Avsnitt

  • Eduardo Longoni es uno de los fotógrafos más importantes del país. Trabajó sobre momentos culmines de Argentina incluyendo hechos de la dictadura, los sucesos de La Tablada y mundiales de fútbol. En conmemoración a su trabajo, se estrenará el jueves 3 el documental “Una mirada honesta” en el Gaumont.



    Uno de sus retratos más significativos fue el del gol de Diego Maradona denominado popularmente como “La mano de Dios” en el mundial México 1986 en el partido contra Inglaterra. En ese marco, reveló: “Ese fue el de los últimos eventos en los que la cámara fotográfica le pudo ganar a la televisión”.

    “Le regalé la foto original a Diego pero estimo que la rompió porque no quería saber nada con eso”, contó Longoni.



    Ahí Vamos, lunes a viernes de 9.00 a 12.00

    Con Gisela Busaniche, Carlos Ulanovsky, Alfredo Zaiat, Agustín Álvarez Rey, Horacio Marmurek, Ingrid Beck, Diana Costanzo , Santiago Lucía, Cecilia Diwan, Cristian Bello, Felipe Pigna y Néstor Espósito.

  • 13 de junio de 1982. Después de la ceremonia inaugural, se disputó el primer partido del Grupo 3. En esos 90’, el campeón estrenó la corona ganada en casa cuatro años antes, ante una sorprendente selección belga, que en las eliminatorias postergó al segundo lugar a Francia y dejó sin torneo a Holanda.

    César Luis Menotti sumó al equipo del ’78, lo mejor del juvenil que dio la vuelta olímpica en Tokio, confiando con repetir de la mano de esta mixtura generacional, el protagonismo que había conseguido en su ciclo. El Pato Fillol en el arco; los cuatro del fondo, Olguín, Galván, Passarella y Tarantini. En la mitad de la cancha, Ardiles, Gallego y Maradona. Los tres de la ofensiva, Bertoni, Ramón Díaz y Kempes.

    En el estadio del Barcelona y en la apertura del Mundial español, se vivió un partido singular: el debut de Diego Armando Maradona en la historia de la Copa.

    El 10 bajó constantemente a buscar la pelota, cerca del área grande argentina. Necesitaba hacerse cargo de la conducción del equipo, como lo pedía a gritos el partido imaginado. Bancó la multiplicación de la dura marca de Bélgica, que escalonaba hombres en la cacería, hasta que el último se encargaba del foul táctico de turno, lo más lejos del arco europeo posible.

    Buscó sin suerte sociedades con Kempes, Ramón y Bertoni y fue mucho más preciso y profundo en el primer tiempo. Cuando Argentina buscaba el empate, generó dos situaciones de gol clarísimas. Primero clavó un tiro libre en el travesaño que picó a centímetros de la línea de sentencia y que después no pudo ser aprovechado por el “Matador”. Luego de un desborde por izquierda mandó un centro pasado milimétrico para el cabezazo de Valdano (había ingresado por Ramón en el segundo tiempo), que se estrelló en el pecho del arquero europeo.

    Después del gol de Vandenbergh a los ’62, al equipo albiceleste sin brillo se lo comió la telaraña de los “Diablos Rojos”. La leyenda del ganador del título anterior fracasando en el estreno mundialista, se encaprichaba con repetirse.

    Al día siguiente de la derrota ante Bélgica, el general Menéndez firmó la rendición ante los ingleses, a 74 días del desembarco de las tropas argentinas a las islas…

    El partido a través del relato de José María Muñoz, por Radio Rivadavia.

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  • La primera de mil resurrecciones. 28 de septiembre de 1992. Diego regresaba a casa, después de 15 meses. Volvía al fútbol tras la suspensión, después de su alejarse de Nápoles. Otra vez el 10 en la espalda, luego de la traumática despedida de una ciudad que durante ocho años, fue mucho más que un club, muchísimo más que una camiseta…

    La nueva estación de su historia, se llamaba Sevilla. Negociación compleja, con la FIFA como mediadora y cerca de 4 millones y medio de dólares, por el fichaje histórico.

    La argentinidad de aquel equipo, la completaba en la cancha el Cholo Simeone y en el banco, Carlos Bilardo. La fiesta fue en el Sánchez Pizjuán, con el Bayern Munich de Lothar Matthaus, su gran rival en las finales de México e Italia 1990, como el gran invitado.

    El partido terminó 3-1 a favor del local, con goles de Pepe Prieto, Davor Suker y Pineda.

    Con toda la sabiduría a en el bolsillo, subió la cuesta del partido dando ventajas físicas. Se plantó en la mitad de la cancha. Tocó, tocó y tocó, habilitando a todos. De a ratos, metía la quinta y aceleraba y buscaba retazos de su pasado en el área rival.

    En el primer tiempo el travesaño le devolvió un tiro libre desde una posición muy cerrada, casi contra la línea de fondo por la derecha. En el complemento, la habilitación para que Suker convierta el segundo. Aguantó los 90’, con la sensibilidad intacta de la zurda irrepetible.

    Por los puntos, debutó el 4 de octubre de 1992, perdiendo 2-1 en Bilbao ante el Athletic. En total, 29 partidos y 8 goles, en su segunda etapa en la liga española. Menos de lo deseado, pero mucho más de lo soñado alguna vez por la hinchada sevillana.

    El 23 de septiembre, Víctor Hugo desde Montevideo dialogó con Diego, a punto de relatar Uruguay 0-Argentina 0 y de subirse después a un avión para relatar Sevilla-Bayer.

    El toque para el segundo gol, el comentario final de Paenza y las últimas palabras de aquella transmisión: “Le debo alguno de mis gritos más desgarrados, alguna de mis emociones más tremendas.

    Le debo muchos momentos con la piel erizada. Le debo la búsqueda, siempre infructuosa pero siempre incesante, de las palabras que pudieran acercarse a la grandeza de Maradona”.





     

  • En la tapa del jueves 12 de febrero de 1981, Clarín tituló en soledad: “Acuerdo total. Boca paga 9 millones de dólares por Maradona”. La primicia sorprendió a propios y extraños.
    El pibe que solo tenía 20 años y moneditas y que apenas llevaba cuatro temporadas en Primera, pasaba de la humildad del Bicho a la grandeza xeneize. La estrella que brilló con luz propia en el Mundial Juvenil del ’79 y que se había quedado con el título de propiedad de la 10 de la Selección de Menotti, prometía sacar a Boca de uno de los pozos más profundos de su historia.

    Seis días después de aquella tapa, los clubes bajaron un poco la espuma de la noticia millonaria y aclararon que se trataba de un préstamo y no de una cesión definitiva.

    El 20 de febrero Pelusa debutó en Boca, jugando un amistoso ante Argentinos Juniors en La Bombonaera. Y dos días después y por primera vez por los puntos, salió a la cancha para enfrentar a Talleres de Córdoba.

    Los once de Silvio Marzolini, aquella tarde histórica: El Loco Gatti en el arco; Hugo Alves, Acevedo, Mouzo y Cacho Córdoba; Miguelito Brindisi, Quiroz y el regreso de Marcelo Trobbiani; el Pichi Escudero, Diego y Perotti.

    En la formación del equipo cordobés, unos cuantos ilustres: Chocolate Baley, Ocaño, Hoyos, Valencia, Rafael Bravo, la Pepona Reinaldi y dos generaciones mundialistas: Carabelli, campeón en Tokio y Cuciuffo, futura vuelta olímpica en México ‘86

    A los 19’ del primer tiempo, penal para el local. Diego quedó a 12 pasos de su primer gol con la azul y oro. Pero también, otro hombre que debutaba en el fútbol argentino, estaba a punto de la primera “oooooooooooooooooooo” estirada hasta que la garganta diga basta. Víctor Hugo Morales por El Mundo, iniciaba esa tarde un camino que ya superó 40 años construyendo imágenes futboleras por radio y “escribiendo” poesía a la velocidad del relato. En ese primer acto de tantas funciones, apareció aquello de “la soltó como una lágrima”…

    Después 2 goles de Brindisi, para terminar 3-0 el primer tiempo; el descuento de la Pepona y un segundo penal convertiro por Maradona a 2’ del final del partido.

  • El 10 de Abril de 1981 se produce la primera participación de Diego en un superclásico, un partido plagado de próceres del futbol, entre campeones mundiales del ´78, campeones juveniles del ´79 y jugadores históricos de ambos clubes y la selección. Diego dejaría plasmada una obra de arte a los 23 minutos del segundo tiempo, sentenciando el partido con un tres a cero a favor de Boca.

    En el mundial de Italia, el 13 de Julio de 1990, argentina necesitaba vencer a la Unión Soviética para poder seguir en carrera tras la derrota con Camerún en el debut. En este partido se produce otra de las intervenciones conocidas como “La mano de D10S” en la que sin ser advertido por el árbitro, Diego evita un gol soviético de esta manera.

    El 29 de Agosto de 1981, en un partido amistoso entre la selección Argentina y la Fiorentina en el estadio comunal de Florencia, la selección nacional goleaba por cinco a tres, dando vuelta un dos a cero inicial, partido en el cual diego convertiría los dos goles finales con una ráfaga de talento.

    En el duelo histórico entre Argentina y Brasil por los octavos de final del mundial de 1990, el conjunto carioca llegaba como favorito y Diego se encontraba con el tobillo en las peores condiciones fruto de una patada en el partido contra la unión soviética. Es aquí donde se produce uno de los goles más gritados de la historia de la selección, cuando con un pase cruzado, a los 36 minutos del segundo tiempo, Maradona logra habilitar a Caniggia logrando el renacer Argentino.

    La final del mundial de Italia sería empañada por un arbitraje cuyos fallos indisimulables desde el inicio del partido hacían notar un obstáculo para la selección, hasta que faltando cinco minutos para el final de la contienda, el juez mexicano sentenciaba un dudoso penal que arrebataba toda posibilidad de lucha.

    El 3 de Julio de 1990 en el estadio San Paolo, tiene lugar la histórica noche en la que argentina elimina a Italia de su mundial local en la maradoniana ciudad de Nápoles, agigantando aun más la leyenda de Diego en una definición por penales que llevaría a la selección a jugar la tercera final de su historia.

    Diego en Barcelona. El 24 de septiembre de 1983 Maradona sufría una de las peores lesiones de su carrera como consecuencia de una infracción sobre su tobillo, la cual lo mantuvo un largo tiempo  fuera de las canchas e hizo temer por sus posibilidades de volver a jugar.

    28 de Junio de 1981 en un empate entre Boca e Independiente, Diego brindó una de sus memorables definiciones evitando la caída de su equipo.

    En Mayo de 1978 tiene lugar el anuncio de los futbolistas que participaran en el mundial de ese año, en el que Maradona seria excluido y nunca existió una explicación al respecto.

     

  • Mundial de España, 18 de junio de 1982. Argentina necesitaba revancha ante Hungría, después de un desteñido debut en el Camp Nou de Barcelona. La derrota del campeón ante Bélgica (1-0), un día antes de la finalización de la Guerra de Malvinas y en el primer partido de Diego en la historia de los mundiales, obligaba a una victoria para soñar con el pasaporte a la segunda ronda.

    César Luis Menotti ordenó una formación casi idéntica a la del primer encuentro, salvo una modificación en la delantera. El arquero y los cuatro del fondo, los mismos de Argentina ’78: Fillol; Olguín, Luis Galván, Passarella y Tarantini. En la mitad de la cancha, Ardiles por la derecha, Gallego con la número 5 y Maradona como el nuevo dueño de la 10. Y un cambio en la delantera: Valdano en lugar de Ramón Díaz, Bertoni y Kempes.

    En Alicante, Diego jugó un gran partido, Argentina alcanzó su mejor rendimiento y goleó 4-0.

    A los 28’ del primer tiempo, Bertoni apareció por la izquierda, buscó el arco, Ferenc Mészáros dio rebote y Diego le ganó a la marca de Sándor Sallai para empujarla de cabeza a la red: Argentina 2-Hungría 0.

    Doble pared Maradona-Kempes en el lateral izquierdo del avance argentino y remate del 10 cuando pisó el área grande, para meterla contra el palo derecho del arquero húngaro: Argentina 3-Hungría 0.

    Esa noche Diego marcó los 2 primeros goles, de los 8 goles que registró en 3 mundiales, en el marco de una estadística que le apuntó exclusivamente a equipos europeos: Hungría (2), Italia (1), Inglaterra (2), Bélgica (2) y Grecia (1).

  • 3 de julio de 1990. Estadio San Paolo, en el corazón de la que por entonces se sentía una ciudad maradoniana de pies a cabeza. Con la marca del 10 en la piel, Nápoles discutía por esos días, si había que abrazar al héroe terrenal que los había vengado de tantos años de desprecio del norte o si se mordían los labios y apoyaban a un fútbol italiano que le prometía “amor eterno”, solo por una noche.

    Miles no estuvieron dispuestos a olvidar, no aceptaron traicionar tanta broca acumulada y se plantaron acompañando al ídolo cuando se preguntó: “¿Ahora les piden que se sientan italianos y alienten a la selección?”.

    Para la prensa mundial, los azzurros eran los grandes favoritos. Los bancaban una serie de razones que siempre parecen obvias, pero que a veces el fútbol ignora caprichosamente. Desde el peso de su localía, hasta el mal herido equipo argentino que se resistía a abandonar el trono conseguido en México, todos eran argumentos válidos para predecir con seguridad el futuro.

    La Italia de Baggio, Maldini, Zenga, Vialli y Schillaci, venía cumpliendo el plan de vuelo con precisión. Invicta y sin goles en contra, había realizado el recorrido: Austria, Estados Unidos, Checoslovaquia, Uruguay y República de Irlanda.

    Posiblemente para una Copa hambrienta de brillo, el resultado futbolístico de aquella noche terminó siendo inolvidable y un final que en apariencia solo tenía lugar en la ficción, borró al dueño de casa de la final y estiró la épica leyenda del capitán argentino.

    Después del gol de Totó Schillaci, a los 17’ del primer tiempo, los sobrevivientes del ’86, empezaron a mandar. Giusti, Olarticoechea, Burru, Diego, Ruggeri y desde el banco salto Batista, para asumir la responsabilidad de nivelar el trámite y ladrarle a la luna napolitana.

    Maradona para el Vasco, centro y el cabezazo de Cani que murió en la red, ante la salida en falso de Zenga. El gol que enmudeció a millones de tanos y generó un grito interminable en el sur del mundo.

    Empate en los 90’ y todo igual en el alargue. Otra vez penales en el horizonte argentino, como frente a Yugoslavia y como en esa definición por cuartos, otra vez el mismo gran protagonista: Sergio Goycochea.

    Arrancó Franco Baresi 1-0, José Serrizuela 1-1, Roberto Baggio 2-1, Jorge Burruchaga 2-2, Luigi De Agostini 3-2 y Julio Olarticoechea 3-3.

    Hasta que llegó el turno de Roberto Donadoni. Remate con cara interna del botín derecho, buscando el palo izquierdo de Goyco, vuelo del arquero argentino y otra definición desde los 12 pasos que empezaba a teñirse de celeste y blanco. El volante italiano quedó arrodillado en el punto del penal, buscando explicaciones que nadie le podía dar.

    El turno de Diego, después de fallar ante Yugoslavia y en el marco de un duelo mano a mano con la Italia del norte. Maradona 4-3: zurdazo al rincón derecho del arco, mientras Zenga buscaba el otro palo. El grito contenido del 10, la carrera hasta el banco de suplentes y el abrazo con Galíndez.

    Ultimo capítulo de esta historia, a cargo de Aldo Serena. Remate fuerte buscando el palo derecho, segundo vuelo del Vasco y en dos tiempos durmió la pelota, primero con sus manos y luego con todo el cuerpo.Argentina finalista por cuarta vez en la historia de los mundiales, en una noche que pintaba oscura y que terminó siendo mágica, como cantaba Gianna Nannini…



    Victor Hugo por Continental y los nueve penales que nos dieron el pasaporte a la final.

  • Martes 21 de junio, estadio Foxboro de Boston. A los 60’ del duelo ante Grecia, por el debut argentino en Estados Unidos ’94, Diego marcó su último gol con la camiseta argentina. Con la cara interna de su botín zurdo, sorteando la marca de la pareja de centrales Kolitsidakis-Kalitzakis, la clavó en el ángulo superior derecho. Abel Balbo para Fernando Redondo, toque para Diego, devolución al 5, pase a Claudio Caniggia, pared con Redondo y habilitación al 10. Primero la acomodó para su perfil y luego sacó el disparo que infló la red y dejó clavado a Minou en su área chica.
    “No se sabía dónde estaba la pelota, parecían un flipper”, dijo Víctor Hugo en aquel relato por Continental en el que imaginó a hinchas argentinos que se miraban con asombro y sentenciaban: “Está vivo, Gardel está vivo”. Y cerró tomando aquello de Sócrates, “Solo sé que no se nada”, para filosofar en nombre de Diego: “De fútbol lo sé todo”.

    Por último, el grito furioso frente a la cámara, que se encargó de eternizar la última o estirada hasta el infinito. Tercer gol de la selección del Coco Basile, en aquel 4-0 que invitaba a soñar con el tercer título.

    Maradona volvía a ser el actor protagónico del equipo argentino a los 34 años, después de la suspensión que terminó con su gloriosa era en el Nápoli, el regreso con la camiseta del Sevilla después de 15 meses, su ratito en N.O. Boys, el repechaje frente a los australianos…

    En el primer tiempo la marca personal de Tsalouchidis. Tarjeta amarilla y cambio de planes. En complemento lo tomó en zona Marangos y con espacios, Diego demostró que todavía podía conjugar su fútbol en tiempo presente.

    ARGENTINA: Islas; Sensini, Cáceres, Ruggeri y Chamot; Simeone, Redondo, Balbo (80’ Mancuso) y Maradona (84' Ortega); Caniggia y Batistuta. DT: Alfio Basile.

    GRECIA: Minou; Manolas; Kolitsidakis y Kalitzakis; Apostolakis, Tsalouchidis, Nioplias, Kofidis y Tsiantakis (45' Morangos); Saravakos y Mochlas (59' Mitropoulos). DT: Alketas Panagoulias.
    Goles: 2’ Batistuta; 43’ Batistuta; 60’ Maradona; 88’ Batistuta (penal).

    Juez: Arturo Angeles (Estados Unidos).
    Estadio: Foxboro (Boston).

    Octavo gol de Maradona en las copas del Mundo (34 con la Selección), para igualar la marca de Guillermo Stábile (Uruguay 1930); todos ante selecciones europeas: Hungría (2), Inglaterra (2), Bélgica (2), Italia (1) y Grecia (1). Habían pasado 15 años de su primera conquista con la celeste y blanca: 2 de junio de 1979 en Glasgow, en un amistoso ante Escocia (3-1). 12 años después de su primer gol en la historia de los mundiales: 18 de junio de 1982 en Alicante, por la segunda fecha del Grupo C frente a Hungría (4-1, con 2 goles de Diego).

    Después de 14 partidos consecutivos en tres mundiales (España, México e Italia), Maradona fue reemplazado. El primero y el último que entró por Diego en una copa del Mundo (porque luego jugó los 90’, frente a Nigeria), fue Ariel Ortega. La cinta de capitán para Oscar Ruggeri y el aplauso de más de 53 mil espectadores para el regreso de la leyenda.

    Quedó a un partido de los 21 encuentros disputados por el alemán Uwe Seeler y el polaco Wladislaw Zmuda, marca que igualó ante los nigerianos (25 de junio de 1994)
    Ese día, el 10 se convirtió en el primer argentino que jugó en cuatro Mundiales.

  • La última dictadura en la Argentina, había cumplido cinco años. Videla-Martínez de Hoz, dejaron la posta a Viola-Sigaut. El poder real, que había generado la muerte de la industria nacional para cambiar la matriz económica basada en trabajo y mercado interno, apaleaba los deseos de voto, libertades y derechos, a través de la violencia institucional de las Fuerzas Armadas.
    En ese infierno de terrorismo de Estado, reino del importado y devaluaciones que amenazan de muerte a la “Plata dulce”, el domingo 10 de mayo del ’81, había fútbol en la Bombonera y elecciones en Francia. Boca tenía que jugar con Rosario Central, por la 16° fecha del campeonato y el socialista François Mitterrand se preparaba para derrotar en segunda vuelta a Giscard d’Estaing.

    En aquel país de censura y listas negras, el equipo de “Sport 80” por Radio El Mundo, liderado por Víctor Hugo Morales, encontró una ventanita para filtrar palabras que habían sido arrancadas del diccionario político argentino. Y en “El partido en 10 minutos”, la sección destinada a resumir el partido en el final de la transmisión que guionaba Jorge Crosa, contaron el 3-2 del equipo de Maradona, como si se tratara de la cobertura de una elección.
    Un paralelismo que buscaba sembrar conciencia democrática, a través de un informe que para los uniformes, no pintaba amenazante…
    Cinco goles en el segundo tiempo y un partido definido por Diego a 2’ del final.
    Carlos Morete abrió el marcador para el local a los 54’: Tiro libre para el xeneize en tres cuartos, sobre el lateral izquierdo de su avance. Cabezazo de Maradona en la puerta del área chica, Carnevali dio rebote y la pelota le quedó servida al Puma para definir en el segundo palo.
    A los 58′ empató Edgardo Bauza de penal: Falta de Abel Alves sobre Orte, cuando el Pampa ingresaba al área grande. Con la cara interna de su botín derecho, el Patón la puso contra el palo izquierdo de Rodríguez, mientras la Pantera elegía el otro poste.
    Abel Alves de cabeza a 15’ del final: Tiro libre para Boca a centímetros del cuadro grande. Desde la derecha, centro pasado de Passucci y el lateral xeneize se elevó libre de marca, para adelantar otra vez al local en el marcador.
    Golazo de Palma de tiro libre a los 80’: El Negro la acarició a centímetros de la medialuna, superó a la barrera de seis hombres y la clavó en el ángulo superior izquierdo de Rodríguez.
    Maradona desde los 12 pasos: Desborde del 10 por la derecha y cuando buscaba el área lo derribaron. Vigliano no dudó en pitar, pero todo Central protestó convencido que la falta fue afuera del cuadro grande. A los 88′, Diego definió a la derecha de un Carnevali, que la fue a buscar a ese palo.
    Con esta victoria y cuando aún el Xeneize tenía que enfrentar a Racing por la última fecha de la primera rueda, Boca ganó la primera rueda de un torneo, que finalmente sería suyo.



    BOCA JUNIORS 3-ROSARIO CENTRAL 2
    BOCA JUNIORS: Carlos Alberto Rodríguez; Hugo Alves (Passucci), Roberto Mouzo, Oscar Alfredo Ruggeri y Córdoba; Abel Alves, Krasouski y Diego Armando Maradona; Ramoa, Carlos Manuel Morete y Perotti. DT: Silvio Marzolini.
    ROSARIO CENTRAL: Carnevali; Ghielmetti, Kuchen, Bauza y Riquelme; Gaitán, Sperandío y Bacas; Chazarreta (Palma), Orte y Marchetti (Maladott). DT: Angel Zoff.
    Goles: ST 9’ Carlos Manuel Morete; 13’ Bauza (penal); 30’ Abel Alves; 35’ Palma; 43’ Diego Armando Maradona (penal).
    Juez: Vigliano.
    Recaudación: $ 352.282.000 (16.160 entradas).

  • 24 de septiembre de 1983. Angel Mur, el legendario masajista del Barcelona, fue el primero que llegó para atenderlo. Diego intentó levantarse, pero se desplomó fruto de un dolor inédito. "Me rompió… ¡Me rompió!", repetía el 10 llorando en la camilla, mientras lo retiraban de un Camp Nou, donde el silencio reinaba en soledad.

    El doctor Carlos Bestit confirmó que se trataba de una “fractura del maléolo peroneal del tobillo izquierdo con desviación y arrancamiento del ligamento lateral interno con desgarro”. Otra vez sin fútbol un rato largo como en el ’82, cuando por culpa de la hepatitis estuvo dos meses fuera de las canchas.

    En la previa de la 4° jornada de la Liga Española, los medios agitaron la rivalidad entre el Barça y el Athletic de Javier Clemente, porque aún estaba muy fresco el recuerdo del partido de diciembre de 1981, cuando Andoni Goikoetxea lesionó a Schuster en el San Mamés.

    Pero aquella noche del ’83, el fútbol del equipo de Menotti se encargó de simplificar un partido muy áspero. Cuando había pasado media hora de juego, un toque maradoniano terminó en la apertura del marcador, a cargo de Perico Alonso y cuando estaba punto de terminar la primera mitad, un cabezazo de Julio Alberto aumentó la diferencia.

    La sociedad Schuster-Maradona se había hecho cargo del duelo, cuando Diego tomó la pelota en el círculo central, para arrancar una jugada que en ese momento sonaba inofensiva, demasiado lejana al arco vasco.

    Pero Goikoetxea se lanzó buscando el tobillo izquierdo del argentino y lo rompió en mil pedazos.

    El árbitro contestó con una tibia tarjeta amarrilla, Esteban ingresó por el 10 y el partido continuó como si nada hubiese pasado. Los goles de Carrasco y Marcos sobre el final, estiraron la diferencia: Barcelona 4-Athletic 0.

    Después del partido y seguramente sumando en el recuerdo cercano la extrema violencia de Gentile sobre Diego, en el Italia-Argentina de España ’82, Menotti sentenció: “Deberá morirse alguien para que cambien las cosas”. “Fue una acción más del partido, no merezco ninguna sanción”, contestó Goikoetxea.

    La condena fueron 18 partidos de suspensión, luego rebajados a 10.

    Maradona fue operado en la madrugada del 25, por el doctor González Adrio. Volvió a jugar el 8 de enero de 1984 ante el Sevilla, en un partido que el equipo del Flaco ganó por 3-1 y en el que Diego marcó dos goles y asistió en el restante a Marcos.

  • Octavos de final del Mundial italiano de 1990. Duelo histórico, que por las heridas que arrastraba el equipo argentino, impedían hablar de una final anticipada. Brasil llegaba al duelo con paso de campeón y jugadores en perfecto estado físico y futbolístico. El plantel de Bilardo venía de decepcionar ante Camerún en el debut y de clasificar por la ventana más chiquita del campeonato.
    El tobillo de Diego eran dos, los sobrevivientes de México reservaban sin saberlo una última función ante Italia y los nuevos apellidos no tenían estatura mundialista. No había juego…, pero todavía había mucho fuego.

    En la previa del duelo sudamericano en Turín, justo en la localía de la Juve, las apuestas no discutían el resultado, apenas cambiaban pronósticos sobre la cantidad de goles verde-amarillos. Más de 60 mil almas en las tribunas de un estadio del norte italiano, que odiaba a Diego.

    Una patada soviética en el Segundo partido y el tobillo de Maradona convertido en una roca. El Doctor Madero no encontraba el camino para meter la jeringa e infiltrarlo. Hasta que en un descuido, el jugador apretó los dientes y presionó sin calcular el dolor. Así salió a la cancha el mejor.

    El partido arrancó con banda de sonido propia y la música no llegaba desde las tribunas. Eran los palos del arco de Goyco, marcando el pulso del juego en plano inclinado. Más tarde el mito de un bidón con carga explosiva y después aquello de Bilardo en el descanso, luego de un primer tiempo para el olvido: “Los de la camiseta amarilla son los contrarios, acuérdense”.

    Por ultimo Gardel. Porque como dijo Víctor Hugo en su relato histórico del 24 de junio del ’90, el día en que murió Carlitos pero 55 años después, el Zorzal volvió a cantar en una cancha italiana.
    A los 35’ del segundo tiempo, el 10 salió desde el círculo central todavía en campo argentino, dejando en el camino a Alemao. Cuando vio el hueco, metió el pase cruzado hacia la izquierda, rodilla en tierra y entre cuatro piernas brasileñas. Cani se abrió ante la salida desesperada de Taffarel y con el arco abierto de par en par definió la jugada, el partido, la suerte de Brasil y el renacer argentino.

    El capítulo final de esta historia, fueron 12 minutos de raro dominio argentino, incluida la expulsión de Ricardo Gomes por un foul a José Basualdo, cuando el Pepe tenía un mano a mano con Taffarel para el 2-0.

    Increíble, pero real. Como cada capítulo de la carrera del 10, que ese día fue Gardel.



     

     

  • Con la bronca todavía muy fresca, el tono tan crítico como sereno de Víctor Hugo Morales, recorrió cada rincón de los minutos finales de la última transmisión del segundo Mundial italiano de la historia. La condena del mexicano Edgardo Codesal y la ejecución de Andreas Brehme, le bajó la persiana al partido cuando solo faltaban 5’ para el final. En los últimos comentarios, todas las sensaciones eran demasiado amargas y estaban a flor de piel.



    En el cierre de Radio Continental desde la capital azzurra, el relator recordó que había avisado a los 10’ del primer tiempo, que el arbitraje sería obstáculo para Argentina. Un par de fallos dejaron una señal, imposible de disimular.

    La ilusión de ganarle a la realidad desde los 12 pasos, con las manos de Goyco sosteniendo la esperanza, habían desaparecido de la noche romana a través de un fallo que imaginó lo que no sucedió. El cruce de Sensini y el aterrizaje de Voller en el área grande, simulando el contacto que nunca existió, sirvieron en bandeja la excusa perfecta para impedir que se repita el mismo final de Argentina ante Yugoslavia primero e Italia después.

    Aquel equipo que salió a la cancha para volver a enfrentar a Beckenbauer en otra final, nunca pudo disimular sus heridas. Desde el arranque, solo dos sobrevivientes de aquel 3-2 en el Estadio Azteca (Maradona y Ruggeri) y encima, las consecuencias del “mal de ausencias” con tres grandes protagonistas de la semifinal afuera por amarillas (Caniggia, Giusti y Olarticoechea).
    Eran tantos los remiendos, que hasta costaba armar el dibujo táctico de Bilardo. Argentina a jugar en el Olímpico de Roma, que según Víctor Hugo esa noche se parecía demasiado al Olímpico de Munich, con Sergio Goycochea; José Serrizuela, Juan Simón y Oscar Ruggeri; José Basualdo, Jorge Burruchaga (Gabriel Calderón), Néstor Lorenzo, Pedro Troglio y Roberto Sensini; Gustavo Dezotti y Diego Armando Maradona.

    Monzón entró por Ruggeri, desde el arranque del segundo tiempo y una roja directa lo expulsó de la final 10’ después. Faltando 3’, la otra roja fue para el “Galgo” Dezotti.

    Mientras la FIFA repartía las medallas, el relator no se cansaba de denunciar que la RAI utilizaba las lágrimas de Diego para exponerlo en la pantalla gigante del estadio. Y cada vez que aparecía el 10, más de 73 mil espectadores llevaban a cabo su venganza, por la eliminación napolitana de Italia.

    El comentario de Alejandro Apo, sentenció que Alemania fue el dueño del partido sin el brillo que expuso en la primera fase, mientras Víctor Hugo sumaba que después de tres finales mundialistas, las dos primeras pérdidas, la fruta de la historia cayó madura.

    El fin de un ciclo exitoso, que venía a los tumbos en el capítulo final tras la derrota con Camerún, la difícil victoria frente a los soviéticos, el empate ante Rumania, el milagro que dejó afuera a Brasil y los penales salvadores ante Yugoslavia.

    “No hay otro equipo capaz de llegar a una final de una Copa del Mundo en estas condiciones”, dijo Víctor Hugo. Un equipo superior, un estadio adverso, un árbitro que “no pudo evadir el tono alemán del partido”, fueron demasiados enemigos para un equipo que solo tenía corazón, orgullo y dignidad.

    En la despedida, Víctor Hugo le habló a un Tano imaginario que desde un balcón de La Boca y mirando el Riachuelo, no podía entender como sus compatriotas se olvidaron de la Argentina de brazos abiertos en la mala y “se entregaran en afecto a los alemanes”. Pero agregó que “son calenturas que pasan, no resentimientos.

    Pequeñas historias que el fútbol escribe mal”.

    Y un reportaje a Diego, para que el 10 escribiera un nuevo título para el archivo de la Selección: “Una mano negra definió el partido antes de llegar a los penales”. En el ’86 “La mano de Dios”, cuatro años después “La mano negra”…

  • Por la 14° fecha del Metropolitano, Boca derrotó a Colón 3-0 y Diego hizo uno de los mejores goles de los 17 que marcó en aquel torneo. Pero además construyó el segundo para que el Mono Perotti, comenzara a sellar la suerte del partido.

    Boca con Carlos Rodríguez; Hugo Alvez, Roberto Mouzo, Oscar Ruggeri y Córdoba; Jorge Quiroz (Morete), Abel Alvez y Miguel Brindisi; Escudero (Passucci), Maradona y Perotti.
    Los once rojinegros que dirigía Juan Carlos Iglesias, con Piccard; Aráoz, Werner, Binello (Huens) y Ricardo Alonso; Mercado, Roldán (Marioni) y Cariaga; Meglio, Casaccio y Comas.
    38’ del primer tiempo. Maradona arrancó en tres cuartos, por el andarivel derecho. Aceleró y con la zurda la metió hacia adentro, dejando tres rivales en el camino.

    Cuando encontró su perfil a un par de metros de la medialuna, sacó un zurdazo fuerte contra el palo derecho de Piccard. En el viaje hasta la red, cuando el balón picó en el área chica, se transformó en inalcanzable.

    2’ del segundo tiempo. Tiro libre en línea recta al arco, en campo sabalero pero muy lejos del arco. Barrera compacta que espera el disparo buscando el arco, pero el 10 sacó de la galera un toque perfecto con cara interna del botín zurdo, que se internó en el área grande buscando el pique de Perotti. En el mano a mano con el arquero, el puntero izquierdo metió un zurdazo contra el segundo palo, mientras Escudero y Morete seguían de cerca el camino al gol de la pelota.

    20’ del segundo tiempo. Centro de Córdoba desde la izquierda. Brindisi la bajó de cabeza para Morete, en la puerta del área grande. El Puma peleó la pelota entre los centrales y el arquero de Colón y en el segundo toque la dejó en el corazón del área chica. Miguelito picó y de cabeza marcó el tercero.



     

  • 12 de diciembre de 1980. Primera visita de Diego a Comodoro Rivadavia. La Selección argentina que lentamente encendía motores pensando en la defensa del título mundial en España ’82, viajando por todo el país. En esa oportunidad, enfrentó al combinado local integrado en su mayoría por jugadores de Huracán y Saavedra.
    Goleada 5-0 del equipo de César Luis Menotti en el Estadio Municipal, con goles de Gallego, Maradona, Luque y Ramón Diaz (2). La figura del equipo local, fue Juan Carlos Rodríguez, el “Bocha”, el arquero…

    A media máquina, el equipo nacional cumplía el sueño de miles de personas que jamás pensaron que Diego, Passarella, Gallego, Tarantini o el Pato Fillol, alguna vez iban a jugar en Comodoro. Entre os locales que se anotaron en la historia del fútbol local, estuvieron Jorge Benítez, Oscar Ingani, Eduardo Soto, Vìctor Gordillo, Carlos Atencio, Daniel Lasso, Juan Maricoy, Manuel Carrizo, Marcos León, Ángel Girardi, Luis Pizarro y Miguel Escudero.

    Primero una lluvia torrencial que puso en peligro la realización del encuentro. Después el sol, las tribunas repletas y centenares de sillas en la pista de atletismo.

    La segunda y última vez que Diego estuvo en Comodoro, fue el 7 de diciembre de 2007, con el equipo de Showbol, para presentarse en el Socios Fundadores.

    Los recuerdos de Miguel Escudero, jugador de aquel equipo de Comodoro y José Félix Lázaro, director técnico, un día después de la muerte de Diego, el 26 de noviembre de 2020, por LU 4 Nacional Patagonia.

  • La carrera de Diego tiene un espejo radial. Relatos, reportajes y recuerdos, se apilaron desde su debut en Primera en octubre de 1976. Un viaje por la historia maradoniana, a través de todos los puntos del dial que la contaron en tiempo real, sin saber que estaban escribiendo una página eterna. Como el 10…

    Estadio Monumental, 5 de julio de 1981. 27° fecha del Metropolitano 1981. Boca con la necesidad de sostener la punta del torneo y River soñando con la venganza, por el 3-0 de la primera rueda.
    El equipo de Angel Labruna salió con Fillol; Comelles, Tarantini, Passarella y Héctor López; Hugo Iervasi, Merlo y Kempes (Juan José López) y Alonso; Ramón Díaz y Heredia (Houseman).
    El Boca de Silvio Marzolini, jugó con Carlos Rodríguez; Pernía, Passucci, Mouzo y Córdoba; Jorge Benítez, Krasouski, Brindisi y Maradona; Escudero y Perotti (Trobbiani).

    A los 10’ del segundo tiempo, Escudero desbordó por izquierda. Centro, cabezazo imperfecto de Passarella que dejó una pelota sin dueño en el segundo palo. Pelearon tres: Fillol, Perotti y Héctor López. Cabezazo del 11 xeneize que tapó el Pato, pero el rebote le quedó a Diego en la puerta del área chica.

    Y el desenlace de la escena, fue un increíble “deja vu” directo al gol de Maradona, en la histórica noche lluviosa del viernes 10 de abril de 1981 en la Bombonera.

    Los mismos protagonistas, ocupando idénticos roles en la película: primero la definición de Diego desparramando a Fillol y por último, el intento de Tarantini sobre la línea, sin poder impedir el gol. El 10 dominó de zurda y le pegó con derecha por arriba del arquero.

    El Conejo intentó sacarla de cabeza, pero ya era tarde…

    River empató después de un tiro libre lejano de Passarella, a los 25’. Barrera de seis hombres de Boca, pero era séptimo es Alonso. El Beto salió como lo indicaba el pizarrón, para dejar el hueco perfecto por donde se filtró el zurdazo del defensor millonario. Rodríguez dio rebote y el zurdazo de Kempes, la clavó arriba contra el palo derecho.

    El dueño del campeonato, se quedó con el duelo. Goleó como local y salió ileso de su visita a Núñez.

    “El partido en 10 minutos”, el trabajo con el que Jorge Crosa en las transmisiones de Víctor Hugo Morales por Radio El Mundo, resumía los 90 minutos de fútbol.





     

  • 28 de junio de 1981. Por la 26° del Campeonato Metropolitano, Boca empató 1-1 con Independiente, en la Bombonera. Mucho crack en la suma de las dos formaciones: por un lado, el futuro ganador del torneo y enfrente, la base del Rojo que sería uno de los grandes protagonistas 1982-1984, con vueltas olímpicas locales, Libertadores e Intercontinental.

    Los once de Silvio Marzolini: Carlos Alberto Rodríguez; Vicente Pernía, Francisco Sá, Roberto Mouzo y Carlos Córdoba; Jorge Benítez, Ariel Krasouski, Roberto Passucci y Miguel Brindisi; Osvaldo Escudero y Diego Maradona.

    El equipo de Miguel Angel López, jugó con Carlos Goyén; Néstor Clausen, Jorge Olguín, Enzo Trossero y Mario Killer; Osvaldo Mazo, Carlos Fren y Ricardo Bochini; Antonio Alzamendi, Alberto Brailovsky y Alejandro Barberón.

    El Rojo ganaba con un gol de Mazo desde los 20’ del primer tiempo, después de una gran habilitación de Bochini que lo dejó mano a mano con la Pantera Rodríguez. Pero a 15’ del final del partido, empató Diego con una definición de colección.

    Pelotazo largo del uruguayo Krasouski desde el círculo central. La pelota cayó en la puerta de la medialuna, mientras Trossero y Maradona corrían buscando la Pintier. Cuando el marcador central del equipo de Avellaneda advirtió la salida de Goyen, le dejó la posición a su arquero. Afuera del área el 1 intentó matar la pelota con el pecho, le quedó muy alta y no pudo controlarla. Diego se la robó con la cabeza y advirtiendo el cierre de Trossero, la envió por arriba superando el último y desesperado cierre del defensor. Los brazos abiertos y el grito de gol a boca llena, para firmar una nueva obra de arte.

     

    Aquel gol de Diego, a través del relato de Carlos Parnisari, Yiyo Arangio, José María Muñoz y Víctor Hugo Morales.

  • La carrera de Diego tiene un espejo radial. Relatos, reportajes y recuerdos, se apilaron desde su debut en Primera en octubre de 1976. Un viaje por la historia maradoniana, a través de todos los puntos del dial que la contaron en tiempo real, sin saber que estaban escribiendo una página eterna. Como el 10…



    19 de mayo de 1978. César Luis Menotti anunció los tres nombres que se quedaron afuera de los 22 argentinos para jugar el Mundial, sin dar mayores detalles a la prensa: "Perdónenme, pero no voy a dar explicaciones. No se las di a los jugadores y obviamente tampoco las haré públicas. Simplemente tenía 25 jugadores y debía inscribir a 22. Había que excluir a tres. Yo a ellos les había adelantado que iba a proceder así. De nada hubieran valido los discursos. ¿Qué ganaban ellos si yo les decía que eran unos fenómenos pero que los tenía que sacar?".

    Diego Armando Maradona, Víctor Alfredo Bottaniz y Humberto Rafael Bravo, fueron desafectados del plantel. La tristeza de los 17 años de Diego, quedó reflejada en la imagen del 10 llorando un rato largo, bajo un árbol de la quinta de Natalio Salvatori.

    Menotti en su libro “Cómo ganamos la Copa del Mundo”, contó la fórmula del descarte: “La pregunta fundamental que me hice en el momento de elegir, fue ésta: muy bien, los 25 están en condiciones de ser titulares, pero aplicando el rigor puesto por puesto y barajando las distintas posibilidades que se pueden presentar. ¿Qué hago en caso de tener que reemplazar a alguno?

    El equipo titular, en principio era: Fillol, Olguín, Luis Galván, Passarella y Tarantini; Ardiles, Gallego y Valencia; Houseman, Luque y Kempes. Entonces..., ¿qué hago si se lesiona Fillol? Pongo a Baley, el tercero es Lavolpe. Sigo... ¿Qué hago si no puede jugar Olguín? Pongo a Pagnanini. ¿Quién es el suplente de Luis Galván? Killer, de acuerdo. ¿De Passarella? Oviedo o Killer, bien. ¿De Tarantini? Y ahí tuve la primera duda. Bottaniz no había superado su falta de experiencia internacional y no podía darle la tremenda responsabilidad de ser titular. Por eso..., si no lo voy a poner ¿para qué lo tengo en la lista? Así fui decidiendo quiénes iban a ser los veintidós”.

    Ni una sola palabra sobre Maradona en el relato. Quizás porque hay cosas que no se pueden explicar…

    Diego modelo ’78 era una de las máximas figuras de la competencia local. Tenía apenas dos temporadas y monedas como profesional, cuando fue goleador del Metropolitano 1978 que ganó Quilmes (22 tantos) y de su mano, Argentinos terminó en el quinto lugar. El fútbol de Maradona, nunca fue promesa, siempre fue realidad.

    Diego era el más joven de los 640 futbolistas, que integraban las nóminas de los 40 presentadas a la FIFA, por las 16 selecciones finalistas.

    El recuerdo de Roberto Marcos Saporiti, colaborador de Menotti en el ’78, en “Todo con afecto” por Radio Nacional (Alejandro Apo). El debut de Diego en Primera y aquel 19 de mayo.

  • La carrera de Diego tiene un espejo radial. Relatos, reportajes y recuerdos, se apilaron desde su debut en Primera en octubre de 1976. Un viaje por la historia maradoniana, a través de todos los puntos del dial que la contaron en tiempo real, sin saber que estaban escribiendo una página eterna. Como el 10…



    29 de agosto de 1981. En el estadio comunal de Florencia, la Selección argentina goleó en un amistoso a la Fiorentina; equipo que aún conservaba apellidos ilustres del cuarto puesto en Argentina ’78.

    Un partido que arrancó muy complicado para el campeón del Mundo y que terminó 5-3 a su favor.
    Fiorentina jugó con Galli; Cuccurredu, Vierchowod, Galbati y Ferroni; Pecci, Casagrande (Sachetti) y Antognoni; Daniel Bertoni (Contratto), Graziani y Mazzaro.

    Los once de Argentina fueron Fillol; Olguín, Van Tuyne (Olarticoechea), Passarella y Tarantini; Barbas, Gallego y Maradona; Santamaría (Brailovsky), Ramón Díaz y Valencia (Kempes).

    El primer tiempo se fue 2-0 a favor del local (27' Casagrande y 29' Mazzaro) y a los 3’ del complemento descontó Passarella. Pero a los 6’ otra vez abajo 1-3 (Bertoni 51’). En una ráfaga albiceleste de 13’ minutos, el partido cambió de dueño: otra vez Passarella de penal (57’), Barbas (66’) y los últimos dos con el sello de Diego (68’ y 70’).



     

    Por Radio Mitre, Víctor Hugo Morales realizó una apertura de transmisión con la mirada de un viajero enamorado del arte, que además sumó frente al micrófono, un lenguaje descriptivo amasado con los todos los recursos poéticos disponibles. Pocas veces una previa futbolera, habló de los personajes del Dante en la “Divina Comedia”, del David y La Piedad de Miguel Angel, de Galileo y los Medici.

    Pocas veces un gol, fue visto como una obra de arte, con “cosas del Renacimiento, el Gotico y el Barroco”.

    Un par de datos históricos: La gira comenzó el 22 de agosto, con la victoria 1-0 ante Valencia en el Mestalla, con gol de Ramón Díaz y terminó con la derrota frente al Barcelona, 1-0 el 1 de septiembre.

    Daniel Bertoni jugando para equipos italianos, enfrentó dos veces a la Argentina. La última fue el 29 de marzo de 1986, cuando la Selección de Bilardo venció 2-1 al Nápoli en el San Paolo.

  • La carrera de Diego tiene un espejo radial. Relatos, reportajes y recuerdos, se apilaron desde su debut en Primera en octubre de 1976. Un viaje por la historia maradoniana, a través de todos los puntos del dial que la contaron en tiempo real, sin saber que estaban escribiendo una página eterna. Como el 10…



    La obra por su autor. Uno de los textos más emblemáticos de la literatura argentina, para describir dentro y fuera de la cancha al 10.

    Me van a tener que disculpar. Yo sé que un hombre que pretende ser una persona de bien debe comportarse según ciertas normas, aceptar ciertos preceptos, adecuar su modo de ser a determinadas estipulaciones convenidas por todos. Seamos más explícitos. Si uno quiere ser un tipo coherente debe medir su conducta, y la de sus semejantes, siempre con la misma e idéntica vara. No puede hacer excepciones, pues de lo contrario bastardea su juicio ético, su conciencia crítica, su criterio legítimo.

    Uno no puede andar por la vida reprobando a sus rivales y disculpando a sus amigos por el sólo hecho de serlo. Tampoco soy tan ingenuo como para suponer que uno es capaz de sustraerse a sus afectos y a sus pasiones, que uno tiene la idoneidad como para sacrificarlos en el altar de una imparcialidad impoluta. Digamos que uno va por ahí intentando no apartarse demasiado del camino debido, tratando de que los amores y los odios no le trastoquen irremediablemente la lógica.

    Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo. Y ojo que lo intento. Me digo: no puede haber excepciones, no debe haberlas. Y la disculpa que requiero de ustedes es todavía mayor, porque el tipo del que hablo no es un benefactor de la humanidad, ni un santo varón, ni un valiente guerrero que ha consolidado la integridad de mi patria. No, nada de eso. El tipo tiene una actividad mucho menos importante, mucho menos trascendente, mucho más profana.

    Les voy adelantando que el tipo es un deportista. Imagínense, señores. Llevo escritas doscientas sesenta y tres palabras hablando del criterio ético y sus limitaciones, y todo por un simple caballero que se gana la vida pateando una pelota. Ustedes podrán decirme que eso vuelve mi actitud todavía más reprobable. Tal vez tengan razón. Tal vez por eso he iniciado estas líneas disculpándome.

    No obstante, y aunque tengo perfectamente claras esas cosas, no puedo cambiar mi actitud. Sigo siendo incapaz de juzgarlo con la misma vara con la que juzgo al resto de los seres humanos. Y ojo que no sólo no es un pobre muchacho saturado de virtudes. Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa.

    No es un capricho, cuidado. No es un simple antojo. Es algo un poco más profundo, si me permiten calificarlo de ese modo. Seré más explícito. Yo lo disculpo porque siento que le debo algo. Le debo algo y sé que no tengo forma de pagárselo. O tal vez ésta sea la peculiar moneda que he encontrado para pagarle. Digamos que mi deuda halla sosiego en este hábito de evitar siempre cualquier eventual reproche.

    Él no lo sabe, cuidado. Así que mi pago es absolutamente anónimo. Como anónima es la deuda que con él conservo. Digamos que él no sabe que le debo, e ignora los ingentes esfuerzos que yo hago una vez y otra por pagarle.

    Por suerte o por desgracia, la oportunidad de ejercitar este hábito se me presenta a menudo. Es que hablar de él, entre argentinos, es casi uno de nuestros deportes nacionales. Para ensalzarlo hasta la estratósfera, o para condenarlo a la parrilla perpetua de los infiernos, los argentinos gustamos, al parecer, de convocar su nombre y su memoria. Ahí es cuando yo trato de ponerme serio y distante, pero no lo logro. El tamaño de mi deuda se me impone. Y cuando me invitan a hablar prefiero esquivar el bulto, cambiar de tema,

  • La carrera de Diego tiene un espejo radial. Relatos, reportajes y recuerdos, se apilaron desde su debut en Primera en octubre de 1976. Un viaje por la historia maradoniana, a través de todos los puntos del dial que la contaron en tiempo real, sin saber que estaban escribiendo una página eterna. Como el 10…



    Relato de José María Muñoz de Argentina 0-Italia 2, por Radio Rivadavia.



    29 de junio de 1982

    Los campeones de Mundo tenían la necesidad de barajar y dar de nuevo en el Sarriá del Espanyol de Barcelona. La derrota del debut, había sembrado demasiadas dudas. Aquel 0-1 en el Camp Nou del Barcelona ante Bélgica el 13 de junio, 24 horas antes de la rendición de las tropas argentinas en Malvinas, significó un pálido estreno de la Copa del ’78.

    Los títulos de los diarios porteños hablaban de un equipo sin alma, de jugadores desmotivados…, mientras en tapa contaban una guerra en el Atlántico sur, que quedaba demasiado lejos de los televisores que invitaban a ver el estreno mundialista.

    Después llegaron las dos victorias salvadoras en Alicante, que aseguraron la clasificación: 4-1 a Hungría y 2-0 a El Salvador.

    El segundo puesto en el Grupo C, obligó a la Selección a integrar en la segunda ronda un “terceto de la muerte”, del que solo podía seguir uno con vida, en el que se apilaban los grandes candidatos al título: Argentina, Italia y Brasil. Solo un punto le impidió al equipo de Menotti, conseguir el primer lugar en primera ronda, para después cruzarse con Unión Soviética y Polonia; dos caminos que en teoría, parecían mucho menos pedregosos.

    Argentina ante Italia, con Fillol; Olguín, Luis Galván, Passarella y Tarantini; Ardiles, Gallego y Maradona; Bertoni, Ramón Díaz y Kempes.
    Los tanos salieron con Dino Zoff; Gentile, Collovati, Scirea y Cabrini; Oriali, Antognoni y Tardelli; Conti, Rossi y Graziani.

    El plan de Enzo Bearzot para la Nazionale, fue “catenaccio” puro en su máxima expresión: patrullar la zona de los generadores de juego, una personal asfixiante para Maradona, meter, morder y contragolpear.

    La violencia de la cacería de Gentile sobre Diego en el primer tiempo, fue solo comparable con la misión imposible que en las eliminatorias del ’86, le encargaron al peruano Reyna.

    El partido arrancó con Argentina dueña de la pelota. Un equipo profundo solo de a ratitos, con Passarella ganando en las dos áreas, Ardiles manejando el medio campo y añoradas ráfagas de un Kempes, mucho más estratega que hombre de punta.

    Pero el arbitraje del rumano Nicolai Rainea, elevó minuto a minuto la temperatura del partido. Ante la falta de justicia, todos pegaron y protestaron. Primero tres amarillas por reclamar tarjetas ante la multiplicación de leñadores en la mitad de la cancha: Kempes 32’, Maradona 35’ y Ardiles 39’. Y recién en los 42’, una tímida amarilla para “dejar sin postre” a Gentile, el gran verdugo de la tarde catalana.

    En el complemento, Italia pegó menos, jugó más y Argentina se quedó sin nafta. No cambiaron mucho las cosas, Calderón y Valencia, por Kempes y Ramón.

    A los 56’ Tardelli y a los 68’ Cabrini, edificaron un parcial bastante injusto con el rol de Argentina y el resultado empezaba a mostrar que la suerte estaba vestida de azul en 1982. El 2-0 parecía imposible de remontar, pero durante 60 segundos se encendieron todas las luces de alarma gritando “milagro”. Un golazo de Passarella a 7’ del final, solo eclipsado para los tiempos por la derrota final, encendió la ilusión; pero a los 84’ roja para Gallego y a pensar en Brasil.

    El Mundial que Diego soñaba como su proyección definitiva hacia el podio de la historia, tuvo que esperar cuatro años. En el último clásico de aquella Copa, la expulsión del 10 frente a Brasil se transformó en una gigantesca metáfora de la pálida actuación de un equipo en retirada. Solo algunos, tendrían revancha en México...