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Meditación en el Domingo (C) de la VI semana del Tiempo Ordinario, grabada durante una Vela con el Santísimo para familias del Colegio Alegra. Al hilo del Evangelio de hoy, meditamos en la confianza en Dios y el premio que Dios promete a los pobres, los que lloran, los hambrientos, los excluidos, perseguidos e insultados por su nombre: el consuelo de Dios. Un consuelo que el mundo no puede dar, y que apunta a la orilla del más allá, pero actúa también en la orilla del más acá: aquí y ahora.
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Meditación en el sábado de la V semana del Tiempo Ordinario. En la Primera Lectura contemplamos a Adán y Eva que se esconden de Dios tras el pecado. «¿Dónde estás?» pregunta Dios. Dios nos busca a cada uno, cuenta con nosotros para cosas grandes, como queda claro en el Evangelio de hoy: esa multiplicación de los siete panes y los dos peces. Muchas veces no tendremos más que siete panes para la muchedumbre, pero si los ponemos en las manos de Dios, Él hará milagros con ellos. Lo que no hemos de hacer es escondernos tras los árboles de nuestras carencias, defectos y limitaciones.
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Meditación predicada en un Centro de la Obra el 14 de febrero, aniversario de las mujeres en el Opus Dei, y de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. San Josemaría buscó incansablemente poder tener sacerdotes que procedieran de los laicos del Opus Dei, y vio la solución jurídica tal día como hoy de 1943. Meditamos sobre los sacerdotes en la Obra.
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Meditación en el jueves de la V semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos muestra a Jesús predicando por la región pagana de Tiro. Una mujer cananea se acerca y le pide la curación de su hija. Jesús se hace de rogar, y al hacerlo logra que esta mujer persevere con fe y humildad, dándonos ejemplo de una oración confiada a los cristianos de todos los tiempos.
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Meditación en el miércoles de la V semana del Tiempo Ordinario. En el Evangelio, continuación del de ayer, Jesús nos anima a tener un corazón limpio, pues de él sale la maldad que hace impuras algunas conductas y comportamientos, no de las cosas materiales y las criaturas. Hemos de vigilar para que el corazón este limpio, es decir, lleno solo de amor a Dios y a los demás, de deseos de entrega.
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Meditación en el martes de la V semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio recoge un lamento de Jesús ante los fariseos: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». A esto conduce la rigidez espiritual, el neo-pelagianismo del que habla el Papa, la falta de pasión y el acostumbramiento en el trato con Dios.
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Meditación en el lunes de la V semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos cuenta que al llegar Jesús a las ciudades, «le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban». El poder benéfico y sanador del Cuerpo de Cristo, de su presencia. Ese Cuerpo que está presente en la Eucaristía, y nos toca, ¡y de qué manera!, en la Comunión. Nos toca y cura, enseñándonos a tener fe, esperanza y amor.
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Meditación sobre el Evangelio del Domingo V (año C) y del jueves de la XXII semana del Tiempo Ordinario: Jesús se sube a la barca de Pedro y le ruega que la aleje de la orilla. Luego le dice que reme mar adentro, y eche las redes. Y comienza la aventura... Si dejamos a Cristo entrar en nuestra vida, y hacemos bailar a nuestra libertad al son de la música del Señor, nuestra vida se convertirá también en una aventura.
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Meditación en el sábado de la IV semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos presenta una escena en la que la gente obliga a Jesús a cambiar los planes de descanso que había previsto con los Doce, porque «no tenían tiempo ni para comer». Pero Jesús reacciona con compasión, y al ver a las multitudes se olvida de sus planes, y «se puso a enseñarles muchas cosas». Nosotros también hemos de aprender a ser generosos con nuestro tiempo. Nuestro tiempo no es para nosotros, sino para Dios y los demás.
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Meditación en el viernes de la IV semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos cuenta la triste historia de como Herodes, alentado por Herodías, que odiaba a Juan por decirle que no podía tenerla como mujer, por ser la mujer de su hermano, manda encarcelar y posteriormente decapitar a Juan. Podemos leer esta escena como una lucha entre el pecado (representado por Herodías y su hija) y la conciencia de Herodes (representado por Juan).
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Meditación en el jueves de la IV semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos presenta el envío de los Doce Apóstoles de dos en dos. Tomamos pie para hablar de la fraternidad cristiana, que es el mejor modo de evangelizar. Se trata de una meditación predicada en un contexto especial: a personas supernumerarias del Opus Dei en un retiro especial.
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Meditación en el miércoles de la IV semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos narra la visita de Jesús a su ciudad, Nazaret, y como los suyos no lo acogieron con fe, porque lo conocían desde siempre. Jesús se admira de su poca fe, no puede hacer muchos milagros allí y se marcha a predicar a otras ciudades. Ese mismo Jesús está presente en los sagrarios de nuestras iglesias: ¿con qué fe acudo a rezar, a la Santa Misa?
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Meditación en el martes de la IV semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio de Marcos nos cuenta dos milagros: la resurrección de la hija de Jairo, y la curación de la hemorroísa. Ambos son ejemplos de cómo una fe humilde consigue conmover a Jesús, el Señor de los favores.
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Meditación en el lunes de la IV semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio recoge un episodio más de la lucha de Jesús contra el diablo. Expulsa una legión de un hombre y les deja entrar en una piara de cerdos que se precipita por un acantilado al mar y se ahoga. El pecado es el único mal verdadero, y es una planta parásita, que acaba destruyendo a quien lo acoge en su interior.
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Meditación en la fiesta de la Presentación del Señor y la Purificación de la Virgen. Cuarenta días después de dar a luz, María y José subieron al Templo, con Jesús, para la purificación de la Madre, rescatar al primogénito Jesús y presentarlo a Dios en el Templo. Podemos imitar a nuestra Madre en el amor a las tradiciones de su pueblo, siendo muy delicados con los mandamientos y costumbres de la Iglesia. Y cuidar la confesión, donde somos rescatados por Dios del pecado.
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Meditación en el sábado de la III semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos presenta al Señor dormido en la popa de la barca, y como al arreciar la tempestad, sus discípulos le despiertan, temerosos de hundirse. Esa barca es imagen de la Iglesia y de la propia vida. Si llevamos a Cristo con nosotros, y la Iglesia lo lleva, podemos estar tranquilos en medio de las persecuciones. Despertar al Maestro, presente en los sagrarios.
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Meditación en el viernes de la III semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos presenta dos de las parábolas del Reino de los Cielos: la de la semilla que, sin que el hombre sepa como, ya duerma o vele, crece y da su fruto; y la del granito de mostaza, que es la más pequeña de las semillas, pero se hace un árbol grande que cobija muchos pájaros. Ambas nos hablan de esperanza, confianza y optimismo.
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Meditación en el jueves de la III semana del Tiempo Ordinario. En el Evangelio el Señor nos cuenta la parábola de la lámpara que se pone sobre el candelero, no bajo la cama. La lámpara, la luz, es Cristo. Él es la Luz del mundo. Pero también los cristianos, cada uno de nosotros, a los que nos animó: «Alumbre así vuestra luz en el mundo». Ser luz y dar luz. Ese es nuestro destino. Esta meditación es la misma, editada, que la número 323 de este podcast, predicada el 28 de enero de 2021.
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Meditación en el miércoles de la III semana del Tiempo Ordinario. El Evangelio nos muestra como el Señor comienza a hablar en parábolas, y empieza con la parábola del sembrador, que podemos aplicar a la formación cristiana que recibimos de muy diversos modos. Necesitamos humildad, atención, constancia, limpieza de alma, para ser buena tierra y dar fruto.
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Meditación en el martes de la III semana del Tiempo Ordinario. En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». Necesitamos conectar nuestra oración con la vida, de manera que engranen, como el motor con las ruedas de un coche, y nos mueva a cumplir la Voluntad de Dios en las cosas ordinarias de cada día.
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