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No tengas miedo del silencio que te enseña a escuchar. Dios habla, pero estamos envueltos y rodeados de ruido.
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Así como Nuestra Señora de Guadalupe restauró la esperanza y filiación de san Juan Diego, así también ella desea restaurar tu filiación con Dios Padre.
Únete a nosotros en este camino espiritual de 40 días para restaurar nuestra identidad como hijos amados de Dios. A lo largo de esta experiencia, nos prepararemos juntos para consagrarnos a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, su gran fiesta.
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En un mundo con tantas amenazas de vivir como hijos de Dios, la humildad evangélica nos permite la gracia de vivir nuestra herencia hoy, de estar protegidos de las mentiras que nos desconectan de la verdad de quienes somos.
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No tengas miedo del dolor, del sufrimiento y la tristeza. Es por medio del dolor y de la tristeza que Dios nos acerca más al misterio de su amor y al poder de la cruz. Nuestra Señora de Guadalupe vino, y continúa hoy con nosotros, aliviando nuestras penas. Escucha sus palabras: “Escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores” (Nicán Mopohua 32).
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Juan Diego fue una de estas almas que abrazó el Evangelio y lo vivió. Su pobreza, no solo material, sino espiritual, permitió que Dios hiciera grandes cosas.
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A imagen del corazón de Jesús, nosotros también somos hijos amados del Padre quienes han sido creados para una profunda comunión y oración. Con estas verdades como cimiento de nuestra identidad, se nos invita ahora a ir más a fondo en el entendimiento del don de nuestra masculinidad. Jesús como el hombre perfecto, nos enseña los atributos y cualidades de cómo ser un hombre cristiano en este mundo. Es en este contexto que le pedimos a Jesús que venga y restaure nuestra dignidad masculina.
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Tú estás llamado a vivir en paz con Dios. Las palabras “paz” y “libertad” suenan bien, sin embargo, no son algo que experimentemos normalmente en nuestras vidas. Ya que muchos de nosotros hemos sido heridos por la impureza y la lujuria, es difícil imaginar nuestra vida sin esto.
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Fuiste creado para más. El arrepentimiento abre las puertas que nos impedían tener una relación más seria con el Señor. ¿Qué es lo que aún hay en tu camino que te impide vivir una relación más profunda en cuanto hijo de Dios? Quizás, como para muchos de nosotros, es dejar los pecados de nuestra vida, especialmente por medio del Sacramento de la Reconciliación.
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Tú no eres una cosa, eres más bien un regalo. Reconocer la lujuria constituye un acto de humildad, pues implica reconocer nuestras fallas. La lujuria daña nuestra identidad y nos convierte a nosotros mismos y a los demás en objetos. El mundo le dice “sí” al libre reinado de las pasiones y deseos lujuriosos. Dios dice que esta manera de vivir nos daña y distorsiona nuestra masculinidad y filiación.
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Tú puedes ser un hombre humilde que realiza la voluntad del Padre. Juan Diego reconoció su propia impotencia e inhabilidades para poder llevar a cabo la misión que Nuestra Señora de Guadalupe le había dado. Juan Diego humildemente permite a Dios realizar cosas más grandes en su vida de lo que él pudo haber imaginado que eran posibles para un hombre de su estatura. Hermano, escucha y aprende de san Juan Diego, que fue manso y humilde.
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Jesús en la plenitud de su divinidad y humanidad estuvo en todo momento ordenado y orientado hacia el amor y comunión. La gracia y el regalo de la castidad en su corazón eran la fuerza del Espíritu Santo ordenando todas sus pasiones humanas y su deseo de amor. En libertad, el practicó estas gracias y estos regalos con generosidad radical y autofrecimiento, nunca pensando en sí mismo o buscando intereses propios.
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Tú has sido creado para ser un hombre que hace grandes cosas por y con Dios. Crecer en la virtud natural de magnanimidad nos llevará a una vida plena, siguiendo los grandes planes que Dios tienen para nosotros. Existe un deseo de grandeza inscrito en nuestros corazones, una grandeza que no busca ser aclamada o recompensada, más bien una grandeza que demanda todo nuestro ser.
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Fuiste creado para ser un hombre de profundos y santos anhelos. Anhelar es ver y buscar, añorar y lanzarse hacia aquello que esperamos realizar. San Juan Diego es un hombre de anhelos profundos. En la cultura mesoamericana, era común reconocer lo divino en la belleza de la creación. Para ellos, el canto del ave o una simple flor les hablaba de la verdad de Dios. Pero aún más importante, Juan Diego buscaba encontrar a Dios en la oración, en su propio corazón y en sus propios anhelos. Como él, nosotros experimentamos este anhelo; deseamos ser vistos, conocidos y amados.
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Tú eres un hombre de Dios. Tu corazón masculino no es tóxico, sino más bien un regalo del Padre para tener parte en el corazón de Cristo y en su amor crucificado. Juan Diego como hombre humilde y santo es un modelo para nosotros de masculinidad y sacrificio.
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Se te ha dado todo. “¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre?... ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? (Nicán Mopohua, 119). Estas palabras de María a san Juan Diego expresan la plenitud total del regalo de Dios a nosotros al darnos a su Madre. Dios verdaderamente nos ha dado todo.
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En verdad, en Jesucristo somos hijos amados del Padre y tenemos parte en su herencia divina. La experiencia más profunda de nuestra herencia es ser “hijos en el Hijo”, es el regalo de la oración. ¿Qué es la oración? El Catecismo de la Iglesia Católica dice lo siguiente: “La oración es la elevación del alma a Dios,” haciendo esto nos encontramos de una manera más profunda con Él, poniéndolo de manera simple, la oración es el regalo de la vida en comunión con la Santísima Trinidad. El deseo más profundo de Jesús es que compartamos el amor de la Trinidad. En cuanto hijos del Padre, es esencial formarnos en la oración de cara a nuestra vida y vocación. Jesús es el perfecto maestro de la oración, y con su vida y ejemplo Él nos forma conforme a su propio corazón. María es la madre de la oración, y así como lo hizo con Jesús, su presencia nos guiará, nos protegerá y nos animará en nuestra vida de oración diaria.
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Tú eres la Iglesia. El que seamos templos del Espíritu Santo por nuestro Bautismo es un misterio y un regalo maravilloso y, por consiguiente, somos miembros vivos del cuerpo de Cristo, su Iglesia. Recuerda que el Acontecimiento Guadalupano no es solo una Aparición Mariana, sino que es también la intervención de Dios en la vida de la Iglesia en esta tierra nueva – al igual que Dios interviene en nuestras vidas para establecer la vida de gracia en cada uno de nuestros corazones.
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Estás llamado a hacer tiempo para Dios. Es un acto de humildad, en verdad lo es, reconocer que el Creador del universo, el Creador del tiempo mismo nos llama a “hacer tiempo” para Él. Dios nos dio libertad, así como lo vemos en la historia de san Juan Diego. Dios añora nuestro tiempo porque Él añora estar contigo… Jesús tiene sed de tu corazón, de tu tiempo, de tu amor, de tu atención… Hermano, no tengas miedo de volver a empezar hoy, con la ayuda de Nuestra Señora de Guadalupe, haz tiempo para lo más importante— la oración.
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Tú puedes confiar atrevidamente, no te arrepentirás. Santa María de Guadalupe no se aparece a Juan Diego porque todo en su vida iba bien o porque su vida era perfecta. Para San Juan Diego, este encuentro en oración con Nuestra Señora de Guadalupe no sucede precisamente en el lugar más agradable, ni bajo las circunstancias perfectas. El regalo de la oración sucede en tiempo real, incluso en el sufrimiento, con toda nuestra carga.
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Tú escuchas a Dios y conoces su voz. Hubiera sido muy sencillo para san Juan Diego cuestionar la gracia de Dios y las apariciones de la Virgen de Guadalupe. ¿Pero acaso dudó? No podemos tener la certeza de esto. Lo que sí conocemos son las palabras de consolación y aliento que nuestra Señora de Guadalupe le dice, “Escucha, el más pequeño de mis hijos ten por cierto…” Estas palabras de Nuestra Señora hacen eco en el mandamiento de Dios a su pueblo en el libro del Deuteronomio “Por tanto, reconoce ahora y trata de convencerte…” (DT 4,39). Nuestra Señora de Guadalupe se hace eco de estas palabras, “Escucha, ponlo en tu corazón” (Nicán Mopohua, 118).
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Fuiste creado para la intimidad. En la mirada de Nuestra Señora de Guadalupe nos acercamos a una intimidad más profunda con Dios, a quien ella refleja. Santa María de Guadalupe es enviada a Juan Diego como ícono radiante del amor de Dios. Cautivado por su belleza, me imagino cómo sería para Juan Diego estar frente al rostro de María. ¿Cómo eran sus ojos? ¿Cómo lo hizo sentir su sonrisa? ¡Pero, hermano, nosotros tenemos su imagen! Tú tienes la posibilidad de ver la tilma y estar bajo su mirada. Es esta experiencia de comunión y de conexión con María lo que inicia la restauración de nuestra experiencia de oración.
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