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  • En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:

    «Soy una joven de veintisiete años y tengo seis meses de casada. El problema es que aún no he salido embarazada y eso me preocupa muchísimo, porque no estoy planificando y a veces pienso que nunca voy a tener un bebé. Mi esposo no me ataca, pero yo sé que ya él quiere un bebé, y eso me hace sentir peor.... Mi mamá, mi suegra y muchas personas más siempre me preguntan si ya estoy embarazada, y eso me pone peor.»

    Este es el consejo que le dimos:

    «Estimada amiga:

    »¡La felicitamos por su matrimonio! Es maravilloso que usted tenga un esposo que la ama. Cada día que los dos viven como esposos, aprenden más el uno del otro. Esta es una etapa importante para que crezcan como pareja y disfruten juntos antes que lleguen los hijos.

    »No recomendamos que los cónyuges hagan planes de tener hijos hasta que los dos hayan vivido juntos algunos años. A veces los hijos llegan muy temprano, y los esposos pueden lograr que tenga éxito su matrimonio a pesar de eso; pero en definitiva es mejor que pasen algún tiempo los dos solos antes de la llegada de los pequeños. Los bebés pueden crear mucha tensión, y cada pareja necesita haber edificado un fundamento sobre el que puedan estar seguros en su amor mutuo. Los cónyuges necesitan haber aprendido cómo resolver conflictos y cómo trabajar juntos para alcanzar sus metas.

    »Es evidente que los hijos son muy importantes para ustedes, y que tienen muchos deseos de comenzar a tenerlos, pero nos han dado la impresión de que su situación ha hecho que sientan mucha ansiedad. ¿Sabía usted que la ansiedad produce sustancias químicas que pudieran estar impidiendo el embarazo? A muchas parejas se les hace difícil concebir cuando se sienten ansiosas acerca de eso. Le recomendamos que se concentre en su relación conyugal en lugar de concentrarse en tener un bebé. Pasen tiempo romántico juntos y diviértanse sin la expectativa de que usted quede embarazada. Dígales a su mamá, a su suegra y a todos los demás que ustedes han decidido esperar un tiempo antes de tener hijos, y pídales que dejen de hablar con ustedes acerca de eso.

    »También le recomendamos que consulte con un médico para hacerse un examen de rutina.... Tal vez sea mejor que determine no decir nada acerca de su deseo de tener un hijo.... [Aproveche, más bien,] esa consulta para someterse a los exámenes preventivos que todos deben hacerse con regularidad.

    »Nuestra última recomendación es que le cuente sus problemas a Alguien que la ama a usted más que nadie. Se trata del Padre celestial, con el que puede hablar en oración cuando quiera. Descargue todas sus frustraciones y temores en Él, y permita que Él la llene de su paz perfecta, que sobrepasa todo entendimiento.1

    »Le deseamos esa paz,

    »Linda y Carlos Rey.»

    El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace que dice: «Caso 100» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos».

    Carlos Rey
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  • (Día de la Independencia de Chile)

    «Fundada finalmente la ciudad de Santiago, Valdivia tuvo un formidable adversario en Michimalonco (Cabeza-Antorcha), cacique araucano que había desempeñado el cargo de curaca incaico de la parte superior del valle de Aconcagua.... Michimalonco atacó e incendió Santiago con diez mil guerreros mientras don Pedro de Valdivia atacaba a los indios del sur, pero los españoles resistieron y lograron imponerse.... Obligado a huir a Cuyo, donde permaneció hasta 1549... Michimalonco se convenció de que una prolongación de la resistencia representaría un suicidio para su pueblo....

    »Concertada una audiencia en el palacio de don Pedro de Valdivia en Santiago... Michimalonco... hizo el acatamiento debido al capitán Valdivia.... Venía en nombre de toda la tierra [a] rogarle ...que la guerra... tuviese fin y los recibiese su señoría debajo de su amparo, que él y los demás prometían serle leales... y servirles con toda obediencia.... El capitán Valdivia,... vuelto al general Michimalonco, le respondió de esta manera:

    »“Mirad, hermanos míos, naturales de esta tierra: ... Ya sabéis y tenéis noticia que nosotros somos cristianos, y este es nuestro nombre porque... adoramos a Jesucristo, Hijo de Dios, que se hizo hombre y murió en la cruz por nuestro remedio.... Y para instruiros en el conocimiento de este universal Creador.... hemos tomado a pechos el pasar tantos trabajos... No penséis que venimos acá por vuestro oro, que nuestro emperador es tan gran señor y tiene tan gran tesoro que no cabría en toda esta plaza. Con todo esto... nos habéis de dar gente bastante que saque oro de nuestras minas.... Y asimismo habéis de venir en conocimiento de Dios nuestro Señor y tener su fe, como nosotros la tenemos. Si con estas condiciones... queréis ser nuestros amigos, desde aquí os recibo por tales debajo del amparo real como vasallos de nuestro rey.”

    »... Michimalonco respondió que en todas aquellas condiciones le querían servir y sujetársele.... Y con esto se despidió del general y de los demás españoles, cuyo regocijo, aunque se disimuló en presencia de los indios, fue tal cual se puede presumir en gente que salía de tal abismo de trabajos....

    »... Lo convenido con Michimalonco constituyó la hora de nacimiento del pueblo chileno, que resultó de la fusión del español con el araucano.... Se trataba, por supuesto, en primer lugar, de cristianizar y europeizar a los indígenas.... El imperio que pretendía establecer Carlos V debía extenderse hasta los últimos confines de América.»1

    Si bien, según esta disertación del economista, sociólogo y político chileno Carlos Keller publicada en el Boletín de la Real Academia de la Historia, su pueblo nació como resultado de la fusión del español con el araucano, lo cierto es que según Jesucristo, a quien Valdivia debidamente calificó como el «Hijo de Dios, que se hizo hombre y murió en la cruz» para salvarnos, a cada uno de los habitantes de América y del mundo nos hace falta nacer de nuevo como resultado de la fusión de nuestro ser con el Espíritu Santo. Pues si no nacemos de nuevo espiritualmente, bien pudiéramos disfrutar de un reino terrenal como el que una vez fuera Chile, pero no podremos entrar en el reino de Dios.2

    Carlos Rey
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    1 Carlos Keller, «La idea imperial en don Pedro de Valdivia», Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo CLXVIII, Cuaderno I: 59-94 (Madrid, 1971) <http://www.scribd.com/doc/105852682/La-Idea-Imperial-en-Don-Pedro-de-Valdivia#scribd>, pp. 11-14. En línea 7 enero 2015. 2 Jn 3:1-21
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  • (Natalicio de Orlando Cepeda)

    Tenía sólo veinte años de edad en 1958, su primer año en las Grandes Ligas, y sin embargo contribuyó a tal grado al éxito de su equipo, los Gigantes de San Francisco, que fue elegido por votación unánime como el Novato del Año de la Liga Nacional. Esa temporada tuvo un promedio de bateo de .312, impulsando 96 carreras y conectando 188 hits o imparables, entre éstos 38 dobles, 4 triples y 25 cuadrangulares. Nueve años más tarde, volvió a contribuir notablemente al éxito de su club, llevando esta vez a los Cardenales de San Luis a coronarse campeones de la Serie Mundial. En aquella inolvidable temporada de 1967 tuvo un promedio de bateo de .325, impulsando más carreras que nadie en la Liga Nacional, 111, y conectando 183 hits, entre éstos 37 dobles y 25 cuadrangulares, por lo que fue elegido, nuevamente por votación unánime, como el «Jugador más valioso» de la Liga. Era la primera vez que esa elección había sido unánime desde el año 1936.

    En 1961, cuando aún vestía el uniforme de los Gigantes, encabezó la Liga Nacional con 142 carreras impulsadas y 46 cuadrangulares. A lo largo de su carrera, superó el promedio de bateo de .300 en nueve de sus diecisiete temporadas, impulsó 1.365 carreras y conectó 379 cuadrangulares. Conectó más de veinticinco cuadrangulares en ocho temporadas, y fue el primero en conectar más de veinte como jugador en cuatro equipos: los Gigantes de San Francisco, los Cardenales de San Luis, los Bravos de Atlanta y los Medias Rojas de Boston.

    Por eso los aficionados al béisbol lo eligieron una de las Estrellas de la Liga Nacional en siete ocasiones, y a la postre, en 1999, el Comité de Veteranos votó en favor de que ingresara al Salón de la Fama, ocupando así un lugar al lado de su paisano Roberto Clemente y de su compañero de equipo Juan Marichal.

    Se trata de Orlando Manuel Cepeda, potente bateador de Puerto Rico al que le tocó superar una lesión tras otra sufridas en las rodillas. No dejó de jugar con garra, haciendo honor al apodo Baby Bull («el becerro» en inglés) que le dieron por ser hijo y heredero del talento de Pedro «El Toro» Cepeda, que fue sin duda el mejor pelotero puertorriqueño de su época.

    En su autobiografía, Orlando «Peruchín» Cepeda cuenta en detalle cómo jugó con todo y ascendió hasta la cumbre del béisbol, sólo para descender hasta la celda de una cárcel por jugar con la marihuana. Luego de diez meses tras las rejas y otros dos de rehabilitación, sufrió el oprobio de haber llegado a ser la vergüenza de su pueblo y una deshonra a la memoria de su padre, y sintió el vacío que deja la separación de su esposa y de sus hijos. De ahí que aquel antiguo «becerro del béisbol» dijera: «Necesitaba algo más grande, más fuerte que yo mismo.»1

    De ahí en adelante se entregó a la difícil tarea de recomponer su vida y de advertir a niños y a jóvenes que con las drogas no se juega, ni con quienes las consumen o las venden.2 Tomemos a pecho esta lección que le costó tan caro aprender al ex ídolo puertorriqueño, la misma que el sabio Salomón resumió en el siguiente proverbio: «No abras zanjas si no quieres caer en ellas, ni hagas rodar piedras si no quieres que te aplasten.»3

    Carlos Rey
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    1 Orlando Cepeda con Herb Fagen, Baby Bull: From Hardball to Hard Time and Back [El becerro: Del béisbol al presidio y de vuelta al béisbol] (Dallas: Taylor Publishing, 1998), pp. 167‑87. 2 Ibíd., pp. 215‑16. 3 Pr 26:27 (TLA)
  • (Aniversario del Estreno del Himno Nacional Mexicano)

    Tan pronto como ganaron sus respectivos concursos el poeta mexicano Francisco González Bocanegra y el músico español Jaime Nunó, comenzaron a imprimirse, a fines de 1854, los primeros ejemplares del Himno Nacional mexicano del que eran compositores. Sin embargo, debido a la conflictiva situación política que vivió el país en los años siguientes, pasó mucho tiempo antes de que aquel himno patrio alcanzara popularidad. Al contrario, cayó casi en el olvido, primero a raíz de la caída del caudillo Santa Anna, y luego a causa de la caída de la nación misma, inicialmente en la Guerra de Reforma entre liberales y conservadores, y posteriormente en la intervención francesa del emperador Maximiliano.

    El gobierno de Benito Juárez se vio perseguido constantemente, por lo que le tocó trasladarse de un lugar a otro con mucha frecuencia. De ahí que no contara con el tiempo ni con los recursos necesarios para ceremonias. En su defecto, el ejército republicano tocaba la marcha Zaragoza, que compuso Aniceto Ortega con el fin de honrar la memoria del héroe del 5 de mayo.

    Diez años después del estreno del himno, aprovechando que el presidente Benito Juárez estaba de paso por la ciudad de Monterrey o la de Saltillo (según dos versiones diferentes), alguien se le acercó a proponerle algunas modificaciones a la letra. Dicen que Juárez respondió: «Ni una sola nota, ni una sola palabra, se quite al Himno Nacional.» Con esa sentencia terminante, el gran reformador mexicano le puso fin a cualquier reforma del himno y salvó la integridad de la obra de González Bocanegra.

    Luego de la derrota del imperio de Maximiliano, el gobierno republicano comenzó a difundir el Himno Nacional, y el pueblo mexicano comenzó a adoptarlo y a reconocer en él la máxima expresión de su victoria sobre la invasión francesa.1

    Así como don Benito Juárez, el «Benemérito de las Américas», salvó la integridad de la obra del poeta mexicano Francisco González Bocanegra, también nuestro Señor Jesucristo, el «Benemérito del Universo», salvó la integridad de la obra creadora del Poeta celestial. Es que cada uno de nosotros es un himno divino, compuesto por «el dedo de Dios», ese mismo dedo que escribió en el cielo el eterno destino de la patria mexicana, como dicen las palabras de la primera estrofa del Himno Nacional. Pero así como Dios creó al pueblo mexicano con el libre albedrío para modificar la letra de su Himno Nacional, nos creó también a cada uno con el libre albedrío para malograr la letra de nuestro himno individual, que es nuestra propia vida. Por eso juzgó necesario enviarnos a su Hijo Jesucristo: para ponerle fin a cualquier mal llamada reforma que quisiéramos hacerle a esa letra nuestra que Él compuso por excelencia. Sólo que cuando Jesucristo le responde al enemigo de nuestra alma: «Ni una sola nota, ni una sola palabra, se quite a este himno individual mío», esa sentencia, a diferencia de la de Benito Juárez, sólo es terminante en potencia. Porque Cristo nos deja a cada uno, en calidad de creación suya, la decisión de mantener y de disfrutar al máximo la integridad de su obra creadora en nosotros. ¡Y no hay otra obra que se le iguale en todo el universo!

    Carlos Rey
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    1 Héctor Campillo Cuautli, El Himno Nacional Mexicano: Origen, historia y significado de nuestro Himno (México, D.F.: Fernández editores, 1998, pp. 3‑4,11‑12.
  • En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue:

    «Tengo treinta y cuatro años, y estoy casada. Mientras fui soltera, jamás tuve en mis planes ser madre porque los niños me causaban disgusto. Pero ahora soy madre de dos hijos.

    »Desde que nació mi hijo mayor, que ahora tiene tres años, siempre he tenido malos pensamientos en contra de él: si lo atropellan, si estoy con una tijera y puedo herirlo, o si le causo daño de cualquier otra forma.... Le pido perdón a Dios... pero siempre vuelvo a tener malos pensamientos contra mi hijo [a pesar de que lo] amo con locura. No sé si esto es normal.»

    Este es el consejo que le dio mi esposa:

    «Estimada amiga:

    «Nos alegramos de que nos haya pedido consejo. Le rogamos que tome muy en serio lo que tenemos que decirle.

    »Aunque nadie tenga que ceder a la tentación, el ser tentado es normal. Todo el mundo es tentado de alguna manera. Los hijos son tentados a desobedecer a los padres. Por su parte, los padres, cuando se enojan, son tentados a castigar con demasiada severidad a los hijos. Y los ricos y los pobres por igual son tentados a ganar un poco más de dinero reduciendo la calidad de sus productos o malversando fondos.

    »¿Entonces cuándo deja de ser normal la tentación? Usted dice que ama con locura a su hijo. Eso es lo que usted piensa conscientemente. Pero ese amor no concuerda con la tentación que siente de hacerle daño, que forma parte de su mente inconsciente. Es como si en su cerebro hubiera una guerra librándose entre lo consciente y lo inconsciente. Para poder resolverse, esta clase de guerra requiere ayuda profesional. Usted no puede resolverla sola.

    »El hecho de que no deje de sentir esa tentación, pese a lo mucho que desea que no vuelva, indica que la guerra dentro de usted es muy seria y peligrosa. Nos preocupa que el estrés o las circunstancias pudieran darle una ventaja a su inconsciente, de modo que hiciera lo que siente la tentación de hacer, a pesar de que ese pensamiento la espanta.

    »Sus hijos corren peligro, y también corre peligro el bienestar y el futuro de usted. Es preciso que haga una cita de inmediato para una consulta psiquiátrica. Los psiquiatras son médicos que se especializan en ayudar a personas que no pueden ayudarse a sí mismas debido a problemas complejos.

    »Usted ha hecho lo correcto al pedirle a Dios que la perdone por todo lo malo que haya hecho. El ser tentada no es algo que pueda controlar, así que Dios no la condena por las tentaciones. Pero si usted llegara a ceder a cualquier tentación y la llevara a cabo, con eso en definitiva pecaría contra Dios.

    »Si bien Dios tiene el poder para curar milagrosamente toda enfermedad, la mayor parte del tiempo Él espera que consultemos a los médicos y hagamos lo que podamos nosotros mismos en beneficio propio. Le imploramos que busque ayuda psiquiátrica tan pronto como sea posible y que se someta al tratamiento que se le prescriba.»

    Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 688.

    Carlos Rey
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  • (Antevíspera de la Independencia de Nicaragua)

    (Himno cantado por Carlos Rey en audio y en video)

    En las últimas décadas del siglo dieciocho, el misionero franciscano Ernesto o Anselmo Castinove, oriundo de Toledo, España, acostumbraba cantar un salmo religioso al comienzo y al final de las enseñanzas de la fe cristiana a los indígenas de Sutiaba, en las cercanías de León, Nicaragua. Aquel canto litúrgico que enseñaba el fraile fue transmitiéndose de generación en generación, generalizándose a tal grado que, para la fecha de proclamación de la Independencia de Centroamérica en 1821, el pueblo nicaragüense lo entonaba tanto en las actividades religiosas como en las políticas.

    En 1876, 1893 y 1910 los gobiernos nicaragüenses respectivos introdujeron su propio Himno Nacional oficial con letra, siendo la música del último la misma del salmo litúrgico de Castinove. El 9 de diciembre de 1918, el Ministerio de la Guerra convocó a un concurso para cambiar la letra del Himno Nacional, estipulando que debía constar de dos cuartetos que trataran únicamente sobre la paz y el trabajo. El jurado calificador premió por unanimidad la letra «Salve a ti, Nicaragua» del poeta Salomón Ibarra Mayorga, quien participó de forma anónima con el seudónimo de Rómulo.

    Pero no fue sino hasta el 20 de octubre de 1939 que, por decreto del gobierno, se reconoció y se aprobó oficialmente aquella letra del himno que, veintiún años antes, el Maestro Luis Abraham Delgadillo Rivas había cantado por primera vez en el Ministerio de la Guerra con otros dos profesores que junto con él habían formado parte del tribunal que aceptó la adaptación de la letra a la música, y que él luego había cambiado de tonalidad para que pudiera ser cantado por los niños.1

    He aquí el Himno Nacional de Nicaragua como se canta hoy:

    ¡Salve a ti, Nicaragua! En tu suelo
    ya no ruge la voz del cañón,
    //ni se tiñe con sangre de hermanos
    tu glorioso pendón bicolor//.

    Brille hermosa la paz en tu cielo,
    nada empañe tu gloria inmortal,
    que el trabajo es tu digno laurel
    y el honor //es tu enseña triunfal//.

    Quiera Dios que el pueblo nicaragüense, tal como lo quiso su Ministerio de la Guerra, siempre busque la paz, sobre todo la paz interior que nos da Jesucristo, el Príncipe de paz de las enseñanzas de la fe cristiana que han recibido desde el siglo dieciocho.2

    Carlos Rey
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    1 «Historia de los Himnos Nacionales de Nicaragua», Estrella de Nicaragua, 1-13 septiembre 2008 <http://www.estrelladenicaragua.com/386‑EDICION/386‑historiasimbolospatrios.html> En línea 6 mayo 2009; Wikipedia, s.v. «Salve a ti» <http://es.wikipedia.org/wiki/Salve_a_ti> En línea 6 mayo 2009; «Salomón Ibarra: el eterno regreso», La Prensa, 2 septiembre 2000 <http://www.laprensa.com.ni/archivo/2000/septiembre/02/literaria/ensayos/ensayos‑20000902‑03.html> En línea 29 diciembre 2008; «El Himno Nacional» <http://www.mined.gob.ni/emblemas7.php> En línea 29 diciembre 2008. 2 Jn 14:27; Is 9:6
  • (15 de septiembre: Día de Roberto Clemente)

    A lo largo de dieciocho temporadas como beisbolista profesional, en 9.454 turnos al bate conectó exactamente tres mil hits o imparables, con un promedio de bateo de .317. Durante trece de esas temporadas, superó el promedio de .300. En calidad de jardinero, tuvo un promedio defensivo de .972 y acumuló un total de 269 asistencias en las que eliminó a los corredores del equipo contrario. En su última temporada, no cometió ni un solo error defensivo. De ahí que durante su carrera recibiera doce veces el prestigioso Guante de Oro, y que los aficionados lo eligieran para que participara en el Partido de las Estrellas en catorce temporadas, doce de ellas de forma consecutiva.

    En 1971, condujo a su equipo los Piratas de Pittsburgh al triunfo en su segunda Serie Mundial. Fue la estrella indiscutible, conectando doce imparables, por lo menos uno en cada uno de los siete partidos contra los Orioles de Baltimore, logrando así un extraordinario promedio de bateo de .414 y adjudicándose el título de «Jugador más valioso» de la serie.

    Estas hazañas las logró Roberto Clemente, de Carolina, Puerto Rico, a pesar de múltiples lesiones en el transcurso de los años y crónicos problemas de la espalda causados por un accidente de automóvil. Pero no fue ese accidente automovilístico sino un accidente aéreo lo que segó su vida, a sólo catorce meses de la victoria en la Serie Mundial.

    Ocurrió el 31 de diciembre de 1972, cuando se dirigía en avión hacia Nicaragua para socorrer a los damnificados a causa del gran terremoto que había azotado a la república hermana. La aeronave DC‑7, con cinco hombres y 16.000 libras de alimentos y medicinas a bordo, se estrelló en el mar cerca de San Juan, y no se logró siquiera encontrar el cuerpo del famoso beisbolista para darle digna sepultura.

    El 20 de marzo, poco más de dos meses después, los periodistas de béisbol votaron en favor de que Roberto Clemente ingresara al Salón de la Fama. En su caso excepcional, obviaron la regla que exigía que pasaran al menos cinco años desde su último partido jugado, permitiendo así que llegara a ser el primer hispanoamericano en recibir el máximo reconocimiento que confiere el béisbol profesional.

    En su memoria, cada año las Grandes Ligas otorgan el premio «Hombre del Año Roberto Clemente» a un jugador talentoso que se haya destacado en beneficio de su comunidad.

    A diferencia de varios otros jugadores de su talla, Roberto pasaba horas firmando autógrafos y conversando con los aficionados. Envió en total más de veinte mil fotos autografiadas a niños, y visitó a varios niños enfermos en el hospital. En una cena les dijo a los escritores de béisbol: «Cada vez que tienes la oportunidad de hacer algo para ayudar a alguien..., y no lo haces, estás perdiendo el tiempo en esta tierra.»1

    Esa es acaso la versión Roberto Clemente de las siguientes palabras de San Pablo: «Siempre que tengamos la oportunidad, hagamos bien a todos, y en especial a los de la familia de la fe.»2

    Carlos Rey
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    1 Mary Olmstead, Roberto Clemente, trad. José Miguel López (Chicago: Raintree, 2005), pp. 34, 52‑53, 58‑59. 2 Gá 6:10