mostró impresionado, ya que eran hombres fuertes. Después de todo, el presente rey era un hombre de guerra. Estos podrían tomar su lugar. Mas Dios le fue diciendo, uno a uno, que ninguno de estos era el elegido. Cuando habían pasado siete, y ninguno era el escogido de Dios, Samuel preguntó si tenía más hijos. Y fue entonces que llamaron a David para que viniera de cuidar a las ovejas. David era de buen parecer, pero joven aún, y seguramente no tenía el aspecto imponente que tenían sus hermanos. Pero Dios le dijo a Samuel, este es; úngelo.
Y nos dice el texto que desde aquel día, el Espíritu de Jehová estaba sobre David, y el Espíritu del Jehová se apartó de Saúl, y un espíritu malo le atormentaba. Imagino que había perdido la paz que solo Dios puede dar, y a partir de ese momento, habiendo rechazado a Dios, un espíritu de amargura inundaba su vida.
Como Saúl era atormentado por la amargura y la ansiedad, sus siervos le aconsejaron que se buscara a alguien que tocara para relajar el rey. Curiosamente, como si de casualidad se tratara, David tocaba el arpa, y este siervo del rey había oído de él, así que lo fueron a buscar para que viniera a tocar cada vez que el rey lo necesitara.
El rey estaba contento con la música de David y le proclamó paje de armas entre muchos otros, pero vemos en el siguiente capítulo que cuando el tiempo de la guerra con los filisteos llegó, Saúl aún no conocía personalmente a David.
Los filisteos estaban acampados en tierra de Judá, y los tres hermanos mayores de David estaban en el campamento de los israelitas. Mas los filisteos habían traído a un paladín de Gat llamado Goliat, que era un gigante comparado con los soldados israelitas. Era de imponente apariencia, con una altura de 2,90 y llevaba puesta una cota de malla de 57 kilos de peso, y con una lanza que pesaba casi siete kilos.
No era de extrañar que el ejército de Saúl estuviera paralizado. Los filisteos habían propuesto que uno de los soldados de Israel saliera a pelear contra este soldado. El que ganara de los dos daría la victoria a su ejército.
Fue durante este tiempo, otra vez reitero, como si por casualidad se tratara, que David fue enviado por su padre para llevar provisiones a sus hermanos al campo de batalla. Al llegar David, ya con ganas de formar parte de los valientes de Israel, lo vemos preguntando por sus hermanos y por la batalla. Nos dice el capítulo 17:23-24 que
“Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos (…).
Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor.
Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel.”
David, que escuchaba de lejos la conversación, interrumpió para inquirir sobre las condiciones, y les preguntó: “¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?”
Mas su hermano, oyéndole, le insultó diciendo: “¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido.”
Su hermano mayor no lo tenía en gran estima. ¿Quién se creía que era este jovenzuelo para opinar sobre asuntos de guerra? (pensaba él). Mas vemos a David, minimizando la ofensa, y yéndose a indagar sobre el asunto. De modo que llegó a oídos del rey que este chico desafiaba al paladín de los filisteos que estaba provocando al ejército de Dios. Y Saúl lo hizo venir, “Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo.” Le dijo también a Saúl que él era pastor de las ovejas de su padre; y que cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, él salía tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra David, le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba.. Y le aseguró: “este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente.”
Saúl lo intentó desanimar de ir a pelear con este gigante. Después de todo, este filisteo era un hombre de guerra, y David jamás había luchado. Ni siquiera podía llevar la ropa de guerra con el casco y la coraza, porque nunca lo había practicado. ¿Cómo iba a vencer? Solo la mano de Dios pudo convencer a Saúl de dejar a este chico ir a pelear con Goliat. Recordemos que el que ganara la pelea ganaría la batalla.
Y así David, con su cayado de pastor en una mano, cinco piedras lisas del arroyo en su zurrón, y su honda de pastor, se fue hacia donde estaba el filisteo.
Imagino lo que estaba pasando por la mente del ejército filisteo y el de Israel. ¿De qué iba esta broma? El filisteo comenzó a injuriar: “¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. Y maldijo Goliat a David por sus dioses.”
“Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, … y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.” 1 Samuel 17: 45-47
El discurso de David era de amonestación tanto para los filisteos como para los israelitas. Los filisteos menospreciaban a Dios, y lo habían provocado, pensando que este gigante que no temía a Dios podía amedrentar al pueblo de Dios. Pero por otro lado, los israelitas, en lugar de poner su confianza en Dios, habían sido amedrentados. Estaban asustados. El ejército enemigo los superaba, y olvidaban que Dios es el que da la victoria, y no necesita ni espada ni lanza.
¿Se habían olvidado de las batallas que Israel había ganado sin ejércitos? Parece que sí. Ante una situación difícil, habían perdido el enfoque, y estaban atemorizados.
Mas nos cuenta el libro de Samuel: “Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano.”
Sé que esta historia se ha contado miles de veces, pero vale la pena repasar aquellas cosas que Dios resalta.
1.Dios no mira las apariencias. Él no escoge al más fuerte, ni al más poderoso para ganar las batallas. En múltiples textos leemos que Dios exalta al humilde, y en la escena de Samuel en Belén y la batalla contra Goliat nos ilustra que Dios elige y capacita. No son nuestras habilidades -
A pesar de que Saúl había desobedecido la ley de Dios sacrificando holocausto como si él fuera sacerdote cuando no lo era, Dios le concedió años de reinado después de que le hubiera informado por medio de Samuel de que su reinado sería temporal y su familia no le sucedería en el trono. Nos dice el texto que Saúl salió a muchas batallas contra los pueblos enemigos de Israel y que era siempre vencedor.
“Y hubo guerra encarnizada contra los filisteos todo el tiempo de Saúl; y a todo el que Saúl veía que era hombre esforzado y apto para combatir, lo juntaba consigo.” Como Samuel había advertido, Saúl formó un ejército con cada uno que tenía capacidad para luchar.
1 Samuel 14:50-52
Al principio del capítulo 15, vemos a Samuel, como buen consejero del rey, exhortando a Saúl a seguir las instrucciones de Dios.
Samuel dio instrucciones a Saúl de parte de Dios de destruir a los amalecitas, pueblo enemigo de Dios. Y Saúl, en obediencia, como gran hombre de guerra que era, tomó su ejército para ir en contra de los amalecitas.
Las órdenes para Saúl eran que acabara con el pueblo de Amalec sin tomar botín. No debía dejar ganado, ni como se estilaba entre los ejércitos, capturar al rey para humillarlo. Debía seguir las instrucciones que Dios le había dado.
Sin embargo, Saúl siguió su propio instinto militar y capturó al rey Agag de Amalec y a lo mejor del ganado. Saúl, una vez más, se puso en lugar de Dios para tomar él las decisiones que a él le parecían más apropiadas. Así que como nos narra 1 Samuel 15:10-11:
“vino palabra de Jehová a Samuel, diciendo: Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Y se apesadumbró Samuel, y clamó a Jehová toda aquella noche.”
Durante el reinado de Saúl vemos a Samuel, siervo de Dios, interesado en que Saúl fuera obediente a Dios y fuera el rey que Dios quería. Es precioso ver que el deseo de Samuel fue siempre el éxito de su rey, a pesar de que él mismo podría haber sido el líder que Dios usara para dirigir a su pueblo. Samuel, nos dice el texto, pasó la noche entera orando, intercediendo por Saúl ante Dios.
Temprano la siguiente mañana, salió Samuel para encontrarse con Saúl. Y otra vez vemos que Saúl fue a su encuentro para saludarlo:
“ Bendito seas tú de Jehová (dijo Saúl); yo he cumplido la palabra de Jehová.”
“Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos?
Saúl, que sabía que Samuel hablaba con Dios y que no podría esconder sus hechos de este, contestó:
“De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos.”
¿Has podido detectar en esta intervención la tendencia de Saúl? Como en la ocasión anterior, parece que Saúl no era el culpable de las acciones.
1.En primer lugar dice: “De Amalec los “han” traído,” como si él no tuviera ningún poder sobre lo que el pueblo hiciera.
2También dice: “el pueblo perdonó lo mejor” No él, ¿te das cuenta? Había sido el pueblo.
3.Y en tercer lugar, “era para sacrificarlo a tu Dios”. Por supuesto. Saúl es un buen hombre de negocios, vendiendo sus acciones como si a Dios y a Samuel debieran traerles gozo. Al final hasta tendrían que dar las gracias a Saúl.
Mas a Dios no le agrada que ignoremos Sus órdenes para reemplazarlas con nuestras buenas ideas.
“Entonces dijo Samuel a Saúl: Déjame declararte lo que Jehová me ha dicho esta noche. Y él le respondió: Di.”
“Y dijo Samuel: Aunque eras pequeño en tus propios ojos (recuerdas cuando se escondió entre el bagaje para pasar desapercibido?) Aunque eras pequeño en tus propios ojos ¿no has sido hecho jefe de las tribus de Israel, y Jehová te ha ungido por rey sobre Israel?
Y Jehová te envió en misión y dijo: Ve, destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes. (instrucciones claras, verdad?)
¿Por qué, pues, no has oído la voz de Jehová, sino que vuelto al botín has hecho lo malo ante los ojos de Jehová?”
Mas vemos que Saúl se sigue explicando y excusando sus acciones:
“Antes bien he obedecido la voz de Jehová, y fui a la misión que Jehová me envió, y he traído a Agag rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas.”
Saúl está diciendo: Yo he hecho lo que Dios me ha pedido. “Mas el pueblo …” Ha sido culpa del pueblo.
Saúl comienza a echar la culpa a otros: “Mas el pueblo tomó del botín ovejas y vacas, las primicias del anatema, para ofrecer sacrificios a Jehová tu Dios en Gilgal.” Una vez más, Saúl repite lo que había dicho antes. El pueblo había decidido hacer las cosas de otra manera, y lo habían hecho para Dios. Dios debería estar agradecido por lo que habían decidido, aunque no fuera lo que Él había pedido.
¿Te has encontrado en alguna ocasión pensando así? ¡Que Dios debería estar contento con lo que tu le ofreces, aunque no sea lo que Él ha pedido?
Samuel le contestó con una pregunta retórica; una pregunta que es idónea para Saúl y para nosotros. Piensa y contesta:
“¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey.”
No importa si has hecho algo que requería un gran esfuerzo de tu parte y lo has hecho para Dios. Si Dios no te lo ha pedido, no estás hacieno el sacrificio para él; lo estás haciendo para ti. Dios no se deleita en tu esfuerzo o sacrificio personal; Dios se deleita en que le hagas caso y estés en cercana comunión con Él día a día.
Cabe resaltar los pecados de los que Samuel está acusando a Saúl por sus acciones:
Desobediencia, rebelión y obstinación. Saúl había decidido obedecer el deseo del pueblo y desobedecer el de Dios. Además, al desechar la palabra de Dios para hacer lo que a él le parecía mejor demostró rebelión y obstinación. Su orgullo y persistencia en hacer lo que a él le parecía se interpuso entre él y Dios.
Ahora tenía la oportunidad de arrepentirse de su pecado y volver a Dios, mas no es esto lo que encontramos exactamente. Encontramos una disculpa que insiste en minimizar sus hechos, no queriendo aceptar la responsabilidad de sus propias acciones.
Entonces Saúl dijo a Samuel: “Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado,”
Saúl está diciendo básicamente: Mi fallo fue escuchar al pueblo antes que a ti y a Dios. ¿Y qué de “he sido rebelde” “he sido obstinado” o “yo debería haber guiado al pueblo a la obediencia”? Saúl da la impresión de que su única falta es ser víctima de los deseos de su pueblo.
Y vemos que Saúl no tiene el espíritu correcto ante Dios por lo que le dice a Samuel en el versículo 30 del capítulo 15:
“Y Saúl dijo: Yo he pecado; pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios.”
Lo que realmente le importaba a Saúl era quedar bien ante el pueblo. Por eso había desechado la palabra de Dios en primer lugar. Su meta era tener buena fama ante pueblo; él quería la aprobación de los demás, y estaba dispuesto de sacrificar la aprobación de Dios para obtener lo que su corazón deseaba.
El profeta fue con él, pero esta sería la última ocasión en que Samuel vería a Saúl. Las derrotas personales de Saúl tras su distanciamiento de Dios las seguiremos viendo a través del libro, y cómo Saúl llegó a estar desequilibrado emocionalmente, mostrando un carácter violento y amargado. Y nos dice el versículo 35 que “nunca después vio S -
Saúl fue elegido por Dios para ser rey. Lo vimos al principio de su reinado como un hombre humilde, que no buscaba gloria para sí. Sin embargo, poco después de ser rey, comenzamos a ver que el poder le agrada, y quiere tener control sobre todas las cosas, llegando a olvidar que él estaba bajo la mano de un rey mayor que él, el Rey de reyes, Dios.
En el capítulo 13, cuando Saúl ya llevaba más de un año de reinado, comenzamos a ver faltas en su carácter que resultarán en su autodestrucción. Saúl, a través de diferentes historias relatadas en 1 de Samuel, muestra una falta de responsabilidad por sus propias acciones y falta de discernimiento a la hora de tomar decisiones.
En la primera historia, lo encontramos en guerra contra los filisteos. Vemos aquí que Jonatán su hijo estaba al cargo de parte del ejército. Se habían juntado los hombres de Israel en Gilgal para combartir contra los filisteos. Los filisteos habían salido contra ellos, y al ver los israelitas el gran ejército filisteo, se habían escondido en cuevas. Nos dicen los versículos 7 y 8 que “algunos de los hebreos pasaron el Jordán a la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando.” Estaban esperando palabra de Dios para ir tras los filisteos.
Así que Saúl esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba.”
Saúl había avisado a Samuel, y este le había dicho que tardaría en llegar siete días, pero los filisteos estaban amenazando, y algunos soldados estaban desertando. Así que Saúl decidió saltarse el orden establecido por Dios y realizar él el holocuasto a Dios. Y, como sería de esperar, justo cuando acababa de ofrecer el holocausto, le avisaron de que Samuel acababa de llegar al campamento. Y nos dice el texto que “salió Saúl a recibirlo, para saludarle”.
“Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho?
Aquí vemos a Saúl poniéndose nervioso, y para defenderse, le explica:
“vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas,” (13:11) me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto.
¿Puedes ver la cantidad de excusas y explicaciones?
En primer lugar, la culpa la tienen otros:
1. El pueblo se me desertaba.
2. Tú no venías
3. los filisteos ya estaban reunidos para la batalla
En segundo lugar, Saúl se presenta como el afectado:
1. Los filisteos vendrán contra mí
2. Me esforcé
3. Ofrecí holocausto
“Entonces Samuel contesto a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.”
1 Samuel 13:11-14
Samuel no hizo ninguna referencia a las tres acusaciones que Saúl había lanzado, para el pueblo, para él y para los filisteos. Fue directamente a las acciones de Saúl: Había actuado locamente porque no había obedecido la Palabra de Dios. Dios le había mandado algo y él había decidido hacer otra cosa totalmente diferente. Saúl se había puesto en el lugar de Dios. Él era el que debía resolver la situación, aunque esto significara saltarse a la torera lo que Dios había mandado.
Y como resultado vemos que Dios desecharía a su persona ya su familia para poner a otro por rey. Aunque Dios no lo hizo inmediatamente, igual como en el caso de Elí y sus hijos, Dios ya había anunciado a Saúl que su reinado se acabaría pronto.
A pesar de este desafortunado incidente, vemos que Dios peleó la batalla, usando a Jonatán, hijo de Saúl, el cuál subió al campamento de los filisteos para ver si Dios les daría la victoria. De forma milagrosa, vemos que a pesar de que los de Israel eran menos y casi sin armamento, los filisteos se levantaron en confusión, unos contra otros. Nos dice el texto que la tierra tembló y hubo gran consternación.
“Así salvó Jehová a Israel aquel día. (14:23 )”
Pero para completar la muestra de necedad de Saúl, nos cuenta el libro que este ordenó que ninguno de sus hombres probara bocado hasta que hubieran destruido a los filisteos; había decretado: “Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito.”
Así que, a pesar de que los soldados desfallecían, a pesar de que pasaban por un bosque donde había miel para comer, los hombres de Saúl no probaron bocado. Pero Jonatán no había estado con ellos cuando el rey dio esa orden. El hijo del rey había estado enu el campamento de los filisteos, usado por Dios para causar el desconcierto en el campamento enemigo, y no había oído la orden de su padre. Así que él sí comió miel. Uno de los soldado, al verle, le dijo lo que su padre había jurado.
Curiosamente, cuando los soldados de Saúl, muertos de hambre, tomaron el botín de los filisteos que habían huido, nos dice el texto que comieron los animales sin cumplir el protocolo establecido por Dios para preparar la carne, y comieron carne cruda. Cuando la noticia llegó a los oídos de Saúl, este, sabiendo que el pueblo pecaba, preparó un lugar para preparar la carne correctamente.
Saúl pidió entonces al sacerdote que sacrificara ante Dios y pidiera Su dirección para saber cuándo volver a atacar a los filisteos. Mas se nos dice que Dios no les contestó. Y decidieron echar suertes para ver quién había pecado.
En esos tiempos se utilizaba un sistema de suertes que iba eliminado posibilidades hasta llegar a aquel en quien caía la suerte. Con todo el pecado que había acontecido en el campamento, vemos que al echar suertes, es Jonatán el que es inculpado. El hijo del rey, al ver que la culpa había caído sobre él, explicó el motivo de su desobediencia:
“Ciertamente gusté un poco de miel con la punta de la vara que traía en mi mano; ¿y he de morir?”
Lo cierto es que había habido múltiples desobediencias durante esta guerra, y eran muchos los que podían ser culpables de que el Señor no contestara su petición, mas Saúl, en su estilo típico, estaba dispuesto a echar toda la culpa sobre su hijo, a pesar de que este realmente había transgredido una orden que desconocía, al contrario de Saúl y los otros hombres del ejército.
Mas vemos que el pueblo se levantó para defender a Jonatán, y este fue librado de la muerte. Aunque me alegro de que Dios protegiera a Jonatán para que no fuera castigado, este incidente nos muestra que Saúl parecía preocuparse más por lo que el pueblo pensaba de él que por agradar a Dios. Saúl no juzgó a Jonatán porque temía al pueblo. Habría sido mejor que hubiera confesado que la orden que había dado no había sido acertada, pero no es lo que nos dice el texto que ocurrió.
Esta batalla contra los filisteos había sacado a relucir la falta de discernimiento de Saúl y la tendencia que tenía de evadir responsabilidad propia, culpando a otros por sus propias acciones. Veremos en otros eventos relatados en el libro que esto, unido a su orgullo y falta de temor a Dios, lo llevaría a su propia ruina. Escucha la segunda parte del carácter peligroso de Saúl en la próxima reflexión. -
La Biblia nos presenta a Samuel desde una edad muy temprana. Ana, su madre, no podía tener hijos, y un año, mientras estaban en Silo para celebrar la fiesta anual, Ana rogó a Dios que le concediera un hijo, comprometiéndose a dedicarlo a Dios si este se lo daba. Elí, que la observaba desde su silla, pensó que estaba bebida, porque la veía llorando y no alcanzaba a oír lo que pedía. Mas ella compartió con Elí que estaba sobria, y que lo que pedía a Dios es que le concediera que tuviera hijos. Elí bendijo su petición y Ana fue a casa confiando en Dios, el cual hizo que Ana y Elcana tuvieran un varón, Samuel. Cuando este llegó a la edad en que ya no dependía del alimento de su madre (para los hebreos de la época sería alrededor de los cinco años), Ana subió con su marido a Silo, y dejaron allí a Samuel en la casa de Elí, para que aprendiera el ministerio del sacerdocio de la mano de Elí. Después nos dice que Ana y Elcana tuvieron más hijos e hijas.
Una vez en la casa de Elí, Samuel escuchó la voz de Dios. Samuel, al principio, pensaba que era Elí el que lo llamaba, mas cuando Elí se dio cuenta de que debía ser Dios mismo, y le dijo a Samuel que respondiera a Dios. ¡Habla, le dijo Samuel, que tu siervo oye! Y Dios le comunicó lo que habría de ocurrirle a los hijos de Elí, Ofni y Finees. A la mañana siguiente, Elí insistió en que Samuel le dijera lo que Dios le había dicho, y este se lo manifestó todo, sin encubrirle nada; le dijo que sus hijos morirían y su familia no sería bendecida de Dios. Entonces Eli dijo: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere.”
Nos dice 1 Samuel 3:19-20 que Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová.”
A través del libro vemos que Samuel viajó por el territorio de Israel, juzgando al pueblo y ejerciendo como sacerdote.
En el capítulo siete a Samuel se dirigió al pueblo, instándoles a que se volvieran a Dios de todo corazón, dejando de servir a los dioses ajenos. El pueblo quitó los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Jehová. Y Dios obró de manera milagrosa para dar a Israel la victoria contra los filisteos en Mizpa de mano de Samuel.
La vida de Samuel se caracterizó por su servicio a la gente, su vida de oración y su fidelidad como fiel profeta de Dios. Nos dice 1 Samuel 7:15-17 que “juzgó Samuel a Israel todo el tiempo que vivió. Y todos los años iba y daba vuelta a Bet-el, a Gilgal y a Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares. Después volvía a Ramá, porque allí estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó allí un altar a Jehová.”
Sin embargo, tristemente vemos que sus hijos no siguieron su ejemplo. Nos dice el capítulo 8:1-3 “que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel. Y el nombre de su hijo primogénito fue Joel, y el nombre del segundo, Abías; y eran jueces en Beerseba. Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.” Aprovechándose de su posición, servían para obtener ganancia. Esta avaricia provocó que el pueblo los rechazara para pedir un cambio. Dicen los versículos 4 y 5:
“Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.”
Samuel no estaba seguro de que esa solución fuera buena para el pueblo, pero trayendo el asunto en oración, recibió palabra de Dios: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos.” Y “oye su voz; mas protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos.”
Samuel habló con el pueblo cuando pidieron rey, advirtiéndoles que cuando tuvieran rey, este tomaría a sus hijos para servirle en el ejército, y en los campos del rey y en su palacio. Les advierte que el rey tomaría impuestos de todas sus posesiones, y si entonces se arrepintieran de haber pedido rey, Dios no les respondería.
Pero nos dice que el pueblo estaba decidido y no quiso oir la voz de Samuel, así que Samuel los despidió con el entendimiento de que habría rey en Israel.
Entonces Samuel les advirtió, como habían hecho años atrás Moisés y Josué: “Si temiereis a Jehová y le sirviereis, y oyereis su voz, y no fuereis rebeldes a la palabra de Jehová, y si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís a Jehová vuestro Dios, haréis bien. Mas si no oyereis la voz de Jehová, y si fuereis rebeldes a las palabras de Jehová, la mano de Jehová estará contra vosotros como estuvo contra vuestros padres.”
En el capítulo 12, Samuel, ya viejo, pero todavía ejerciendo su liderazgo espiritual ante el pueblo, les recordó de dónde los había sacado Dios y las maravillas que este había hecho a su favor. Aunque ellos habían elegido tener rey, no tenían nada que reprocharle a Samuel. Dijeron de él: “Nunca nos has calumniado ni agraviado, ni has tomado algo de mano de ningún hombre.” El pueblo era testigo de que Samuel había servido fielmente a Dios y a su pueblo.
Es curioso que no vemos a Dios acusando a Samuel de no haber amonestado a sus hijos, como hizo con Elí, por lo que podemos deducir que Samuel sí les exhortó contra sus prácticas avariciosas. Recordemos que Samuel había vivido de primera mano el juicio de Dios sobre Elí por no estorbar a sus hijos que blasfemaban a Dios. Samuel sabía el resultado de menospreciar la Palabra de Dios. Y por ese motivo no intentó defenderlos. Aunque los pecados de sus hijos no eran comparables con los de los hijos de Elí, Samuel parece que trató el tema. Samuel no dudó en ser evaluado por el pueblo para que estos decidieran si en algo él les había fallado, y dejó claro que sus hijos estaban en la congregación, y ellos podían ser examinados también por sus propios hechos. Dios mostró su misericordia, y el pueblo no culpó a Samuel de mal alguno.
Con la llegada de un rey que gobernara el pueblo, Samuel se puso a un lado también, dejando de liderar al pueblo para seguir intercediendo por ellos al Señor e instruyendo al pueblo. Samuel se comprometió ante el pueblo como podemos leer en los versículos 23-24: “lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto.
Solamente temed a Jehová y servidle de verdad con todo vuestro corazón, pues considerad cuán grandes cosas ha hecho por vosotros.”
Samuel fue el hombre que Dios usó para ungir al que Dios había escogido para ser rey, y cuando el tiempo llegó, fue Samuel el que proclamó a Saúl rey ante el pueblo. Samuel fue fiel a Saúl, amonestándolo cuando tuvo que hacerlo y orando por él siempre. Después de que Saúl desobedeciera a Dios y fuera desechado, Dios volvió a darle a Samuel el privilegio de ungir a David, el cual sería rey después de Saúl.
Samuel es una figura del Mesías. Aunque no fue perfecto, fue sin duda un juez justo y un sacerdote fiel, a quien Dios usó de manera especial; y fue un profeta que jamás menospreció ni a Dios ni a Su Palabra. Veo que Dios honró a Samuel porque Samuel honró a Dios, (1 Samuel 2:30). Que Dios nos ayude a honrarlo de palabra y en verdad. -
Elí, sacerdote y juez de Israel vivía en Silo, donde estaba el arca del pacto. Este tenía dos hijos que eran sacerdotes también, Ofni y Finees. Elí era ya un hombre mayor cuando lo vemos en los primeros capítulos del libro. En las escenas en las que este aparece, está o sentado o acostado, dándonos a entender que su movilidad era limitada, y nos dice el texto que era pesado y la vista le fallaba.
Ofni y Finees, aunque eran sacerdotes que ejercían trayendo los sacrificios de las personas a la presencia de Dios, nos dice 1 Samuel 2:12 que “eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová.”
Nos cuenta el capítulo 2 que estos tenían criados que venían mientras la carne del sacrificio se estaba cociendo, y metiendo un tenedor grande guardaban lo que sacaran para el sacerdote. Hacían esto con todo el que venía a Silo, e incluso tomaban carne del sacrificio antes de que se quemara la grasa que debía ser ofrecida en holocausto al Señor.
Cuando alguien se quejaba, estos lo amenazaban con la fuerza, y el versículo 17 nos dice que “Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová.”
Su comportamiento había hecho que los que venían a ofrecer menospreciaran la ceremonia de las ofrendas que eran para Dios. Al ver el pecado de los que debían ser los siervos de Dios, los que venían a Silo pecaban de menosprecio a lo que debía ser santo, y esto a causa del pecado de sus líderes.
No solo tomaban los hijos de Elí la ceremonia a Dios en vano, sino que cometían pecados de índole moral.
1 Samuel 2:22 dice “Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.”
Elí, al ver la mala reputación de sus hijos finalmente lo vemos hablar con ellos, confrontándoles sobre lo que se decía de ellos,
“Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes.
No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová.
Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él?”
Mas nos dice el texto que estos no atendieron a las palabras de su padre. Parece que Elí había descuidado durante años la educación de sus hijos, a la hora de disciplinar y guiarlos. No lo digo yo, lo dice el Señor cuando le habla a Elí en el versículo 19:
“¿Por qué habéis hollado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo mandé ofrecer en el tabernáculo; y has honrado a tus hijos más que a mí, engordándoos de lo principal de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?
Dios no había estado ignorando todo lo que estaba ocurriendo. Los que debían estar guardando el tabernáculo y santificando los sacrificios a Dios los estaban “hollando”, pisoteando lo que Dios había declarado santo. Dios acusa a Elí y sus hijos de haberse engordado de las ofrendas del pueblo. Dios va aún más lejos y le acusa de no haber estorbado a sus hijos cuando estos habían blasfemado contra Dios (1 Samuel 3:13).
Con su comportamiento hacia sus hijos, Elí había honrado a sus hijos más que a Dios mismo. Dios le dice “yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.”
En el capitulo dos, Dios anuncia a Elí que sus hijos morirán en un mismo día, y le dice que su familia no seguirá juzgando a Israel. En el capítulo siguiente, Dios le confirma a Samuel su determinación de acabar con la vida pecaminosa de Ofni y Finees, y en el capítulo cuatro, durante una batalla con los filisteos, Elí recibe noticias de que sus hijos han muerto y el arca del pacto ha sido tomada por los filisteos. Curiosamente leemos que la noticia del arca es lo que hace a Elí sufrir un infarto que acabaría con su vida. Él ya esperaba el juicio de Dios sobre sus hijos, mas vemos que el corazón de Elí amaba a Dios y le sobresaltó la idea de que el arca donde moraba la presencia de Dios ya no estaba con los israelitas.
Así vemos a Elí, un hombre que amaba a Dios, pero se había acomodado, descuidando el bienestar espiritual de sus hijos. Estos habían crecido “en la congregación”, pero como vimos al principio del capítulo dos, no conocían a Dios. Habían seguido costumbres y ritos, hasta el punto en que habían llegado a ejercer el sacerdocio, pero no tenían una relación personal con Dios. Habían hecho del sacerdocio un negocio del que vivían, y no un ministerio por el que vivían.
Elí había ignorado el estado de sus corazones por mucho tiempo, quizás por estar ocupado en los asuntos del sacerdocio. Cuando todos podían ver las acciones de sus hijos, nos dice el texto que era demasiado tarde para influenciarlos. Parece que Elí había sido el último en notar la condición espiritual de sus hijos.
En la vida se puede aprender de ejemplos positivos y de ejemplos negativos, y aquí Elí es un ejemplo negativo para nosotros, para que aprendamos de sus errores y no descuidemos el discipulado de nuestros hijos, y podamos así regocijarnos de verlos viviendo para Dios.
Como leemos en el cuarto versículo de la tercera epístola de Juan “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad.”
Que Dios nos de sabiduría para comunicar la verdad del evangelio a nuestros hijos y no olvidar la exhortación de Deuteronomio 6:
“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.”
Y que no sea tan solo compartirlas con nuestros hijos. Para que la enseñanza sea eficaz, debemos demostrarlas en nuestras propias vidas, y llamar la atención a tiempo cuando ellos no las estén viviendo. No queremos que Dios nos tenga que acusar de honrar a nuestros hijos más que Él por no amonestarlos cuando blasfeman el nombre de Dios con sus acciones. Y principalmente, atendiendo a Su Palabra, debemos pedir a Dios que sea Él el que haga la obra en nosotros y en ellos, porque como dice Filipenses 2:13, “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”
Que Dios nos ayude a santificar Su nombre. -
El libro de Samuel está dividido en dos partes. En el primer libro de Samuel podemos leer sobre la transición desde el tiempo de los jueces hasta el comienzo de la monarquía en Israel. El segundo libro trata el reinado del rey David.
Los últimos dos jueces de Israel aparecen en este libro. El sacerdote Elí y el profeta Samuel lideraron el pueblo antes de que Israel tuviera rey.
El libro comienza con el relato del nacimiento de Samuel. Nos cuenta cómo Elcana, padre de Samuel, subía cada año desde el monte de Efraín a adorar y ofrecer sacrificios a Jehová en Silo, donde habitaba Elí y sus hijos, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová.
Vemos cómo Ana, esposa de Elcana, viene a Dios en Silo con una petición especial. Es estéril, y desea tanto un hijo, que promete a Dios que si se lo concede, lo dedicará al servicio de Dios. Así vemos que Samuel, la contestación a su petición, llegó a Silo cuando fue destetado, para morar con Elí y aprender el ministerio sacerdotal desde niño.
Como explica el video producido por el proyecto Biblia, en el capítulo dos, El canto de Ana tras ser bendecida por Dios revela los temas principales del libro de Samuel.
El libro trata de cómo Dios se opone al orgulloso y exalta al humilde. El libro de Samuel contiene historias detalladas de cómo los personajes orgullosos como Saúl o Goliat son confrontados por Dios mismo, y cómo el humilde es protegido y exaltado por Dios.
En segundo lugar, veremos que el libro relata historias que muestran que Dios está obrando a pesar de la maldad humana. La paciencia y confianza en Dios es premiada, como veremos en la vida de David.
Y en tercer lugar, a través de un estudio del carácter de los personajes del libro, se nos muestran características buenas y malas de los los diferentes reyes, para dejarnos con la esperanza de que Dios levantaría a un rey que reuniría todas las características de un rey perfecto, uno que vendría siglos más tarde en la persona del Mesías, el Rey ungido.
Quisiera leer el cántico de alabanza de Ana, como introducción a este libro. Que Dios te bendiga por Su Palabra.
Mi corazón se regocija en Jehová, Mi poder se exalta en Jehová; Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, Por cuanto me alegré en tu salvación.
No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro.
No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová, Y a él toca el pesar las acciones.
Los arcos de los fuertes fueron quebrados, Y los débiles se ciñeron de poder.
Los saciados se alquilaron por pan, Y los hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la estéril ha dado a luz siete, Y la que tenía muchos hijos languidece.
Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir.
Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece.
El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo.
El guarda los pies de sus santos, Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza.
Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, Y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, Dará poder a su Rey, Y exaltará el poderío de su Ungido. -
Booz en el libro de Rut nos muestra una figura del Mesías. Booz fue el que redimió a Rut, comprando la heredad de Elimelec y tomando a Rut, para que esta pudiera llevar su nombre. Dios mismo se presenta en el antiguo testamento como el redentor del pueblo de Israel, a quién Él hizo Su pueblo.
¿Pero sabías que la Biblia presenta a Jesucristo como nuestro redentor? Todos nosotros estamos en necesidad de redención, como Rut y Noemí. Sin un redentor, nuestro nombre no perdurará, y tenemos asegurada la muerte eterna.
Tenemos una deuda por el pecado que no somos capaces de pagar. No hay nada en nosotros que pueda satisfacer la paga del pecado que hay en nosotros, lo cual merece la muerte, como nos dice Romanos 6:23.
Mas este versículo no sólo nos dice lo que merecemos, sino que nos muestra lo que se nos ha ofrecido. Dice así:
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Jesucristo es el que puede redimirnos, cubriendo la deuda y dándonos su nombre, llegando así nosotros a formar parte de la familia de Dios. Cristo, Dios mismo hecho carne, es ese pariente más cercano.
Y Él vino a la tierra para poder proveer el modo de redención del ser humano.
Gálatas 4:4-5 nos dice: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.”
Nos dice Juan 1:14 que “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
“Cristo se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” Filipenses 2:7
Cristo vino a la tierra para poder redimirnos. Vino a vivir aquí y poder experimentar la tentación sin pecar, como nos dice 1 Pedro 2:22, Y así, puede librarnos a nosotros. Como vemos en Hebreos 2:17:
“Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.”
Y así, lo que era imposible para nosotros, Cristo lo hizo posible, condenando el pecado en la carne (Romanos 8:3).
¿Cómo fue el proceso de redención ofrecido por Cristo?
Vimos en Rut que Booz debió comprar la heredad que pertenecía a Elimelec, e hizo un pacto de matrimonio con Rut.
La Biblia usa un vocabulario de compra y de pacto también para referirse a la obra redentora de Cristo.
1 Corintios 6:20 nos dice: “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.”
¿Cuál es el precio que pagó Cristo por nosotros? Nos dice la Biblia que fue su propia vida.
Colosenses 1:14 y Efesios 1:7 nos dice que “tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
Y Hebreos 9:12 nos recuerda que no nos redimió con sangre de machos cabríos, como ocurría en los holocaustos y sacrificios, sino “por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.”
Y es que la redención de Cristo no es ni temporal ni terrenal; es eterna y transciende todos los límites.
El pacto que Cristo ha sellado con Su sangre es puramente para nuestro beneficio.
“Él se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio.” Tito 2:14
Rut nos muestra a Booz como un hombre que no necesitaba tierras, y no sabemos si tenía familia, pero podemos imaginar que se sentiría alagado por el hecho que Rut le pidiera a él que la redimiera. Como le dice en la historia, ella no había buscado a un hombre joven, dando a entender que él era bastante mayor que ella. Al redimirnos, Cristo, al igual que Booz en la historia de Rut, nos hizo parte de su familia. Pero Cristo no tenía ninguna necesidad de redimirnos. Lo hizo para nuestro beneficio.
Cristo nos redimió, dándonos su nombre. Y todo aquel que acepta su redención llega a ser hijo de Dios.
Juan 1:12 nos indica quienes tienen el derecho de ser llamados hijos de Dios. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. “
Un hijo de Dios se hace, no se nace. Muchos dicen que todos somos hijos de Dios. Dios no enseña eso en Su palabra. Deja claro que hemos sido creados por Dios, y es cierto que Dios es poderoso para controlar el mundo. Pero Dios dice que sus hijos son aquellos que han puesto su confianza en la obra redentora de Cristo en la cruz.
Así pues, aunque el mundo es de mi Dios, el mundo hoy en dIa no reconoce a Dios, y Dios no tiene por qué atender a un mundo que lo ha rechazado. Mas vemos claramente que, como nos dice Romanos 8:28, “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” Dios controla la vida de aquellos que se lo piden, habiendo aceptado el pacto de redención ofrecido por Cristo. Y qué precioso control el suyo.
Como hemos visto en la vida de Noemí y de Rut, el redentor es un personaje honesto, fiel, y amoroso, que busca el bien de sus redimidos.
Cristo, el Mesías enviado por Dios se despojó a sí mismo, mostrando una humildad y un amor indescriptible, y se presenta como el esposo de su iglesia, de todos los redimidos por su obra redentora en la cruz.
Espero que hayas podido entender esta increíble obra de amor, y que te haga pensar en tu posición ante el Redentor, Cristo. Este está dispuesto a redimirte y ofrecerte una vida plena siendo parte de la familia de Dios. Y ahora depende de ti, de tu decisión de recibir la redención y el perdón de pecados, o por el contrario, de rechazar su ofrecimiento, y seguir tu vida fuera de la familia de Dios.
¿Qué harás tú con Cristo? -
El libro de Rut relata la historia de una chica moabita que se casa con un inmigrante israelita que vive en su pueblo con su madre y hermano. Tras fallecer los hombres de la familia, su suegra, Noemí, decide volver a Israel, su tierra natal, y Rut decide volver con ella. El vínculo formado con su nueva familia va más allá del afecto, ya que parece que Rut ha conocido al Dios de Israel. No quiere volver a las prácticas paganas de su tierra de Moab, y decide marcharse con su suegra a Belén, a pesar de no tener garantías de volverse a casar. Así Rut llega a ser una inmigrante en tierra de Israel.
Para proveer para ella y Noemí, Rut sale a los campos a buscar comida. La ley de Moisés estipulaba que en los campos de créales el grano no fuera recolectado por completo para que los pobres y los extranjeros sin trabajo pudieran recoger lo que quedara y así tener para comer (Levítico 19:9-10 y Deuteronomio 24:19). Así que Rut salió al campo más cercano para recoger espigas.
Y sucedió que el campo al que ella entró a trabajar pertenecía a Booz, un pariente de Elimelec, difunto marido de Noemí. Al verla Booz, preguntó al encargado de los segadores quien era, y este le explicó que era la joven que había vuelto con Noemí de los campos de Moab. Booz, habiendo oído de la bondad que esta chica había mostrado a su suegra Noemí, fue a hablar con ella para darle permiso de recoger espigas con sus criadas sin que nadie la molestara o le llamara la atención. Incluso lo arregló para que ella pudiera beber el agua de los que estaban trabajando la finca y comer con ellos.
Me encanta el versículo 2:12, porque describe la bendición de Dios para Rut al escoger confiar en Él. Le dijo Booz: “Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.”
Rut volvió a casa con una buena cantidad de cereal y la comida que le había sobrado del día y le contó todo a Noemí. Y esta se regocijó de ver que Dios había sido misericordioso con ellas, habiendo Rut entrado al campo de Booz, sin saber esta que aquel era pariente de Elimelec, uno de los que podía redimirlas.
Noemí llegó a Belén pensando que no había futuro para Rut ahí, pero Dios tenía un futuro planeado para Noemí y para Rut. En la cultura hebrea, el familiar más cercano podía redimir el nombre de uno que había fallecido, comprando la heredad de este y contrayendo matrimonio con la viuda. Si Booz estaba dispuesto a redimir a Rut, y daba la impresión de estarlo, la familia de Elimelec y Quelión tendría la posibilidad de continuar su nombre y descendencia.
Rut esperó al fin de la siega para dar un paso de valentía y pedirle a Booz si estaba dispuesto a redimirla. Noemí le había dado instrucciones de cómo hacerlo. Iría a él una noche en que Booz estaba en los campos aventando la cebada. Durante los días que se realizaba esta tarea, los hombres dormían en los campos. Rut iría durante la noche para no ser vista de la gente alrededor. Valientemente siguió las instrucciones de su suegra y fue donde estaba Booz acostado en el campo, y nos dice el texto que cuando Booz la vio y oyó lo que tenía que decir, le dijo:
“Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes, sean pobres o ricos. Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa.”
En el tiempo que Rut había vivido en Belén, se había ganado una buena reputación. Había cuidado de su suegra trabajando y no buscando su propio bien. Y Booz la había estado observando.
Este le contó que había un pariente que tenía derecho de redimir antes que él, y que él investigaría el asunto y hablaría con ella al siguiente día. Y la mandó a casa con seis medida de cebada, ya que la siega había acabado.
Al escuchar lo ocurrido, Noemí, que conocía el buen carácter de Booz, le dijo a su nuera que descansara tranquila, porque Booz vendría con una respuesta ese mismo día.
Así fue. Booz fue a encontrarse con este pariente para proponerle redimir a su pariente Elimelec. Este, al principio, estaba dispuesto a comprar la tierra, pero teniendo su propia familia, no quiso redimir a Rut casándose con ella, así que Booz recibió permiso de este ante testigos para casarse con Rut y redimir el nombre familiar.
Nos relata Rut 4:11 que “dijeron todos los del pueblo que estaban a la puerta con los ancianos: Testigos somos. Jehová haga a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y tú seas ilustre en Efrata, y seas de renombre en Belén.”
Poco sabían estos hombres que esta bendición era profética, ya que Booz y Rut se casaron y tuvieron un hijo de cuyo linaje vendría siglos más tarde, Jesús, el Salvador, nacido en Belén Efrata para redimir a Su pueblo de sus pecados. Dios prometió a Abraham que en su simiente serían benditas todas las naciones de la tierra. Y ahora, Rut la moabita, entraría a formar parte de esta bendición.
Noemí y Rut habían ido a Belén sin mucha esperanza, no sabiendo lo que Dios tenía para ellas. Y vemos que nunca habían estado desamparadas. Dios en los cielos tenía un plan para ellas que no cabía en la imaginación de estas.
Rut 4:14-15 nos dice:
“Y las mujeres decían a Noemí: Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos.”
Dios había endulzado el alma amarga de Noemí, y había bendecido a Rut recibiéndola entre su pueblo y haciéndola suya.
Así es el Señor con cada una de nosotras. Cuando ponemos nuestra confianza en Él, nos declara sus hijas y nos cambia nuestra tristeza en gozo. Hemos sido redimidas, y ahora llevamos Su nombre. Alabado sea el nombre del Señor. - Visa fler