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  • En esta entrada vamos a analizar la importancia de los paneles de control en una empresa, porque...

    ¿Te imaginas conducir un coche sin poder ver el velocímetro, lo que te queda de gasolina o todo ese montón de lucecitas y relojes?

    Porque aunque no siempre sabemos para lo que sirven, sí que sabemos que si están ahí es por algo

    Se haría raro, ¿verdad?

    Sin embargo, la cuestión es que, si lo pensamos, en realidad no ver toda esa información no nos imposibilita el poder conducir y desplazarnos.

    Que es para lo que, en definitiva, nos sirve un coche.

    Tenemos el volante, tenemos el acelerador, el freno, el asiento, los retrovisores, y todo lo demás necesario para ir de un sitio a otro.

    Ahora bien, no tener esos datos haría que circular fuera poco inteligente.

    Porque aunque muchas veces sólo los miramos de pasada, o directamente no les hacemos ni caso, lo cierto es que los necesitamos.

    Ya que si no, a ver cómo ibas a saber la velocidad a la que vas, o si te queda poca gasolina.

    Menuda angustia, ¿no?, ir por esas carreteras sin saber si con la gasolina que tenemos podremos llegar a nuestro destino.

    O si la velocidad a la que circulamos está por encima de la permitida y que nos pueda multar.

    Y todo esto, sin contar con que al no tener acceso a determinada información, quizá hasta te cargas el motor y te quedas sin coche.

    Simplemente por no haber podido ver a tiempo un pilotito rojo.

    Dirigir un negocio sin paneles de control puede llegar a ser angustioso

    Seguramente estarás pensando que si es que ahora me voy a dedicar a la automoción, o algo así. Pero no, no es ese el caso.

    Todo este rollo que te he soltado de los paneles de control del coche, no es más que una analogía de lo que puede que te esté ocurriendo con tu empresa.

    Porque si la pilotas sin tener la información mínima necesaria, es más que probable que esa sensación de angustia que te comentaba, también la padezcas.

    Pero en este caso, de una manera mucho más intensa, pues no podemos comparar la importancia de tu negocio, que es el que da de comer a tu familia.

    Con el de tu coche, que aunque lo utilices para trabajar, si se rompe siempre vas a poder cambiarlo mucho más fácilmente que la empresa.

    Así que lo que voy a hacer a continuación, es contarte más en detalle qué es esto de los paneles de control y cómo y para qué utilizarlos.

    Para que si tú no los tienes puedas empezar a implementarlos desde ya.

    Y si sí que los tienes, que puedas comprobar si están acordes a lo que de verdad necesitas.

    No tener paneles de control en la empresa es la forma más segura de que un negocio se vaya a pique

    Hay empresarios, muchos más de los que debería, que simplemente no viven agobiados por la falta de información de su negocio.

    Y esto es básicamente porque siempre han vivido así y creen que ese es el estado natural de un empresario.

    Sin embargo, al igual que con la comparativa que te hacía antes con los paneles de control del coche.

    Intentar dirigir una empresa sin tener la información mínima necesaria, es el modo más seguro de que un negocio se vaya a pique.

    Porque es que, hay empresarios que no sólo no saben lo que ganan, sino que ni siquiera saben lo que facturan.

    Y no estoy hablando de que no sepan lo que facturan por línea de negocio o por tipo de producto.

    Sino que directamente no tienen ni idea de lo que facturan, ni tampoco de lo que gastan.

    Ellos miran en el banco, y si hay dinero es porque todo funciona y si no lo hay es porque algo va mal.

    Pero creo que no es necesario que te explique que sólo con esa información no basta para determinar si una empresa funciona correctamente o no.

    Y yo me pregunto por qué tantos empresarios, nóveles y no tan nóveles, no se dan cuenta de que si para manejar un coche, un avión, un barco.

    O cosas más pequeñas como una simple lavadora, hace falta disponer de unos paneles de control con los indicadores mínimos para saber si todo está correcto.

    Cómo es que para controlar los resultados de su empresa, que son el indicativo más claro de si van a ganar dinero, van a malvivir, o incluso van a arruinarse.

    No tienen muchas veces ni un dato tan básico como la facturación o los gastos.

    Bueno, en realidad sí que sé la respuesta, y es que como siempre han tenido acceso sin tener que poner de su parte.

    Pues no se paran a pensar que si no los tuvieran no podrían manejarlos con la misma soltura.

    Porque ya te digo yo, que si cada uno que se comprase un coche tuviese que configurar el panel de control, otro gallo nos cantaría.

    Lo más seguro es que la mayoría irían por la vida sin saber a qué velocidad van, o habría un montón de coches tirados en la carretera por falta de combustible.

    Los paneles de control en la empresa, la herramienta imprescindible

    Bueno, la cuestión es que los paneles de control, también llamados cuadros de mando o dashboard, son una herramienta imprescindible para cualquier empresario.

    Independientemente de que la empresa sea gigantesca o diminuta.

    Y son imprescindibles, porque con la información que aporten, va a ser capaz de tomar decisiones más rápidamente y con menos posibilidades de errar.

    Qué información han de aportar los paneles de control

    Ahora bien, ¿qué y cuánta información ha de tener ese panel de control para que sea verdaderamente efectivo?

    Pues la respuesta es que depende.

    Depende del tamaño de la empresa, de las áreas o departamentos que tenga, de lo que se quiera controlar…

    En cualquier caso, el panel principal debería tener como mínimo la siguiente:

    La facturación y los gastos del mes y el acumulado del añoCuánto dinero tienes disponibleY cuánto tienes por cobrar y por pagar en las próximas fechas

    A partir de aquí, todo lo que puedas añadir será bienvenido.

    Aunque es importante que no te emociones metiéndole información, porque lo único que lograrás es que te sature y no veas claramente la que de verdad te interesa.

    De todas formas, yo opino que no debería faltar tampoco la información general de las distintas áreas que puedas tener.

    Como por ejemplo, lo resultados de ventas o acciones online, y las comparativas con al menos el período anterior.

    Después, lo ideal es que tengas paneles de control más detallados para cada área, departamento o tipo de información que quieras controlar.

    Dónde colocar la información

    En cuanto a dónde tener esta información, la verdad es que da igual siempre que puedas acceder a ella cuando te interese o lo necesites.

    Por lo que podrías utilizar desde una hoja de papel escrita a bolígrafo, pasando por la tan aprovechable hoja de cálculo, o lo que últimamente se está poniendo muy de moda, que son los software y aplicaciones específicas para ello.

    La cuestión es que lo tengas como lo tengas, los paneles de control han de aportarte lo que necesitas.

    Porque sino, más te vale ser la persona con más suerte del mundo si no quieres llevarte un buen susto.

    Lo mínimo que necesitas para crear tus paneles de control

    En cuanto a lo que necesitas para crear tu panel de control, hay 3 cosas imprescindibles a tener en cuenta.

    La primera, decidir en qué formato o aplicación tenerlo.

    Que si no quieres complicarte demasiado la vida, al principio podrías hacerlo en un Excel o en una hoja de cálculo de Google.

    Y más adelante ya verías la necesidad o no de pasarte a una aplicación específica.

    Lo segundo que necesitas es decidir qué es lo que quieres medir.

    Es decir, qué kpi’s deberían aparecer en ese panel.

    Y lo tercero a tener en cuenta, es determinar cómo van a entrar los datos en ese panel, y cada cuánto tiempo va a ser.

    Es decir, qué persona será la encargada de picar los datos o hacer copia y pega.

    O qué sistema de automatización tendrás para que la información aparezca cuando tú quieres.

    Que esto es algo de lo que se olvidan muchos, y claro, cuando los datos que muestran los paneles no están actualizados, no sirve para nada por muy fantásticos y bien diseñados que estén.

    Los paneles de control siempre bien visuales

    A parte de esto, mi consejo es que lo hagas lo más visual que puedas para que mirarlo te resulte agradable y fácil de leer.

    Porque si es así, no te dará pereza mirarlo continuamente, que es algo que de verdad necesitas.

    Los beneficios de disponer de paneles de control

    Lo que está claro es que lo hagas como lo hagas, gracias a estos paneles de control vas a tener una sensación de dominio de tu empresa como no te puedes llegar a imaginar.

    Podrás saber no sólo si ganas o pierdes, sino que también podrás descubrir más fácilmente a qué se debe.

    Sabrás si puedes o no hacer inversiones, o cuándo podrás hacerlas.

    Podrás hacer un seguimiento real del avance de los objetivos para decidir si has de dar un golpe de timón o mantenerte como vas.

    Y, por supuesto, ahorrarás tiempo, dinero y quebraderos de cabeza por no entender según qué situaciones.

    Conclusión

    Reconozco que la información que te doy está bastante resumida.

    Pero es que, aunque parezca que no, la verdad es que todo lo que tiene que ver con los paneles de control puede llegar a dar para mucho.

    Sin contar con que cada empresa tiene sus propias circunstancias y entrar al detalle se me hace complicado.

    Por eso, me comprometo a hablarte otro día más en profundidad de otros aspectos de los paneles de control.

    Hasta la próxima.

  • Hace un tiempo te conté qué era la Misión personal, y hoy le toca el turno a la Visión personal.

    Porque todo empresario o emprendedor sabe, o debería saber, que para que una empresa pueda asentarse y funcionar realmente bien, esta debe fundamentarse, en una Misión, una Visión y unos Valores.

    Sin embargo, no todos saben que para que esa Misión, Visión y Valores funcionen correctamente, él también debe tener los suyos a nivel personal.

    Entre otras cosas, porque si no se sabe por qué y para qué se lucha difícilmente se conseguirá.

    La necesidad de la Visión personal

    Cualquier persona, sea empresario o no, debería tener un por qué lucha, un para qué lucha, y unos valores con los que regirse en su vida.

    Y, de hecho, la mayoría de las personas los tienen, aunque de una manera muy interna y raramente puestos por escrito.

    Lo que pasa es que, en el caso de los empresarios, esto que en principio podría parecer una chorrada, tiene una importancia altísima.

    Porque es la forma de determinar claramente cuál es el futuro que deseas.

    Y sin ella, da igual lo potente que sea tu misión, o lo motivado que puedas estar, porque difícilmente llegarás a ningún lugar.

    Y no llegarás simplemente porque no lo habrás definido previamente.

    Para que lo entiendas mejor, es como si te montas en un taxi y le pides al chofer que te lleve a un lugar mejor que en el que estás.

    Que seguramente conseguirás que el taxista te mire extrañado y te insista en que si quieres que te lleve allí, tendrás que darle una dirección real.

    Y eso es a grandes rasgos lo mismo ocurre con la visión personal.

    Que para llegar a cualquier sitio antes necesitas saber cuál es ese sitio y visualizarlo, porque sino, no llegarás por mucho que corras.

    La Visión personal es la parte materialista de esta historia

    Supongo que ya te has dado cuenta que la visión personal es sobre todo materialista.

    Y que al definir para qué vas a hacer todo lo que vas a hacer, te facilita el determinar qué es lo que necesitas para alcanzarlo.

    Por eso, si no tienes una visión personal, te va a resultar muy complicado, por no decir imposible, marcar una visión comercial a tu empresa.

    Que aunque sí es posible que logres el éxito empresarial sin ella, difícilmente podrás llegar a desarrollar un negocio que de verdad te merezca la pena.

    Un ejemplo para que lo entiendas mejor

    Un ejemplo de visión personal podría ser el siguiente:

    “Dentro de 5 años voy a estar viviendo con mi pareja y mis hijos en un chalé de al menos 300m2 con piscina.

    Nuestra situación económica estará completamente saneada porque los ingresos mensuales que estaré recibiendo de mi empresa superarán los 10.000€.

    Y, además, saldremos como mínimo una semana de vacaciones cada 3 o 4 meses.

    En este ejemplo queda patente que la Visión personal no consiste en aportarle nada a nadie, ni tampoco ser profundo de ninguna manera.

    Simplemente se trata de definir un para qué luchas cada día.

    Aunque eso sí, para que tenga sentido y funcione, esta ha de ir en consonancia con tu Misión personal y ser lo suficientemente motivante para que cuando los baches del camino te zarandeen, no quieras apartarte de él.

    Porque si seguimos con el ejemplo de vivir en el chalé...

    Si para ti vivir en esa casa tan grande y con piscina no es importante, a las primeras de cambio que se te compliquen las cosas, lo abandonarás.

    Y al final tendrás la misma sensación que puede que tengas ahora, en la que por mucho que haces no consigues lo que quieres.

    Y es que a ti quizá te motivan más las cosas menos relacionadas con el dinero, y más con el poder o el estatus social.

    Que entonces deberías crear la visión en esa línea. Algo más del estilo:

    “En 5 años voy a ser el profesional de mi sector más reconocido de España”,

    O, “en un máximo de 10 años voy a estar sentado en la misma mesa que los grandes banqueros del país”

    La Visión personal como base para crear tu empresa

    Al final, sea como sea, la Visión personal te tiene que mover a trabajar por convertir tu empresa en un vehículo capaz de llevarte hasta donde quieres.

    Ya sea ganar mucho dinero, tener una casa gigantesca, o vivir dando conferencias por todo el mundo.

    Y gracias a saber a dónde quieres llegar, vas a poder construir un negocio que te lo permita.

    Porque como ya comenté en una entrada anterior, si lo que quieres es vivir en un pisito, tener un coche de gama media y salir de vacaciones 15 días al año, puede que te baste con una tiendecita de barrio.

    Pero si lo que quieres es el chalé de 300m2 con piscina, y salir de viaje una semana cada 3 o 4 meses, seguramente una tiendecita no será suficiente y deberías enfocarte más en crear una cadena de tiendecitas de barrio.

    O si hablamos de vivir dando conferencias por el mundo, probablemente tu negocio no debería enfocarse en una empresa de barrio.

    Si tu visión es la de cruzar el Atlántico en un barco en solitario, lo que necesitas es un velero y no una lancha de paseo.

    Cómo definir la Visión personal

    Llegados aquí supongo que estarás pensando que todo esto está genial, pero que lo que tú quieres es saber cómo se crea una visión, ¿verdad?

    Y la respuesta más simple que te puedo dar es: reflexionando sobre lo que quieres.

    Lo que pasa es que muchas veces no obtenemos respuestas no porque no saberlas, sino porque no sabemos hacernos las preguntas adecuadas.

    Así que te voy a dar las preguntas que te tienes que hacer, y los pasos que has de dar, y tú te encargas de poner las respuestas.

    Primer paso: Tu lista de deseos

    Lo primero de todo es dar rienda suelta a tu imaginación y soñar como no lo has hecho nunca.

    Y lo que vas a hacer, es lo que denominaremos tu lista principal de deseos.

    Para ello, imagina a lo grande como si no hubiera nada imposible, y haz una lista con todo lo que se te ocurra que quieres ser, hacer, tener o experimentar en los próximos 10 años.

    Y no te pongas límites ni en importancia, ni en tamaño, ni en precio.

    Ni tampoco en el tiempo, la habilidad o el talento que necesitarás para lograrlos.

    Y que te de igual también, si lo que deseas es una nimiedad o una exageración tan grande que incluso te da verguenza escribirlo.

    Si quieres tenerlo, hacerlo, serlo o experimentarlo, ¡apúntalo!

    Y no pares de escribir hasta que te sientas verdaderamente vacío.

    Segundo paso: Prioriza lo listado

    Una vez que tienes esta lista, lo segundo que tienes que hacer es priorizarla.

    Es decir, coge cada uno de esos deseos que has anotado y sin preocuparte por la exactitud, pon junto a cada uno de ellos un 1, un 3, un 5 o un 10, según los años que crees que vas a tardar en conseguirlo.

    (A todo aquello que encuentres muy difícil, ponlo directamente a 10 años)

    Tercer paso: Divídelo en listas

    Lo siguiente es dividirlos en listas por años.

    Es decir, crea una lista para los deseos a 1 año, otra para los deseos a 3 años, y así sucesivamente.

    Cuarto paso: Redacta tu Visión personal

    Y por último, le toca el turno a la redacción de la Visión personal.

    Para ello, coge las listas a 1, 3 y 5 años, releelas, y en función de lo que has anotado redacta en pocas frases qué es lo que quieres conseguir.

    Para ayudarte, puedes contestarte a ti mismo, por ejemplo, a:

    ¿Dónde me gustaría encontrarme dentro de 5 años?¿Cómo me gustaría verme? ¿Estaré delgado y en forma?¿Dónde estaré viviendo? ¿Cómo será mi casa?¿Qué clase de negocio o trabajo tendré?¿Cómo será un día en mi vida?¿Qué habilidades tendré?¿A qué dedicaré el tiempo libre?¿A dónde viajaré?¿Cómo serán mis vacaciones?¿Cuánto dinero tendré?...Quinto paso: Refuérzalo con tus modelos

    Con todo esto ya te valdría para poder crear tu propia visión personal y tener un para qué de peso que te permita saber hacia dónde has de remar.

    Pero si quieres, una forma de reforzarlo es a base de modelos.

    Es decir, que elijas 2 o 3 personas que vivan o hayan vivido el estilo de vida que tú quieres vivir, que hayan conseguido lo que tú deseas conseguir, y/o que hacen lo que a ti te gustaría hacer.

    En este caso, da igual que sean personas reales, históricas o incluso ficticias.

    Pero es importante que encuentres personas que lo hayan logrado para que puedas fijarte en cómo lo han hecho.

    Por lo tanto lee, investiga y estudia todo lo referente a ellos, pues eso te ayudará a motivarte para conseguirlo tú también.

    Porque si alguien lo ha logrado es porque es posible hacerlo y entonces tú también podrás.

    Conclusión

    Y hasta aquí lo que quería contarte hoy. Espero que con esto puedas crear una visión personal que te motive lo suficiente para pelear en el día a día.

    Que ya verás cómo gracias a tenerlo bien claro, marcarte objetivos será mucho más fácil, y todo lo verás de un modo más lógico.

    Hasta la próxima

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  • Un empleado con mentalidad empresarial, es prácticamente seguro que al final acabará teniendo una empresa, y seguramente, con éxito.

    Sin embargo, un empresario con mentalidad de empleado, da igual cuántas empresas llegue a tener, porque difícilmente tendrá éxito.

    Y ya te digo yo, que no tiene nada que ver con querer tener una empresa.

    En qué consiste la mentalidad empresarial

    La mentalidad empresarial, a nivel básico, es un conjunto de actitudes y formas de hacer las cosas, que te permiten desarrollar distintas aptitudes.

    Pero también, conseguir la motivación necesaria para hacer realidad una visión concreta a través del desarrollo de negocios.

    O dicho de otra forma, que es una manera de ver el mundo, en la que el conformismo no forma parte de tu vocabulario y tu idea de alcanzar el éxito es la de que éste dependa de ti mismo.

    Y está claro que, una vez que adquieres la mentalidad de empresario, ya no vuelves a tener la de empleado.

    Porque aunque volvieras a trabajar para otro, tu forma de actuar sería más como la de un empresario, que como la de un asalariado.

    ¿Por qué es importante que adquieras una mentalidad empresarial?

    Básicamente, porque ante un proyecto empresarial dependemos completamente de nosotros mismos.

    Y el acierto o el fracaso en la toma de decisiones, dependerá de la capacidad que tengamos para entender cuál es la mejor opción.

    Que, en cualquier caso, no es la forma de pensar de un empleado, que está más basada en trabajar cambiando tiempo por dinero.

    Y aunque se convierta en empresario para no tener jefe, la realidad es que necesita que le digan constantemente qué tiene que hacer.

    Ahora bien, antes de enumerarte algunas de las condiciones para adquirir esa mentalidad empresarial, es importante que tengas claro qué es ser empresario.

    Qué es un empresario

    Muy en contra de lo que creen la mayoría de las personas, incluidas aquellas que trabajan para sí mismas, pero con mentalidad de empleado, un empresario no es sólo el dueño de una sociedad que tiene empleados contratados.

    Entre otras cosas, porque al menos desde el punto de vista legal, se considera empresario a cualquiera que está dado de alta en la Seguridad Social, pero no por cuenta ajena.

    Es decir, que es igual de empresario el dueño de una multinacional, que el típico repartidor de comida que es autónomo.

    Sin embargo, las estadísticas demuestran, que ser empresario sólo por estar dado de alta como tal en la Seguridad Social, no es suficiente para conseguir que un negocio obtenga unos resultados razonablemente buenos.

    Y ahí es donde entra la necesidad de disponer de la adecuada mentalidad empresarial.

    Que es la que, como te he dejado ver ya, te dará la mayor parte de los números que necesitas para tener éxito.

    Qué necesitas para adquirir mentalidad empresarial

    Son tantas que podría pasarme horas. Así que voy a listarte las que yo considero más importantes.

    Define lo que quieres para ti como persona

    Por la que sí o sí deberías empezar, es por la de definir lo más claramente que puedas, qué es lo que quieres para ti.

    Porque aunque quizá creas que lo tienes claro, la realidad es que la mayoría de las veces no lo está tanto.

    Y eso hace que muchos empresarios se frustren cuando, aunque sus empresas marchen bien y les hagan ganar dinero, ellos no alcancen la felicidad que esperaban.

    Algo que, si lo piensas, tiene toda su lógica.

    Porque ya me dirás tú cómo esperas construir un negocio que te lleve a cualquier lugar, si no sabes qué lugar es ese.

    Así que, lo primero de todo, párate a pensar si eso por lo que estás luchando cada día, es lo que hace que te levantes por las mañanas.

    Y si es así, mira si puedes reforzarlo de algún modo.

    Y si no lo es, páralo todo y no vuelvas a arrancar hasta que descubras por qué te merece la pena el estilo de vida elegido.

    Asume que sólo tú eres el responsable de todo lo que te pasa

    Asume que cualquier cosa que te ocurra a ti o a tus empresas, es consecuencia directa o indirectamente de alguna decisión tuya.

    Por lo tanto, deja ya de culpar a todo y a todos, de aquello de lo que sólo tú eres responsable, y admite que si los resultados son malos es culpa tuya, y si son buenos, es gracias a ti.

    Basa tu trabajo en los resultados, no en el tiempo que dediques

    En cuanto a tu trabajo, has de asumir que este no puede basarse nunca en las horas físicas que dediques, o en un horario establecido.

    Sino que ha de hacerlo en base al logro de resultados.

    Es decir, que tienes que aprender a valorar el esfuerzo a realizar, en función del resultado que se pueda o deba conseguir.

    Y no en función de las horas que se le deban dedicar.

    Porque gracias a esto serás capaz de determinar más fácilmente, sin sentirte mal contigo mismo, si el que estés trabajando, o dedicándoles tiempo a tu familia o amigos, es lo mejor que podrías hacer en cada momento, independientemente de que sea un lunes por la mañana, o un sábado por la tarde.

    Además, recuerda que el fin que has de perseguir con tu empresa, es que esta trabaje para ti, y no al revés.

    Y eso no lo podrás conseguir si tienes que cumplir un horario, o un mínimo de horas de trabajo.

    Además, como ya te he dicho en muchísimas ocasiones, no se trata de que como empresario tengas que pasarte la vida debajo de una palmera tomando daikiris.

    Sino que de lo que se trata, es de que puedas permitírtelo si así lo quieres.

    Así que empieza ya a ver todos tus pendientes o proyectos desde el punto de vista del resultado que vas a obtener, y no desde el punto de vista del tiempo que vas a tener que dedicarles.

    Productivo siempre, no sólo en el trabajo

    Como empresario, sólo puedes permitirte el lujo de vivir tu estilo de vida basado en la productividad.

    Pues es el único modo de que puedas generar más y mejores resultados, con la menor inversión de tiempo y esfuerzo posible.

    Y quiero recalcar lo de estilo de vida, porque no sólo tienes que centrarte en ser productivo cuando estás trabajando, que es lo que suelen hacer los que tienen mentalidad de empleado.

    Sino que, por el contrario, lo que has de hacer es vivir en el concepto de productividad siempre.

    Porque cuando eres empresario, no lo eres sólo de 9 a 5, sino que lo eres 24 horas al día, 7 días a la semana.

    Y en esto, has de valorar que no todo tiene que ver con que seas capaz de elegir mejor qué es lo más importante que puedes hacer en cada momento, o cuál es el método de organización que mejor se te adapta.

    Sino que también has de quitar de tu lista de pendientes, y delegar, cualquier cosa que no sea imperiosamente necesario que lo hagas tú.

    Y, por supuesto, que se creen los sistemas que automaticen todos y cada uno de los procesos de tu negocio.

    El dinero y su uso

    En lo referente al dinero, también has de cambiar la forma de pensar. Y, en concreto, en al menos 2 puntos fundamentales.

    El primero, que el dinero de tu empresa no es tu dinero.

    Y no lo es, porque aunque tu empresa sea tuya, esta es un ente que, en cierto modo, tiene vida propia.

    Por lo tanto, tú para ella eres un empleado que va a percibir una remuneración concreta a cambio de gestionarla y dirigirla.

    Así que, si aún no tuvieras definido el sueldo que debes cobrar por administrarla, independientemente de las horas que trabajes, márcatelo desde ya, y deja de coger un dinero que no es tuyo.

    Y si a final de año resultan beneficios y decides que vas a cobrar parte de ellos, pues ya esta.

    Lo segundo, es que debes dejar de verlo todo como si fuera un gasto, y empezar a ver todo lo que debas pagar, como inversiones.

    Porque de este modo, no sólo dejarás de usar dinero para cosas que no te reportan nada.

    Sino que, además, gracias a esto serás más consciente del valor de las cosas, y no tanto de su precio.

    Fórmate en lo correcto

    Otro punto muy importante dentro de lo que es la mentalidad empresarial, tiene que ver con la formación.

    Sobre todo, con la que adquieres para ti mismo.

    Y es que, has de dejar de formarte en aquellas cosas que sólo te sirven para perfeccionar lo que ya sabes hacer, y que antes o después vas a delegar.

    En cambio, deberías formarte en aquellas otras cosas en las que no eres tan experto y que, sin embargo, sí te van a hacer falta para desempeñar la labor de empresario.

    Pero, además, también deberías empeñarte en formar a la gente que trabaje contigo, porque cuanto más sepan, más podrás obtener de ellos.

    Que en este caso, y tirando del punto anterior, la formación tuya o la de tu personal, jamás es un gasto, sino una inversión.

    A no ser, claro, que contrates formaciones que no sirvan para el fin que persigues.

    Primero los demás, después tu beneficio

    Y el último de los puntos tiene que ver con el planteamiento que hagas de tus productos o servicios.

    Porque deberías hacerlo siempre desde el punto de vista de querer impactar positivamente a los demás, y no de ganar cuanto más dinero mejor.

    Y no es que no debas pensar en tu beneficio económico, ni mucho menos.

    Porque si te centras en los demás, el beneficio económico acabará por llegar.

    Pero si te centras en el beneficio en lugar de en ayudar, seguramente te equivoques, porque estás pensando para ti y no para los demás.

    Conclusión

    Lee todo lo que puedas sobre temas que te ayuden a ver tu empresa como el negocio que es, y no como un trabajo.

    Rodéate siempre de gente emprendedora. Y si son más listos que tú, mejor que mejor.

    Y sal a la calle y relaciónate con otros empresarios, con clientes y con proveedores.

    Y obsérvalos, porque nunca sabes dónde vas a poder aprender algo que te ayude a mejorar.

    Hasta la próxima.

  • En esta entrada te voy a hablar de errores de empresario novato que cometemos muchos, aunque ya llevemos tiempo como empresarios.

    La felicidad del empresario novato

    Cuando uno emprende por primera vez, es habitual vivir en una especie de realidad paralela provocada por no saber que no se sabe.

    Y tienes una especie de sensación de felicidad, por llamarlo de alguna manera, que suele ser independiente de los resultados que se obtengan.

    De manera que si le va bien el negocio se dice a sí mismo que ser empresario no era tan difícil.

    Y si le va mal, pues seguramente se dice cosas como que si los clientes no entienden lo que ofrece, que si la competencia es desleal porque tira los precios, o que si el gobierno es injusto porque le muele a impuestos.

    La cuestión es que raramente le da por pararse a analizar a qué se deben esos resultados.

    Y esa falta de curiosidad es por la que, por un lado, tenga más posibilidad de mantenerse en el lado de los malos resultados.

    Y por otra, que su novatez como empresario se alargue por muchos muchos años.

    Así que he pensado que para el caso en que tú estés viviendo en ese involuntario matrix.

    Y aún a costa de que por culpa de lo que te cuente, tu felicidad empresarial disminuya, o incluso caiga del todo, como me pasó a mí, te voy a exponer unos cuantos errores de empresario novato que se suelen cometer, sobre todo al principio, para que si estás cayendo en ellos dejes de hacerlo. Y si no estás cayendo, para que no caigas.

    Error #1 - Creer que las ventas lo son todo

    Uno de los errores más habituales en los que se suele caer, sobre todo cuando se empieza una empresa, tiene que ver con las ventas.

    Y, en concreto, con pensar que para tener éxito, en lo único en lo que hay que centrarse es vender, vender y vender más aún.

    Sin embargo, la realidad es que la gestión de una empresa va mucho más allá que el sólo vender.

    Porque, para empezar, hay que recordar que, aunque tú estés solo al principio, también existe la administración, las finanzas, la estrategia, la planificación, los procesos, y muchas otras cosas.

    Pues aunque es verdad que una empresa que no tenga ventas no va a poder mantenerse en el mercado.

    También es cierto que si sólo te dedicas a atraer facturación, lo más probable que te pase, es que acabes muriendo de éxito.

    Porque aunque has atraído clientes y facturación, como estás centrado en su captación, seguramente no podrás darles el servicio que merecen, o el prometido.

    Así que, en lo que respecta a esto, analiza qué estás haciendo en tu caso, y asume que dirigir tu empresa es más una carrera de fondo, que un sprint.

    Porque en este caso, no llega más lejos el que más corre.

    Error #2 - No medir ni controlar los resultados

    Otro error de empresario novato muy común, es el de no controlar y medir los resultados.

    Y es que, uno está tan metido en el día a día, que muchas veces olvida que debe entender por qué pasan las cosas que pasan.

    Que basándonos, por ejemplo, en las ventas.

    ¿Tú sabes a cuántos clientes hay que visitar para que uno acabe comprándote?¿y cuántas visitas has de hacer a ese cliente hasta que te compra?¿O cuántos clientes se pueden visitar por día?¿y cuántas llamadas has de hacer para que un cliente te reciba?

    Así podríamos tirarnos horas y horas intentando definir todos los parámetros que deberías controlar para analizar la información en tu favor.

    Que aunque es probable que pienses que para qué quieres saber esas cosas, si estás solo y lo que consigues ya te basta.

    Imagínate que mañana decides contratar a un vendedor…

    ¿Qué le vas a decir en referencia a cuánto tiene que trabajar para conseguir determinados resultados?

    ¿Y cómo pretendes crear un plan de comisiones, si no sabes si los objetivos que le marcas, están acordes al esfuerzo a realizar?

    En fin, este es un tema muy amplio que no me da para explicártelo en un artículo semanal.

    Pero sí espero que seas capaz de ver la importancia que tiene y que, para el caso de que no estés midiendo y analizando todo lo que pasa en tu empresa, te sirva para empezar a planteártelo.

    Y recuerda que no sólo has de medir las ventas, sino también todas las demás áreas de tu empresa, aunque estés tú sólo.

    Porque esa información te dará poder y te permitirá tomar decisiones mucho más acertadas y rápidamente.

    Error #3 - Mezclar el dinero personal con el de la empresa

    Otro de los errores de empresario novato que es muy típico al principio, sobre todo cuando empiezas como autónomo, es el mezclar el dinero personal con el de la empresa.

    Es decir, utilizar la misma cuenta para todo, independientemente de que el cobro o el pago tenga que ver o no con el negocio.

    Que lo que suelen responder quienes así lo hacen, es que cómo lo van a separar, si son la misma persona.

    La cuestión es que esto, que suele ir acompañado de un deficiente control de las finanzas, hace que te engañes y creas que ganas más de lo que ganas.

    O todo lo contrario, que pienses que el negocio no es rentable porque tienes que cobrar cuando pagan los clientes, porque no hay dinero en la cuenta.

    En cualquier caso, esto es un tema que si no tienes cuidado puede hacer que sea el fin de tu empresa.

    Especialmente si las ventas van bien y, para colmo, tú no te has marcado una nómina fija para cobrar cada mes.

    Porque la mayoría de las personas no tenemos una educación financiera suficientemente decente como para entender según qué cosas.

    Y gastamos el dinero en función del que tenemos, adaptando nuestra vida a los ingresos que tenemos.

    Y si te va bien la cosa y hay mucho dinero en la cuenta, tú vivirás en función de ello.

    Irás a mejores restaurantes, comprarás un coche más caro, y todas esas cosas que hacemos los empresarios cuando empezamos y creemos que el cielo se nos ha puesto de cara y que no nos va a dejar tirados.

    Pero si no reinviertes en la empresa y guardas una parte para imprevistos, cuando te llegan las vacas flacas, que ya te digo yo que siempre llegan, no podrás responder.

    Ni tampoco, seguramente, seas capaz de bajar tu ritmo de vida a la velocidad necesaria.

    Lo cual hará que tengas que cerrar un negocio que en principio parecía con posibilidades, por haber mezclado churros con meninas.

    Así que, ponte un sueldo si es que aún no tienes uno, y no cojas nada más de la empresa por mucho que sobre después de haberte pagado.

    Y si lo haces, devuélveselo que es suyo. Que ya tendrás tiempo de subirte el sueldo.

    Error #4 - No planificar

    Otro error de empresario novato súper común, del que ya te he hablado, y que, además, no tiene que ver sólo con los empresarios novatos, es el de no planificar.

    Que da igual cómo te pongas y lo que creas, porque si no planificas el futuro, difícilmente llegarás a donde quieras llegar.

    Y si llegas, será por pura chiripa, aunque difícilmente de una manera productiva.

    Así que márcate objetivos claros y crea un plan que les de soporte para que te sirva de mapa que defina el camino a seguir.

    Pero no hagas todo este trabajo y después lo guardes en un cajón.

    Sino que revísalo y redefínelo constantemente, porque lo que hoy es blanco, mañana puede que sea amarillo y pasado otra vez blanco.

    Además, como empresario deberías huir de la suerte como del agua hirviendo.

    Que esto no significa que si la tienes no debas agradecerlo.

    Pero, en ningún caso, debes creer que va a ser la suerte la que te ayude a conseguir tus objetivos.

    Error #5 - No formarte constantemente

    Otro error muy típico es no formarte, o formarte sólo en lo que ya conoces y que seguramente ya dominas porque es tu profesión.

    Y es que, el trabajo de un empresario va mucho más allá de su profesión.

    Y empeñarte en mejorar aquello que ya dominas puede que esté bien, pero quizá sería más inteligente que aprendieras cosas que te ayuden a gestionar la empresa.

    Porque aunque es verdad que no tienes que ser necesariamente experto en nada, sí que has de entenderlo lo suficiente, para que cuando decidas delegarlo sepas si el trabajo realizado es el que esperas.

    Aunque a este respecto, sí me gustaría pedirte que no caigas en el error de convertirte en un estudiante y dejes de lado tu función de empresario.

    Es decir, que no te dediques a aprender un montón de cosas que, aunque sí estará bien que sepas, son cosas que puedes delegar.

    Que esto suele ser muy corriente en aquellos a los que les da miedo delegar y dirigir.

    Y en lugar de admitirlo, prefieren pensar que si aprenden ellos, se van a ahorrar un pastón porque no tendrán que contratar a otros.

    Pero esto es un error por varias cosas.

    La primera, porque mientras están aprendiendo a hacerlo, no se están dedicando a todas las demás cosas.

    La segunda, porque el tiempo que dedican a aprender también tiene un coste por hora, más un coste de oportunidad.

    Y sí, aunque ese conocimiento ya lo tendrán, la realidad es que sólo les servirá para eso, para tenerlo.

    La tercera, porque por regla general, lo que deciden aprender no suele estar relacionado con la gestión pura de la empresa.

    Y, por lo tanto, se capacitan para ser un mejor técnico, en lugar de para ser un mejor empresario.

    Al final, lo que te quiero decir, es que antes de elegir qué formación vas a hacer, te plantees y hagas los cálculos de si no te saldría más rentable contratar un experto, para que tú pudieras dedicarte a otros menesteres más rentables para ti y para la empresa.

    Error #6 - Tener una visión errónea de lo que es ser empresario

    Básicamente nos encontramos con 2 visiones distintas de lo que los empresarios novatos entienden por ser empresario.

    Por un lado están aquellos que creen que su trabajo de empresario consiste en estar siempre al pie del cañon.

    Es decir, esos que se encargan de todo y que son el centro del mundo en lo que respecta a su empresa.

    Y que cuando les llaman siempre responden, independientemente de la hora o el día que sea.

    Son esos que están contigo tomándose una cerveza y están todo el rato respondiendo emails, llamadas, Whatsapps, etc.

    Que lo que pienso yo que les pasa en realidad, es que se ven mucho más pequeñitos como empresarios, de lo que en realidad son.

    Y entonces, para compensarlo, se esfuerzan por demostrar que son insuperables en cuanto a la gestión y la atención a todo el mundo.

    Aunque la verdad es que por culpa de esa visión, no sólo no tienen vida, sino que, además, cuando no responden una llamada, como todos están acostumbrados a que siempre responde, pues genera enfado.

    Pero si estos lo tienen mal, no digamos de aquellos que van de divos, que son la parte completamente opuesta al anterior.

    Y es que, no sólo no contestan nunca, sino que, encima, quieren hacerte creer que todo les va genial, cuando por regla general no es así.

    Estos son aquellos a los que llamas para pedirles un presupuesto, y además de que tardan horas, o incluso días en responder, parece que les molestara.

    Y uno podría pensar que al fin y al cabo, el empresario no tiene por qué atender según qué asuntos.

    Pero cuando ese empresario está sólo, y se sabe, lo que uno espera es que la atención que te brinde sea exquisita.

    Al menos si lo que quieres es hacerle ganar dinero.

    En cualquier caso, muchos de estos "divoempresarios" actúan así para dar imagen de tener control de su productividad, o que tienen mucho trabajo.

    Sin embargo, lo que perciben los demás es que, o estás falto de profesionalidad, o que si tienes tanto trabajo no merece la pena darte más.

    Porque viendo cómo actúas cuando se te contacta, ya puedes imaginarte que no se cumplirá la fecha de entrega del trabajo.

    Así que, si tú eres de los primeros, empieza a delegar tareas y vive.

    Y si eres de los segundos, ¡contesta al teléfono!.

    Y si no quieres hacerlo porque te incordia atender según qué temas, pues lo mismo que al otro...¡delega!

    Hasta la próxima.

  • En este post te voy a contar cuáles son las claves del método GTD.

    Porque si eres empresario y tu intención es tener éxito con tu empresa, no te queda otra que ser productivo.

    Y para ser productivo, una de las cosas que necesitas sí o sí, es seguir un método de organización que te ayude a conseguirlo.

    Aunque como con casi todo, con los métodos de organización tampoco puedes esperar que todos se adapten a ti.

    Pues aunque la mayoría de los métodos son muy parecidos entre sí, lo cierto es que cada uno está pensado para un tipo de usuario concreto.

    Y aunque yo no puedo saber qué tipo de método necesitas tú para lograr la máxima efectividad.

    Sí puedo darte las claves de algunos de ellos para que, al menos, sepas si se te podrían adaptar a tu estilo de vida o trabajo.

    Y del que te voy a hablar hoy es del método GTD, que es el que con diferencia más se utiliza a nivel mundial.

    E incluso dicen, que es probablemente el mejor y más completo método de organización que existe.

    De dónde sale y en qué se basa el método GTD

    Este método fue desarrollado en los años 80 por un experto en productividad norteamericano llamado David Allen.

    Y lo hizo a través de un libro al que tituló "Getting Things Done", que es de ahí de donde salen las siglas GTD.

    Aunque en España se publicó bajo el título de “Organízate con eficacia”.

    Y se basa en que una persona necesita liberar su mente, para poder enfocarse por completo en lo que esté haciendo.

    Para lo propone que se guarden las tareas y los proyectos que se tengan pendientes, en un lugar específico fuera de ella, y que sea siempre el mismo.

    De manera que no sea necesario recordar nada de lo que se tenga por hacer.

    Porque este hombre afirma que nuestra memoria es del todo ineficiente, basándose en que ésta nos recuerda las cosas cuando mejor le parece, pero generalmente no, cuando realmente las necesitamos.

    Típico ejemplo de lo que hace nuestra memoria

    Que si lo piensas tiene toda la razón, porque seguro que te ha pasado alguna vez estar, por ejemplo, trabajando en tu oficina, y de repente acordarte de que tienes que comprar tomates, o lo que sea.

    Que está genial acordarte, pero mientras trabajas, o vas conduciendo, de poco te sirve hacerlo porque no puedes hacer nada por solucionarlo.

    La cuestión es que cuando sales del trabajo, te acuerdas que tenías que comprar algo, pero ahora ya no recuerdas el qué.

    Así que decides dirigirte al supermercado con el absoluto convencimiento de que cuando estés allí te acordarás.

    Cuando llegas, como sigues sin acordarte, piensas, voy a ir recorriendo los pasillos mientras cojo otras cosas, que seguro que cuando lo vea me acuerdo.

    Así que empiezas a caminar por los pasillos y a empezar a meter cosas en el carro.

    Y mientras lo haces, recuerdas que tienes que cambiarle el aceite al coche y, también, que has de llamar a un cliente. Pero de los tomates, nada de nada.

    Al final das la compra por finalizada sin haber cogido los tomates, pagas la cuenta y te marchas a casa.

    ¿Y cuando te acuerdas de los tomates?

    Pues normalmente, cuando ya te has marchado del supermercado y volver supone más molestia que un beneficio.

    Al final, este ejemplo que es a la par absurdo y cotidiano, es por lo que David Allen opina que no podemos depender de nuestra mente para organizarnos.

    La necesidad de un sistema externo a la memoria

    El método GTD aboga por que se disponga de un sistema organizativo completamente externo a nuestra memoria.

    En el que podamos confiar plenamente, y que nos permita recordar las cosas que hemos de recordar en el momento preciso y no en otro.

    Buscando con ello que nuestra mente obtenga la tranquilidad necesaria por saber que no se le va a escapar nada.

    Y que así podamos dedicarnos por completo a trabajar en lo que estemos haciendo en cada momento, de una manera más eficiente y creativa.

    Todo esto, con el fin de que se adopte un estado que en GTD se denomina como de “alerta perfecta”.

    Y que parte de la filosofía de mantener “la mente como el agua”, haciendo un símil con el agua en reposo y que, en definitiva, pretende decir que hemos de intentar siempre mantener nuestra mente transparente y limpia.

    Para que enfocarnos en lo que de verdad es importante y requiere de nuestra plena atención nos resulte mucho más fácil.

    Y pensándolo bien, la verdad es que no plantea ninguna tontería, porque nuestra mente es bastante buena para pensar y ser creativa.

    Pero como sistema de recordatorio deja bastante que desear.

    Y por mucho que intentemos engañarla, lo único que vamos a conseguir es estrés y preocupación.

    La fuerza del método GTD

    Por lo tanto, y según todo esto, podemos afirmar que la fuerza del método GTD está en que se basa en unos principios suficientemente simples para que cualquiera pueda aplicarlos.

    Pero, a la vez, lo suficientemente complejos como para no dejarnos nada en el tintero.

    Y también, en que la forma de centrarse en las tareas y no en el tiempo, hace que sea mucho más sencillo decidir qué es lo siguiente a ejecutar, y que nos podamos enfocar en ello al 100%.

    Ahora bien, igual que con otros sistema de organización bien estructurados, para implementar y dominar este, hay que adquirir una serie de hábitos.

    Que, si bien son algo estrictos e inflexibles, una vez interiorizados y aplicados correctamente, te permitirán multiplicar tu productividad de una manera difícil de imaginar.

    Y aunque sólo por escuchar la palabra hábitos nos echemos para atrás pensando que nos supondrá un trabajazo, la verdad es que tampoco es tanto.

    De todas formas, el proceso tampoco es mucho más distinto que cuando, por ejemplo, quieres aprender a tocar un instrumento como el violín, o a dominar un deporte como el tenis.

    Que evidentemente, no es llegar y ponerte a dar raquetazos a la primera.

    Sino que antes has de aprenderte unas técnicas, que junto con la disciplina y la dedicación, te permitirán conseguir un revés suficientemente decente, o un sonido medianamente agradable.

    Además, tampoco es que estos hábitos sean completamente desconocidos.

    Sino que, en su gran mayoría, son más bien habituales en la vida de cualquier profesional.

    Y lo único que hay que hacer es adoptarlos en el orden adecuado para que surtan su efecto.

    Tenemos de 2 tipos de hábitos:

    Los hábitos de control

    Los hábitos de control te ayudarán justamente a eso, a controlar.

    En concreto a controlar el día a día y también las tareas que tengas por hacer.

    Y son principalmente 5, que además son los mismos pasos o etapas del método, y por eso quizá sean un pelín más fáciles de adoptar.

    El hábito de recopilar

    El hábito de recopilar es el más liberador de todos y consiste en sacar de tu cabeza y apuntar en un sistema físico externo, que siempre sea el mismo, cualquier cosa que se te pase por ella.

    Que a lo que te ayuda este hábito, como te he dicho antes, es a no tener nada rondando en tu mente para que así puedas concentrarte en aquello que estés haciendo.

    El hábito de procesar

    Procesar consiste en coger todo eso que hayas apuntado en tu sistema externo, para decidir si son tareas, proyectos, ideas, o simplemente no te sirve para nada.

    El hábito de organizar

    Organizar es en el que decides dónde vas a meter todo eso que has procesado, para que puedas elegir hacerlas en el momento más oportuno para ti.

    Y para ello, se proponen 5 listas en las que tendrás que meter cada cosa en función de 3 tipos de tareas:

    Las que tienes o quieres hacer cuanto antesLas que tienes o quieres hacer pero pueden esperarY por último, aquellas que son solo deseos.

    En cuanto a las listas, tenemos las siguientes:

    La lista de proyectos, que es en la que debes anotar el título de aquellos proyectos que quieras o tengas que ejecutar en algún momento.

    Que sobre esto de los proyectos, has de saber que en GTD los proyectos no son lo que habitualmente entendemos como tales.

    Sino que, por contra, en GTD se le llama proyecto a cualquier resultado que para conseguirlo se deben realizar 2 o más acciones.

    La lista de próximas acciones, que es la que podemos catalogar como la principal, y es en la que vas a meter todas aquellas acciones que quieres o tienes que hacer cuanto antes.

    Entendiendo cuanto antes, como a un máximo de 1 semana.

    La lista de a la espera, que es donde pondrás todo aquello que, por cualquier razón no puedes ejecutar por estar a la espera de algo o alguien.

    La lista de algún día tal vez, que es en la que anotarás todo aquello que no quieras o puedas hacer próximamente.

    Así como cualquier cosa a largo plazo, como un viaje, comprarte algo, iniciar nuevos proyectos, o lo que sea.

    La lista de calendario, que es donde meterás aquellas acciones que deban realizarse en una fecha en concreto.

    El hábito de evaluar

    El hábito de evaluar es el corazón del sistema y consiste en revisar periódicamente la organización de todo lo que tienes apuntado.

    Porque si no revisas y actualizas todo lo que tienes anotado perderás el control, y al final irás perdido y desorganizado.

    El hábito de ejecutar

    Y el último hábito es el de ejecutar, que es, en definitiva, para lo que uno se organiza.

    Porque de muy poco te sirve tener el mejor sistema de organización y tenerlo todo muy controlado, si después no dedicas la mayor parte de tu tiempo a ejecutar lo que hayas organizado.

    Los hábitos de perspectiva

    Los de perspectiva son los que te permiten obtener, de alguna manera, el control sobre el futuro y lo que esperas obtener.

    Porque para ser realmente productivos no podemos basarnos solamente en tener el control del día a día.

    Sino que, también, hemos de coger suficiente perspectiva para saber si lo que estamos haciendo va en la dirección adecuada.

    Y en este caso GTD propone lo que llama “los seis niveles de altitud”, con los que de una forma metafórica divide las distintas etapas de avance.

    De manera que...

    A ras de suelo, como pista de aterrizaje, están las tareas que se pueden hacer en el mismo momento, en un mismo sitio y de una sola vez.

    A 3000 metros de altura, están los proyectos.

    Que como te he dicho, en GTD no son lo que generalmente entendemos como tales, sino que son cualquier resultado que necesite de 2 o más acciones para ser completado

    A 6000 metros, están las áreas de enfoque, que definen cómo estas comprometido con el día a día.

    Es decir, que muestran los compromisos que has adquirido, tanto contigo mismo, como con otras personas.

    A 9000 metros, están las metas y los objetivos, que definen dónde quieres llegar y cómo vas a hacerlo.

    Y es importante que estos estén vinculados a tu misión personal.

    A 12000 metros, está tu visión personal, que como sabes, sirve para tener claras las líneas generales de lo que quieres tener a largo plazo, a partir de 3-5 años.

    A 15000 metros, están tu propósito y principios.

    El propósito es el conjunto de circunstancias que definen por qué haces lo que haces. Los principios, son los comportamientos por los que te riges, y los valores que quieres respetar.

    Y lo más importante que has de tener en cuenta de este segundo tipo de hábitos, es que cada uno de estos niveles debe estar siempre alineado justo con su nivel superior.

    Además de que, en la medida de lo posible, nunca deberías estar trabajando sobre nada que no te ayude a acercarte a lo que de verdad quieres conseguir.

    Una analogía para que lo entiendas mejor

    Al final, lo que el método GTD pretende es que adoptes la capacidad para lidiar con soltura ante cualquier cosa que tengas pendiente en cualquier faceta de tu vida.

    Ayudándote a moverte con confianza, fluidez y maestría frente a los distintos compromisos e intereses que se te planteen.

    Y, con fluidez y maestría no me refiero a que debas adoptar ningún tipo de estado de paz o iluminación zen.

    Sino que, más bien me refiero a la capacidad para lograr claridad y enfoque cuando lo desees o lo necesites, con independencia de las circunstancias.

    Porque si recordamos lo que te comentaba antes sobre lo de “la mente como el agua”, en ningún momento se dice que esta haya de estar siempre tranquila.

    Sino que, por contra, lo más probable es que haya turbulencias, y de lo que se trata, es de que tú estés también preparado para eso.

    Por tanto, tu dominio de GTD se reflejará, sobre todo, en tu capacidad para aplicar estos principios y técnicas frente a las situaciones del día a día.

    Que pueden ir desde algo tan básico como limpiar el garaje, hasta la incertidumbre de lo que pasará cuando te jubiles, pasando por las exigencias propias del día a día de tu negocio.

    Y si quisiéramos hacer una analogía sobre esto, la podríamos hacer perfectamente con nuestra propia experiencia de conducir un coche.

    Porque al principio, lo que hemos de hacer es controlar lo más básico para circular sin hacernos daño a nosotros o a los demás.

    Una vez controlado, ya nos podemos sacar el carnet y, a partir de ese momento todo cambia radicalmente a mejor.

    Porque ahora ya podemos ir y venir a nuestro antojo y hacer cosas que antes no podíamos.

    Lo siguiente es que somos capaces de circular por cualquier carretera casi sin tener conciencia real de que lo estamos haciendo.

    Pues lo tenemos tan interiorizado que ya nos sale casi automático.

    Y, por último, adquirimos un coche mejor, que de alguna manera se convertirá en una especie de prolongación de nuestro cuerpo y que nos permitirá disfrutar de mayores cotas de satisfacción.

    Conclusión

    En definitiva, como casi con todo lo que nos merece la pena en la vida, para obtener cosas mejores hay que esforzarse.

    Si quieres moverte a tu aire por la ciudad, tienes que sacarte el carnet de conducir y comprarte un coche.

    Si quieres ser ingeniero tienes que estudiar varios años y después trabajar por una miseria para poder coger experiencia.

    Y si quieres estar bien organizado y ser productivo, tendrás que aprender una serie de técnicas y adquirir unos cuantos hábitos que te lo faciliten.

    Aunque créeme que especialmente en este caso merece mucho la pena.

    Porque a grandes rasgos, las claves principales de este impresionante método, aunque es algo complejo de dominar, cuando lo tienes controlado hace que tu vida sea mucho más clara y simple de gestionar.

    Que si lo miramos desde el punto de vista de ser empresario, con la enorme exigencia que implica gestionar eficazmente una empresa, lo cierto es que es casi obligatorio que seas un profesional productivo.

    Y que, como mínimo, conozcas este método para que puedas determinar si se adapta bien a lo que necesitas, o no.

    Pues como ya he mencionado antes, buena parte de tu éxito, va a depender, y mucho, de la capacidad que tengas para organizarte.

    Y no cabe duda de que para ello, es imprescindible que cuentes con el mejor método que te sea posible.

    Hasta la próxima.

  • Si quisiéramos seguir la lógica más inteligente para montar un negocio, lo primero que deberíamos hacer es identificar una necesidad o problema del mercado.

    Y en base a eso, crear una empresa que ofreciera una solución.

    Sin embargo, el mercado está lleno de empresas creadas en base a la profesión o al conocimiento del sector que tenga quien las monta.

    O también porque el emprendedor pensó que ese negocio funcionaría muy bien pues la mayoría de los que conoce están siempre a tope.

    Lo que pasa es que la estadística está harta de demostrar que para tener éxito con una empresa no basta sólo con eso.

    Sino que por el contrario, hace falta que ésta cumpla con otras muchas cosas que van más allá de los conocimientos del propietario.

    O con la simple creencia del supuesto éxito que estén logrando otros.

    La necesidad de definir al cliente objetivo

    De entre todo lo que necesita un negocio para tener posibilidad de éxito, nos encontramos, por supuesto, todo lo relacionado con el cliente objetivo.

    Que aunque es un tema que se repite hasta la saciedad, la mayoría se empeñan en pensar que lo que venden puede ser comprado por cualquiera.

    O, con suerte, lo acotan por sexo y edad, aunque de una manera muy amplia.

    Y ya me dirás tú en qué se parece una chica de 20 años a una señora de 60.

    Especialmente si lo que vas a vender, por ejemplo, son vestidos de fiesta.

    Y no es que las mujeres de cualquier edad no vayan a comprar este tipo de artículos, ni mucho menos.

    Pero supongo que no tengo que convencerte de que los gustos de unas y los de las otras difieren bastante entre sí, ¿verdad?

    Además, si esto de definir el cliente objetivo ya es peliagudo de por sí, todavía se complica más en los casos en que el usuario final no es el mismo que el que decide o paga.

    Cada cliente objetivo requiere una estrategia

    Supongo que está claro que cualquier estrategia que ejecutes debe ir dirigida, directa o indirectamente, hacia el logro de la satisfacción de tus clientes, ¿verdad?

    Y que para poder ejecutar esas estrategias, antes hay que tener claro a qué cliente te diriges. Porque sino, difícilmente funcionarán.

    Pero obviando la inmensa cantidad de casos en las que no se ha definido un cliente objetivo, muchas veces las estrategias no funcionan porque el cliente está mal definido.

    O como en el caso que nos ocupa hoy, porque además hay que diferenciar el que consume del que paga.

    Por lo tanto, para afinar estrategias y tener mayor posibilidad de que funcionen, es imprescindible reflexionar sobre si tu cliente objetivo es el mismo que va a usar lo que compre.

    Y para que te sea más fácil esta reflexión, lo primero es saber cuáles son las diferencias entre el cliente objetivo y el usuario final.

    Porque aunque así de primeras parecen obvias, no dejan de tener sus peculiaridades.

    Qué es un cliente objetivo

    Un cliente objetivo es aquel grupo de personas o empresas que de alguna forma quieren o están necesitados de lo que tú vendes.

    Y, además de tener la capacidad y la disposición para adquirirlos, lo normal es que estén receptivos a que se los ofrezcas.

    Y para definirlo de forma básica, debes centrarte en datos socio demográficos, como por ejemplo el sexo, la edad, la ubicación, el poder adquisitivo, etc.

    Que para que lo entiendas mejor, y aunque parezca exagerado, es como si pretendieras conseguir una pareja sin definir qué tipo de pareja quieres.

    Es decir, como si un día te levantases y pensases que ya está bien de estar soltero y te pusieses tus mejores galas para salir a ligar.

    Pero sin haber pensado antes qué edad aproximada quieres que tenga, dónde te gustaría que viviera, o si quieres que le gusten las mascotas.

    Porque si no lo tienes claro, te da igual ir a una discoteca para adolescentes, que estará llena de críos, que a la de un hotel turístico, que básicamente encontrarías extranjeros.

    E igualmente, al vestirte puede que te pongas un traje para la playa, o unas sandalias para ir a un restaurante de lujo.

    Y sí, ya sé que existe una enorme diferencia entre salir a ligar y vender tus productos.

    Pues para conseguir pareja te dará igual ligar hoy que mañana, y para conseguir clientes, preferirás conseguirlos hoy que conseguirlos mañana.

    Pero lo que quiero que observes de esta comparativa es que, a la hora de buscar pareja uno no se suele marcar con detalle qué tipo de persona buscar.

    Porque más o menos todos tenemos en la cabeza cómo la queremos.

    Y como nos da igual que aparezca hoy o que aparezca mañana, pues nos limitamos a observar y estar atentos.

    Sin embargo, si que queremos conseguir clientes, como la intención es conseguirlos cuanto antes, no queda más remedio que elegirlos de una manera lo más consciente posible.

    Pero como no todos los empresarios saben cómo hacer esta definición, se limitan a actuar como cuando se busca pareja.

    Es decir, esperando a que entren por la puerta.

    Sólo que en este caso, con la agonía de que no pueden esperar a que aparezcan cuando ellos quieran.

    Y por lo tanto, casi todo esfuerzo que realicen será infructuoso y acaben por tirar la toalla maldiciendo a la competencia, a los empleados, o a lo que sea.

    Todo se complica con el usuario final

    Pero si es complicado definir un cliente objetivo que va a ser el usuario final del producto o servicio.

    Ya no hablemos de cuando el que va a comprar no es la misma persona o empresa que lo va a utilizar.

    Que algún ejemplo de esto lo tenemos, por ejemplo, con productos para niños, que no tienen poder de decisión o compra.

    Productos para tu mascota, que no solo no tiene poder de decisión o compra, sino que tampoco suele poder elegir.

    O también, los clientes de una gran superficie, que se tienen que conformar con lo que un jefe de compras ha decidido que son los mejores.

    La cuestión es que, si llegas a la conclusión de que el usuario final de aquello que vendes, no es el mismo que quien compra, has de plantear estrategias distintas según si el usuario tiene o no poder de decisión.

    Distintas estrategias según cada caso

    Imaginemos que vendes ropa para niños de hasta 5 años, que como no tienen capacidad de elección, lo habitual es que se encargue su madre de elegir, pagar, y todo lo demás que conlleve la compra.

    En este caso, el niño vestirá según los gustos de su madre y, por lo tanto, es a esta a quien tienes que dirigir las estrategias de captación según, como mínimo, a los datos socio demográficos.

    Sin embargo, si lo que vendes es para adolescentes, que sí tienen capacidad de elección, pero no de compra, entonces debes crear 2 estrategias distintas.

    Una dirigida a los adolescentes para que quieran aquello que vendes.

    Y otra dirigida a los padres, para que sepan que los artículos son de buena calidad, y el coste es asumible según su estatus económico.

    Porque si sólo te centras en los usuarios, puede que tengas la tienda llena, pero no se corresponderá con el número de ventas.

    Y si sólo te centras en quien paga, seguramente no sólo tendrás la tienda vacía, sino que, además, tampoco harás las ventas que necesitas.

    Conclusiones

    ¿Te das cuenta lo importante que es, no sólo definir al cliente objetivo, sino también reflexionar sobre si éste va a ser el usuario final?

    Sinceramente espero que sí, porque en caso contrario da igual cuánto te esfuerces por vender, porque si lo consigues será por pura chiripa.

    Y eso sin contar con la pérdida de tiempo y dinero que te puede conllevar ejecutar según qué tácticas de captación.

    Así que toma buena nota de todo esto que te he contado y revisa y analiza todo lo concerniente al cliente objetivo al que te diriges.

    Por si los resultados que estabas obteniendo hasta ahora no eran todo lo buenos que esperabas por culpa de esto.

    Hasta la próxima.

  • Saber cómo planificar es básico para lograr el éxito que buscas. Porque ser productivo no es una cuestión de echar cuantas más horas mejor. De hecho es casi que lo contrario. La realidad dice que es más una cuestión de hacer exactamente las cosas que tienes que hacer y dejar lo demás.

    El que no planifica, en realidad está planificando fracasar.

    Qué es planificar

    Planificar es elegir con suficiente antelación qué acciones se tienen o se quieren realizar y el modo en que se tendrían que ejecutar para obtener un logro concreto. (Si quieres ver una definición más extensa, puedes ver aquí qué dice la Wikipedia). Y se asumirán las consecuencias que tendrán tanto las cosas que quieres realizar, como lo que decides dejar de realizar.

    A la hora de planificar nos encontramos con 2 escenarios básicos: planificación a largo plazo y planificación a corto plazo

    Qué es la planificación a largo plazo

    La planificación a largo plazo, también denominada planificación estratégica, es el conjunto de líneas maestras que van a ayudarte a conseguir que tus metas y objetivos de largo plazo (1, 3, 5 años o más) lleguen a buen puerto.

    Este es probablemente el tipo de planificación más difícil de ejecutar porque requiere de algo de experiencia y también de la capacidad suficiente para anteponerse a los posibles problemas. Pero también es el tipo de planificación que necesitas para lograr lo que quieres.

    La principal ventaja de realizar una planificación a largo plazo radica en que te permite siempre disponer de un "faro" que te guíe en los momentos de duda e incertidumbre. Para que si en algún momento sientes que has perdido el rumbo o que las cosas no van según te habías planteado, puedas volver a tu plan estratégico y retomar la dirección correcta.

    Durante la planificación estratégica, además de marcar las líneas maestras adecuadas a la dirección que quieres tomar, también puedes -debes- planificar los recursos que precisarás durante ese amplio periodo de tiempo, lo cual te permitirá trabajar en la adquisición de los mismos desde el minuto uno y así aprovechar las oportunidades que se te presenten.

    Cómo planificar a largo plazo

    El método para planificar a largo plazo más habitual y que mejor me ha ido a mi, está compuesto por 5 pasos que te detallo a continuación:

    #1 Determina qué quieres

    Ante todo, y aunque parezca una obviedad, lo primero que tienes que tener muy claro es Qué Quieres conseguir, pues en caso contrario te va a ser muy difícil determinar qué habrás de hacer para conseguirlo.

    #2 Determina por qué lo quieres conseguir

    Saber qué quieres conseguir es fácil, sin embargo no siempre iniciamos un proyecto habiendo asumido netamente por qué es que lo queremos conseguir.

    Haz el ejercicio de visualizar los beneficios que te aportaría conseguir aquello que quieres, porque muchas de las decisiones que habrás de tomar muchas veces estarán directamente relacionadas con el propósito.

    #3 Determina cómo lo quieres conseguir

    Teniendo clarísimo qué quieres conseguir y por qué lo quieres conseguir, llega el momento de determinar cómo lo quieres lograr.

    Haz lluvias de ideas para descubrir cuántas formas de obtener tu objetivo vas a tener, incluso apóyate en los mapas mentales para ayudarte a ello.

    Ten presente que capturarlo por escrito es importante para ayudarte a mantener el enfoque, y no te preocupes por si las ideas que te vienen a la cabeza son en su inicio descabelladas, pues al final todo puede valer. Y en este paso lo más importante es tener cuanto más material mejor para tener una buena base con la que elaborar tu plan.

    #4 Organiza las ideas

    Cuando ya no eres capaz de generar más ideas, llega el momento de dar orden a las que hayas anotado.

    Fíltralas y organízalas según el tipo, crea sub-objetivos, asígnales prioridades, y decide qué recursos serán necesarios para cada cosa.

    #5 Determina las siguientes acciones

    Por último tienes que desglosar las actividades en siguientes acciones físicas que puedas ejecutar, añadiéndolas a tus listas de tareas que posteriormente planificarás a corto plazo.

    Este paso lo puedes realizar tanto a nivel completo a la vez que planificas, o poco a poco según vaya avanzando el proyecto

    Qué es la planificación a corto plazo

    La planificación a corto plazo, también denominada planificación operativa, es aquella con la que planificamos qué pasos vamos a dar hoy, mañana y a una semana máximo.

    Este es el tipo de planificación a la que estamos más acostumbrados, y es el que nos ayuda a llevar un orden en el día a día para mantener la línea de actuación en dirección a nuestros objetivos según nuestras planificaciones a largo plazo.

    En definitiva, es la planificación que suele traducirse en listas de tareas y en citas en nuestros calendarios.

    Cómo planificar a corto plazo

    El método de planificación a corto plazo, yo lo divido en 2 partes: lo que me permite decidir qué tengo o quiero hacer hoy, y la que creo más importante que es decidir qué es lo que tengo o quiero hacer mañana.

    Y el sistema para hacerlo es el siguiente:

    Paso #1 - Para determinar lo que quiero o tengo que hacer HOY

    Lo hago a primera hora de la mañana y durante el resto del día:

    Reviso la agenda para comprobar cuáles son las citas con hora cerrada tengoUna vez finalizadas las tareas más importantes que tenga planificadas previamente, reviso las listas de tareas filtrándolas por contextos y elijo las tareas que según mis circunstancias de ese momento: dónde esté, el tiempo disponible y las energías que tenga, más me ayuden a lograr mis objetivos. Paso #2 - Para determinar lo que quiero o tengo que hacer MAÑANA

    Lo realizo siempre al finalizar la jornada dedicando unos 15 minutos a:

    Revisar la agenda para comprobar cuáles son las citas con hora cerrada que tendréReviso las listas de tareas y elijo las 2-3 tareas más importantes (TMI) que me ayudarán a avanzar en dirección a mis objetivos y que realizaré a primera hora de la mañana, antes de hacer cualquier otra cosa.

    Y hay que tener en cuenta que es importante no cargarte de citas y de tareas en un día, para dejar así espacio a los imprevistos que con casi toda seguridad te aparecerán.

    Conclusiones

    Planificar eficazmente es el combustible necesario que te ayudará a avanzar en la dirección correcta según los resultados que desees lograr.

    Y ten por seguro, que tener el control de lo que tienes o quieres hacer te motivará mucho más que si has de actuar de manera reactiva por culpa de no haber dedicado el tiempo adecuado a planificar lo que quieres hacer.

    Un saludo.

  • Estoy seguro que alguna vez te habrás preguntado cómo mejorar la productividad de los espacios de trabajo.

    Y si no lo has hecho, quizá deberías hacerlo.

    Porque si hay un lugar en el mundo en el que se pasa más tiempo de seguido, ese es el espacio de trabajo.

    Sin embargo, cuando uno se pone a planificar cómo debería ser ese lugar, raramente piensa en que este debería ayudar a aumentar la productividad.

    Cosa normal, si tenemos en cuenta que el concepto que tenemos de lo que es la productividad lo encaminamos en otra dirección.

    Y eso hace que en lugar de pensar cómo hacerlo para que los espacios de trabajo ayuden a rentabilizar procesos, nos fijemos más en cosas como la estética o el precio de los elementos que lo han de conformar.

    Que tampoco es tan grave si del espacio de trabajo que hablamos es del tuyo, porque siempre podrás cambiarlo.

    Pero cuando hablamos del espacio de trabajo de tus empleados, que seguramente no tendrán la posibilidad de realizar ningún tipo de cambio sustancioso.

    Pues ya es algo que tendrías que pensar mucho más allá de la estética, la imagen corporativa, o de los costes de los elementos.

    Así que hoy voy a darte unas cuantas ideas para que desde el punto de vista de la productividad puedas mejorar esos espacios de trabajo.

    Y así consigas mejores resultados con algo que en un principio seguramente sólo veías en plan estético o cómodo.

    Los espacios de trabajo bien diseñados pueden aumentar la productividad hasta un 20%

    Ciertos estudios coinciden en que los lugares de trabajo bien diseñados pueden aumentar la productividad de quien los utiliza entre un 15% y un 20%.

    Y aunque es verdad que la estética, la imagen corporativa y los costes de los elementos son un factor importante a tener en cuenta.

    Lo cierto es que la confortabilidad y la usabilidad se llevan la palma para que se quiera estar en ellos.

    Pues ya sólo por el hecho de que no te desagrade ir, y permanecer en él, ya es un punto a favor para la productividad.

    Pero para que esta confortabilidad y usabilidad se puedan hacer realidad, has de tener en cuenta algunos detalles como los que te cuento a continuación.

    El espacio disponible

    El primero de ellos tiene que ver con lo grande o pequeño que sea el lugar en el que vas a trabajar.

    Porque aunque es verdad que para estar cómodo no necesitas tener 20m2 a tu alrededor, sí que es cierto que necesitas unos mínimos.

    Y es igual de contraproducente que se tenga muy poco espacio disponible, como el que se tenga demasiado.

    Que si has trabajado alguna vez tú sólo en un despacho muy grande, entenderás perfectamente este punto.

    La posición de la mesa en el espacio

    En cuanto a la posición de la mesa, ésta debería estar mirando, en la medida de lo posible, hacia la puerta.

    O, como mínimo, que no se le esté dando la espalda.

    Porque eso suele causar a la mayoría de las personas sensación de indefensión y falta de privacidad.

    El espacio mínimo para trabajar cómodamente

    Si el lugar en el que deben sentarse tiene detrás un mueble o una pared, el espacio mínimo recomendable entre el borde de la mesa y lo que tengas a la espalda debe ser de 80cm, aunque lo ideal es que sea de 1 metro.

    Porque si se está muy encajonado, puede causar estrés por encierro, especialmente si no eres una sílfide.

    Y aunque parezca una obviedad, las herramientas de uso habitual, como podrían ser la grapadora, los bolígrafos o la calculadora, deberían estar lo suficientemente cerca para poder alcanzarlos sin tener que realizar esfuerzo.

    Y las que se utilicen en menor medida, que estén fuera de la mesa, aunque también de fácil acceso a ellas.

    Porque lo ideal es que levantarse del sitio de trabajo debería ser fundamentalmente para descansar o para salir a un recado o reunión.

    Y evitar lo máximo posible levantarse para ir a buscar algo que normalmente se tiene que utilizar.

    La importancia de los muebles principales

    En el caso de los muebles, y en especial la mesa y la silla, debes prestar especial atención a la hora de elegirlos.

    Pues son con diferencia los elementos más importantes de cualquier espacio de trabajo.

    Y lo has de hacer con la lógica suficiente para que sean adecuados.

    Porque evidentemente no tienen las mismas necesidades un telefonista o un administrativo que se pasan la jornada completa en su espacio de trabajo.

    Que un delineante que necesita que estos sean especiales para ellos, o un comercial que apenas permanece en él un par de horas.

    La mesa

    En cuanto a la mesa, y obviando el hecho de que esta ha de adaptarse a las necesidades del puesto.

    Opino que esta no debería tener nunca unas dimensiones por debajo de los 140cm de largo por 80cm de ancho.

    Y casi te diría que las dimensiones perfectas serían las de 160cm por 80cm.

    Ya que una mesa más grande, si no se necesita para el tipo de trabajo, o por pretender dar imagen de poderío, sólo serviría para llenarla de trastos.

    Que aunque al usuario no le molestarían por lo alejados que estarían de él, a nivel visual da imagen de desorden.

    La silla

    Las sillas son las verdaderas protagonistas, y has de elegirlas más para que no afecten a la salud, que para mejorar la productividad.

    Es decir, que han de permitir estar en una postura correcta y adecuada pero, además, han de ser cómodas para que estar en ellas muchas horas no suponga un suplicio.

    Porque muchas veces se olvidan estos detalles y se tiende más hacia la estética que te comentaba antes.

    O, incluso, a comprarlas baratas porque no se tiene dinero o, porque no se las considera tan importantes.

    Especialmente si quien se encarga de comprarlas no se tiene que pasar la jornada entera sentado en una de ellas.

    Pero si hay algo en lo que no deberías ahorrar nunca, eso son las sillas.

    Porque sólo por lo que te vas a evitar en pérdidas de tiempo por que se tengan que estar recolocando o estirando.

    O, lo que sería peor, por una baja por dolores de espalda, ya te habrá merecido la pena el sobre coste que hayas pagado por ellas.

    La decoración

    Otra forma de mejorar el espacio de trabajo para aumentar la productividad, es el tema de la decoración.

    Porque quieras que no, las personas nos sentimos más dispuestas a estar en un lugar si la decoración nos resulta agradable, que si no es así.

    Y si ese lugar es uno en el que tenemos que pasar la mayor parte de nuestro día, pues más que más.

    Al hablar de decoración, no me refiero sólo a utilizar la imagen corporativa con gusto.

    O a poner grandes figuras, alfombras o sofás de diseño por toda la oficina, que aunque ayudarían, tampoco es que sea necesario.

    Me estoy refiriendo a otra serie de elementos como por ejemplo, a los colores, la iluminación o las plantas.

    Que aunque son más "simples", elegidos con gusto pueden hacer que los empleados se sientan orgullosos del lugar en el que trabajan.

    Las plantas

    En el caso concreto de las plantas, hay que decir que éstas, además de ofrecer un punto decorativo bastante interesante, ayudan a que:

    Reduzcamos el estrésNos concentremos con mayor facilidadY, de paso, a limpiar el aire y proporcionar oxígeno.Los colores

    En el caso de los colores nos encontramos con otro punto casi crucial a la hora de diseñar los espacios de trabajo

    Porque por regla general se suele caer en el error de decorarlo todo, incluyendo paredes, muebles y elementos decorativos, en base a los colores corporativos de la empresa

    Que aunque puede que quede todo muy bonito porque sigue la lógica de la imagen de la empresa.

    Lo cierto es que no suelen estar pensados para fomentar el buen ambiente laboral o el aumento de la productividad.

    Y deberían dejarse exclusivamente para aquellos espacios en los que se recepciona a los clientes.

    Pero casi peor, es pintar y decorar en base a los gustos personales del jefe o de la pareja de este.

    Que aunque puede que tengan buen gusto, lo normal es que sólo estén pensando en estética y no en fomentar buen ambiente.

    En este caso, lo que aconsejan los expertos es que en las zonas de trabajo se utilice como base un color neutro, como puede ser el blanco o un crema.

    Y según el espacio de trabajo y lo que se quiera lograr, jugar con otras tonalidades más fuertes.

    Por si te sirve de algo, también te doy lo que fomentan aquellos colores más utilizados.

    Blanco: da sensación de amplitud y modernidad, especialmente si todo es blanco, promueve la creatividad y te aleja del negativismo.

    Amarillo: infunde buen humor e inspiración, además de ayudar a concentrarse, a ser más creativos y a la comunicación.

    Naranja: estimula el movimiento, la diversión y el apetito, e inspira alegría y elocuencia.

    Y si se utiliza un tono fuerte en pequeñas áreas, suele ser estimulante y generar bienestar.

    Aunque si se usa en exceso resulta irritante.

    Azul: beneficia la relajación, la serenidad y la confianza.

    Y se recomienda para lugares en los que suela existir un alto nivel de estrés, como las salas de reuniones o los call center.

    Verde: color equilibrante y fresco, que suele fomentar la concentración y la apertura de la mente, y tiene efectos relajantes.

    La iluminación

    Cuando hablamos de la iluminación, lo que podemos ver es que de entre todos los beneficios que aporta, hay 4 que sobresalen..

    Nos permite trabajar con comodidad sin que tengamos que forzar la vista.Evita que cometamos errores.Contribuye al estado de ánimo de las personas.Resalta y mejora los colores de la decoración.

    Pero en cualquier caso, si puedes elegir, lo preferible siempre es que la iluminación sea natural.

    Que como no siempre es posible, lo mejor que puedes hacer para suplirla, es utilizar luminarias de fluorescencia con tonos blancos.

    Evitando en la medida de lo posible los tonos amarillentos, porque al ser más cálidos lo que provocan es relajación.

    La aromatización

    Otra manera de mejorar la productividad de los espacios de trabajo es a través de la aromatización.

    Que aunque habitualmente se utiliza para tapar olores o dar un toque de frescura, en realidad es un método muy potente.

    Porque está demostrado que el olfato es el sentido más poderoso que tenemos y el que más influye, con diferencia, en la actividad cerebral.

    Y, por lo tanto, usarlos con sabiduría puede llegar a aumentar la productividad hasta un 14% y reducir los errores hasta un 21%.

    Y dentro de los aromas, los que quizá tengan las cualidades más adecuadas a lo que pueda que busques para tu empresa, son:

    Limón: facilita la concentración y tiene propiedades calmantes.

    Lavanda o el jazmín: ayudan a controlar el estrés emocional, además de tener efectos reconfortantes que ayudan a aliviar la tensión y la depresión.

    Canela: ayuda a combatir la fatiga mental y a mejorar la concentración.

    Romero: revitaliza y te ayuda a levantarte y, también, a mejorar la retención de la memoria y a combatir el cansancio físico.

    Menta: potencia la energía, vigoriza la mente, y promueve y estimula la concentración y el pensamiento.

    La música

    Aunque la música es un elemento muy utilizado a nivel general en los espacios de trabajo, no se suele usar con la idea de fomentar la productividad.

    Sino para entretenernos principalmente.

    Sin embargo un estudio canadiense reveló que las personas que trabajan escuchando la música adecuada a cada situación, llegan a ser hasta un 20% más rápidas en la ejecución de sus tareas.

    Y eso es un porcentaje más que interesante para tenerlo en cuenta, ¿verdad?

    Ahora bien, insisto en que hay que saber qué música escuchar, porque sino, más que ayudarte lo que puede hacer es perjudicarte.

    Porque, por ejemplo, si tienes que enfrascarte en tareas que requieren de concentración, es totalmente contraproducente que utilices tu música preferida, porque te distrae.

    Y es más adecuada escucharla cuando tienes que realizar, por ejemplo, tareas repetitivas o rutinarias.

    Por otro lado, has de intentar que la música no sea en ningún caso la protagonista de la estancia.

    Que el volumen sea lo suficientemente suave como para que no moleste, pero lo suficientemente alto como para que se escuche.

    También a ser posible, que no sean canciones con letra, y mucho menos que las conozcas, pues puedes descubrirte canturreándolas sin querer.

    Y ya sabes que el cerebro humano no está pensado para hacer varias cosas a la vez.

    La temperatura

    Por supuesto está el tema de la temperatura, que ya sabes lo controvertido que puede llegar a ser en una sala con varias personas.

    Que a mí me hace mucha gracia el dicho: “uno pasa calor en función del frío que pasa el que tiene el control de la calefacción”.

    Y es que, lo que se suele hacer, especialmente en las pequeñas empresas, es encender la climatización cuando se inicia la jornada laboral.

    Lo que pasa es que haciendo eso, y hasta que la temperatura se adecúa, los empleados no están a gusto y pasan frío o calor.

    Por lo que bajan su productividad y, por supuesto hay un sobre coste en el consumo.

    Porque lo que hacen es poner a tope la temperatura para que se caldee antes la estancia.

    Pero cuando está caldeada lo que se encuentran es que tienen mucho calor, o mucho frío.

    Y entonces la bajan mucho para contrarrestarlo, con lo que consiguen el efecto totalmente contrario.

    La cuestión es que se pasan el día dándole para arriba y para abajo al botoncito de marras, y nunca llegan a estar a gusto del todo.

    Y a quien le está costando el dinero es, por supuesto, al empresario.

    Para solucionar esto, lo que has de hacer es programar el temporizador de manera que se enciendan los equipos un rato antes de iniciar la jornada.

    Y así cuando lleguen los empleados, las estancias ya estarán a la temperatura adecuada según las fechas en que se esté.

    Que aunque pienses que eso sí que es un sobre coste por tener las máquinas encendidas cuando no hay nadie, créeme que es todo lo contrario.

    Si no, basta con que le preguntes a un experto en climatización y ya verás.

    El orden y la limpieza

    El orden y la limpieza son cosas que por regla general no se suelen pensar como solución a la productividad.

    Y por mucho que algunos se empeñen en creer que tienen el control sobre su más que evidente desorganización.

    No deja de ser una creencia que se auto imponen para defender la desorganización habitual por pereza.

    Y es que, no hay nada más efectivo en el trabajo, o en cualquier situación, que tenerlo todo limpio, ordenado, y fácil de encontrar.

    Pues eso ayuda a recuperar lo que sea que se necesite, casi sin pensar y en mucho menos tiempo que si no está ordenado.

    De hecho, si no me crees, haz la siguiente prueba.

    Cuando tengas que trabajar en algo que requiera de alta concentración, vacía completamente tu mesa y deja en ella únicamente aquel documento con el que debas trabajar, o el ordenador que vayas a utilizar.

    Y cuando digo vaciarla completamente, me refiero a quitar literalmente todo lo que no sea lo que vayas a utilizar.

    Quita la grapadora, el bote de bolígrafos, los papeles o bandejas, e incluso, el ordenador si no lo vas a utilizar.

    Que verás cómo por arte de magia serás capaz de concentrarte mucho antes, y ejecutarla también mucho más rápido.

    Y si no puedes vaciarla, coge lo que necesites y vete a otra, cuanto más espaciosa mejor, y trabaja en ella, que verás qué sorpresa.

    Ordena antes de acabar la jornada

    Intenta cada día, al acabar tu jornada, dedicar unos minutos a vaciar tu mesa de aquello que no tenga que estar, y guarda la documentación.

    Así cuando llegues al día siguiente, te dará la sensación de claridad y te costará bastante menos iniciar el trabajo.

    Conclusión

    Quiero mencionar que ser productivos tiene tantos frentes posibles, que muchas veces sería más fácil encontrar lo que no nos ayuda, que lo que sí.

    Básicamente porque no somos conscientes de que cosas como la iluminación, los colores, los aromas, etc., nos ayudan a ser más rápidos y esforzarnos menos.

    Pero lo cierto es que así es.

    Y por mucho que creamos que para conseguir el éxito es necesario, como mínimo, levantarse y caminar.

    Lo cierto es siempre será más inteligente apoyarse en cualquier cosa que te ayude a lograrlo antes.

    Hasta la próxima.

  • Equivocar los motivos por los que se monta una empresa, es una de las principales razones por las que fracasan los negocios.

    Que aunque evidentemente no es la única, como vamos a ver más adelante, sí que es probablemente el principio del fracaso.

    Y es que, independientemente del hecho de que una empresa debe montarse para aportar al mercado el mayor valor que sea posible.

    El fin de cualquier negocio debería ser el de aportar a su propietario la posibilidad de vivir un estilo de vida deseado.

    Sin embargo, la mayoría de los emprendedores cuando empiezan nunca piensan en esto.

    Y en cambio basan su andadura empresarial en razones no muy acertadas, de entre las que destacan 3 principalmente:

    Una es por la ilusión de llegar a ganar más dinero que el que ganaría como empleado.Otra es para dejar de tener un jefe que le mande constantemente y que se lleve los beneficios de su trabajo y esfuerzo.Y otra, porque está en paro y no se encuentra ningún empleo que le satisfaga, o que le pague la nómina que é se merece.

    Y si lo miramos desde un punto de vista básico, diríamos que aquellos que montan una empresa en base a cualquiera de estas razones triunfan.

    Porque dejan de tener un jefe que les esté mandando.

    Consiguen un empleo que les satisface.

    Y casi con toda seguridad, podrán ganar más dinero que si trabajan por cuenta ajena.

    Sin embargo, la realidad demuestra que estas no son las mejores razones para montar un negocio.

    Porque básicamente la falta de un fin, junto con la falta de preparación y experiencia en gestión de empresas, hace que acabe cayendo en una trampa difícil salir.

    Aunque como te he dicho antes, tener un motivo equivocado no es, ni de lejos, la única razón por la que fracasan los negocios.

    Por contra, existen otras razones a las que si no les prestas atención, pueden acelerar irremediablemente que tu empresa vaya hacia un fin poco deseado.

    La que habla es la experiencia

    No cabe duda de que todos los que decidimos crear una empresa, lo hacemos con el total convencimiento de que vamos a tener éxito.

    Sin embargo nos enfocamos en hacer cosas que creemos que nos llevan al éxito, que no pensamos que también hay que evitar el fracaso.

    Y aunque cualquiera de los motivos pueden por sí solos abocarte al desastre, lo normal es que sea por una conjunción de varios.

    Aunque también has de saber que todos ellos, por muy complicados que puedan parecerte, tienen solución.

    Porque yo personalmente los he vivido todos. Unos en mis propias carnes, y otros, en las carnes de las empresas de mis clientes.

    Y aunque no siempre es fácil salir de esos agujeros en los que nos metemos, te aseguro que se puede.

    Así que presta atención, porque sin contarte nada que no sepas, estoy seguro que más de uno ni te lo habrás planteado.

    Motivos por los que fracasan los negocios

    Antes de empezar tienes que saber que el orden en que los listaré está basado en el orden que yo pienso que es más importante.

    Porque por mucho que busqué, no conseguí encontrar ninguna estadística lo suficientemente fiable para basarme en ella.

    Falta de capacitación o experiencia en la gestión de empresas

    El primero de los motivos es ese que ya estarás harto de escuchar por ahí, o como mínimo, de escuchármelo decir a mi.

    Y es el de la falta de capacitación o experiencia del empresario, en lo que tiene que ver con la gestión y dirección de empresas.

    Que es de los más difíciles de superar, porque como todo, en la dirección de empresas la teoría sin práctica no sirve de mucho.

    Y eso te lleva a que de alguna forma no puedes dejar de hacer constantemente el prueba-error.

    Especialmente si basas tu aprendizaje en cursos cuya puesta en práctica dependen más de tu capacidad de entendimiento que de cualquier otra cosa.

    Aunque no es lo mismo hacer prueba-error sin saber que lo estás haciendo, que hacerlo completamente consciente.

    Porque cuando sabes que lo que estás haciendo es coger experiencia, los errores duelen menos y los ves más como aprendizajes que como equivocaciones.

    Aún así, lo que yo te recomiendo es que, en la medida de lo posible, te hagas con los servicios de un mentor o de un consultor al que le puedas exponer tus dudas antes de tomar ciertas decisiones.

    Porque aunque no siempre te darán la receta del éxito, seguro que se acercará mucho más que si no tienes ese apoyo.

    Falta de una visión personal

    El segundo motivo que puede que te lleve al fracaso, es el de no tener una visión personal.

    Es decir, el de no estar completamente seguro de qué es lo que quieres para ti como persona.

    Porque si no lo tienes claro, es muy difícil que puedas hacer que tu empresa te ayude a conseguirlo.

    Entre otras cosas, porque esa falta de claridad hace que quizá hayas podido equivocar, incluso, el tipo de negocio que hayas montado.

    Aunque en este caso, más que hacer fracasar al negocio, lo que ocurre es que el fracasado eres tú como propietario.

    Porque no sería la primera vez que alguien lleva su empresa hasta los niveles más altos, y sin embargo, sentirse muy vacío y decepcionado.

    Así que reflexiona sobre qué es lo que de verdad quieres, y una vez definido, entonces haz los cambios oportunos en tu negocio.

    Porque no hay nada más frustrante que luchar muy duro por algo, y cuando lo consigues darte cuenta que en realidad no lo querías.

    No tener un plan de acción

    El tercer motivo es el de no haber creado un plan de acción, o lo que es peor, haberlo creado, pero no estar siguiéndolo.

    Porque el problema de no tener plan o no seguirlo, es que te pasas la vida dando tumbos sin tener una dirección clara que seguir.

    Y eso te supone aumentar tus costes, cansarte antes, y frustrarte con mucha mayor facilidad.

    Que esto es como si decides viajar sin ninguna planificación que te indique dónde repostar o pararte a comer, ni cuál es la carretera que más te interesa para llegar cuanto antes.

    Porque cuando no tienes nítido a dónde quieres ir, ni cuando quieres llegar, te da igual qué camino coger y cuándo o dónde descansar.

    Pero a nivel empresarial eso no debería ser una opción, y lo que debes hacer es determinar qué quieres alcanzar y, después, crear un plan que te ayude a alcanzarlo.

    El empresario trabaja como un empleado más

    El cuarto motivo es porque el empresario centra sus esfuerzos en la parte técnica del negocio, en lugar de en la parte estratégica.

    Que esto suele ser consecuencia directa de haber creado la empresa por los motivos equivocados.

    Y lo que ocurre con esto es que como el empresario se dedica a trabajar como un empleado más, no hay nadie que esté dirigiendo la nave.

    Y, por lo tanto, si llega a su destino será por pura casualidad.

    Sin darse cuenta que al actuar así, lo que de verdad le está pidiendo a sus empleados, clientes y proveedores, es que se monten en una nave en la que nadie está al timón porque su capitán está haciendo las veces de azafata.

    Que yo me pregunto si tú te montarías en un avión cuyo piloto estuviera repartiendo las bebidas en los pasillos

    Porque aunque lo haría de maravilla, lo que de verdad querrías es llegar al destino sano y salvo, y lo antes posible, ¿verdad?

    Y todo esto, sin contar con que al trabajar como uno más, en lugar de ser un empresario, lo que tiene es un auto-empleo.

    No tener un cliente objetivo definido

    El quinto motivo que lleva a fracasar a un negocio, es el de no tener un cliente objetivo definido, o haberlo definido mal.

    Que este es un error muy común que cometen muchos empresarios, porque piensan que sus productos puede comprarlos cualquier tipo de persona.

    Pero la cuestión es que no se trata de quién te pueda comprar, sino a quién quieresvender tú, porque desde luego no es lo mismo.

    La cuestión es que esto hace que especialmente a nivel de marketing y ventas no te puedas enfocar correctamente.

    Por lo tanto, que las acciones que realices no reporten los resultados esperados, y que tengas que invertir mucho más tiempo y dinero.

    Y si no pones solución inmediata, acabarás muriendo poco a poco echándole la culpa de tu fracaso a los empleados, o a los competidores.

    Especialmente si te has gastado un dineral en montar un negocio por todo lo alto.

    No tener una propuesta diferenciadora clara

    El sexto motivo es el no tener una propuesta diferenciadora potente que haga a los clientes decantarse por tus servicios, en lugar de por otros.

    Que en este caso, los que no son capaces de encontrar cómo diferenciarse, lo que suelen hacer es salir al mercado a pelear por precio.

    Y créeme que, a no ser que esa sea justamente la propuesta diferenciadora, es seguramente la peor estrategia comercial que se puede elegir

    Porque siempre habrá un competidor más potente que tú que bajará aún más los precios hasta un punto en que ya no puedas competir.

    Y entonces ya me dirás cómo vas a convencer a los clientes de que siendo más caro, te tienen que comprar a ti.

    Así que analiza bien a tus competidores y lo que ofrecen, y fíjate después en las virtudes que tiene tu negocio para diferenciarte.

    Y si no encuentras ninguna, creala.

    No conocer el sector en el que se actúa

    El séptimo motivo por el que puede que fracase un negocio, es por falta de conocimientos suficientes sobre el sector en el que se trabaja.

    Que si lo juntamos con la falta de experiencia en la gestión de empresas, puede llegar a ser realmente desastroso.

    Que un ejemplo es cuando una persona que nunca ha tenido un bar, ni ha sido camarero, pasa por delante de uno que se traspasa.

    Y entonces piensa que es una oportunidad maravillosa para montar su propia empresa, en base inicialmente, a los motivos equivocados que comentaba al principio.

    Que en estos casos, cuando le preguntan qué sabe él de bares, la respuesta suele ser que poner un café no es tan difícil.

    Entre otras cosas, porque lleva toda su vida yendo a bares y lo ha visto hacer miles y miles de veces.

    Y como está tan emocionado con su proyecto, no piensa que gestionar ese negocio no es tan simple como saber manejar la cafetera.

    Que esto no sería tan importante si el empresario en cuestión ya tuviera experiencia en la gestión de empresas

    Porque aunque no conociera el sector o el tipo de negocio, al menos sabría qué tener en cuenta para que tuviera posibilidades de éxito.

    Depender de determinadas personas

    El octavo motivo que ayuda mucho a que fracase un negocio, es el de depender de determinadas personas en la empresa.

    Porque si ocurre, ya sea porque depende del empresario, o porque depende de cualidades específicas de personas, la debilidad es demasiado grande.

    Y si el empleado en cuestión decidiera marcharse, o si el empresario se pusiera enfermo, la empresa no tendría más remedio que acabar cerrando.

    Que esto no tiene nada que ver con necesitar que los empleados cumplan con alguna característica como la de tener una titulación, o determinada experiencia.

    Pero no, desde luego, de una cualidad personal como, por ejemplo, ser organizado, ser empático, o cualquier otra cosa de ese estilo.

    De hecho, si de algo ha de depender tu empresa, que sea de métodos y sistemas.

    Pero jamás de personas, porque es la única manera de que puedas triunfar como lo hacen las grandes corporaciones.

    Depender de 1 o 2 clientes grandes

    El noveno motivo tiene mucho que ver con el anterior, solo que en lugar de evitar la dependencia de un empleado, hay que evitar la dependencia de clientes.

    Porque en este caso, estás a merced de su estrategia, y eso hace que en lugar de trabajar para ti, estéis trabajando para ellos

    Sin contar con que al saberse en posición de poder, harán contigo lo que quieran, especialmente si has creado tu estructura en base a ellos.

    Que esto es algo que suele ocurrir cuando los resultados de tu empresa no son todo lo buenos que te gustaría.

    Y llega un mastodonte empresarial prometiéndote que te va a dar trabajo para que te canses.

    Te haces ilusiones pensando que ya no tendrás que buscar más clientes, o que te aseguras una facturación

    Y no te das cuenta que te estás metiendo tu mismo en una jaula de la que salir se hace muy difícil.

    Así que, no te digo que dejes a los clientes grandes, pero sí que evites que la facturación de estos supere el 30% del total.

    Y te hablo por experiencia propia.

    Mala gestión de pagos y cobros

    Y el décimo motivo que puede hacer que una empresa fracase, es el de no hacer una buena gestión de los pagos y los cobros.

    Porque eso puede hacer no sólo que fracases, sino que encima sea frustrante porque el motivo sea por éxito.

    Que esto suele pasar cuando cobras a tus clientes, por ejemplo, a 30 o 60 días, pero pagas a tus proveedores a la vista.

    Porque a no ser que tengas una espalda financiera muy potente para poder aguantar esa carga, al final no tendrás más remedio que cerrar.

    Pues aunque facturas mucho no dispones de tesorería. Y de ahí, a generar impagos, costes financieros y mala reputación, hay un paso muy pequeñito.

    Así que, estúdialo bien si se presenta, porque muchas veces es preferible decirle que no a un cliente, antes que fracasar por decir que sí.

    Conclusiones

    Y ya está, a parte de estas 10 razones, también podríamos añadir cosas, como por ejemplo:

    Empezar el negocio con poco capitalEquivocarte a la hora de crear los presupuestosUbicar tus locales en lugares poco adecuadosAsociarte con otros sin dejar claras todas las pautas y condiciones que se podrian dar

    Y, como te digo, infinidad de otras cosas que de seguir en este mismo post podría llegar a hacerse larguísimo.

    Al final, lo que pretendo hacerte ver es que equivocarse al gestionar un negocio es muy fácil, sobre todo si no tienes experiencia.

    Y tu trabajo como dueño de un negocio y responsable de tus empleados, de tus clientes y de tus proveedores, lo que tienes que intentar por todos los medios es alcanzar el mayor de los éxitos.

    Hasta la próxima.

  • La acogida a nuevos empleados es de esas cosas importantes que como empresario deberías tener en cuenta si quieres tener más posibilidades de éxito en tu empresa.

    Porque la mayoría de los empresarios, y especialmente los más pequeños, creen erróneamente que contratar un nuevo trabajador consiste simplemente en poner un anuncio, hacer unas cuantas entrevistas y, cuando ya lo han elegido, llamarle para decirle qué día tiene que empezar, y ya está.

    Sin embargo, la realidad es que esto sólo es una pequeña parte de todo lo que implica contratar un empleado.

    Y no hacer todo lo que hace falta, es lo que puede hacer que tus empleados acaben marchándose a la competencia, o a cualquier otro empleo.

    O lo que es peor, que su desempeño no sea el que esperas y debas despedirlo, con el coste extra que esto supone para tu negocio.

    Y aunque hoy no te voy a contar todo lo que te hace falta para maximizar las posibilidades de que aquellos que contrates se queden.

    Sí que te voy a explicar uno de los pasos más importantes que has de dar para que pase, y que por regla general no se tiene muy en cuenta.

    Me estoy refiriendo a la acogida a nuevos empleados, que es el primer paso para que su incorporación sea lo más efectiva posible.

    La importancia de la acogida a nuevos empleados

    No creo que tenga que convencerte de que el buen fin de tu negocio no depende sólo de que vendas mucho.

    Sino que, por el contrario, depende casi más de que los trabajadores que contrates, desempeñen todos los puestos de tu empresa del modo más eficiente posible.

    Y en base a esto, seguro que no te cuesta demasiado llegar a la conclusión de que sólo con elegir al mejor candidato posible no es suficiente para lograrlo.

    Básicamente porque el que el empleado en cuestión sea un profesional como la copa de un pino no implica que éste vaya a funcionar a la perfección.

    Y por contra, tú vas a tener que poner de tu parte para que se sienta motivado y quiera ir cada día a trabajar a tu empresa.

    Por eso, la recepción que le hagas en su primer día de trabajo es tan importante, porque es lo que, en cierto modo, va a marcar cómo va a ser su futuro en la empresa.

    Ahora bien, has de tener en cuenta que es igual de importante hacer la acogida, como el hecho de que esta sea una buena acogida, porque sólo si lo haces con mimo y prestando atención a los detalles, conseguirás el efecto que deberías buscar.

    Cómo se hace la acogida a nuevos empleados

    Los puntos más importantes que has de dar para hacer una buena acogida a nuevos empleados, y de los que no deberías saltarte ninguno son:

    Lo primero de todo, que alguien le espere en la entrada para recibirlo en el primer día de trabajo.

    Y una vez que ya lo tienes delante:

    Transmítele la información de la empresaLa historiaLa Misión y la VisiónQué productos o servicios comercializáisQué vendéis (que ya sabes que no es lo mismo que lo que comercializáis)A qué cliente os dirigísQuiénes son vuestros competidoresEn qué os diferenciais de la competenciaQué objetivos tenéis para este añoEl organigrama Dale todos los datos relativos a su contratación y el puesto que ha de desempeñarRepasar cuáles son sus funciones y responsabilidadesDeja claro cuánto va a cobrar en bruto y cuánto en neto, y si va a cobrar comisionesCuál va a ser su horario de trabajoDile lo que se espera de él/ella, cómo debería comportarse, cómo debería vestir, etc. (háblale de la filosofía de la empresa en cuanto a resultados y relaciones humanas) Cuéntale cómo va a ser su formaciónCuál va a serQuién se la va a darCuánto va a durarDónde va a serEtc. Entrégale la documentación pertinenteUna copia de su contrato laboral (si es que aún no lo había firmado)La documentación relativa a la prevención de riesgos laboralesUn documento con toda la información de contactoTeléfonos, emails, etc, de las personas más relevantes para él/ellaHorarios de apertura y cierre de la empresaContraseñas y pins de sus cuentas de email, teléfono, etc.Un escrito que resuma toda la información de la empresa y que ya que le has dado de palabra Últimos pasosMuéstrale las instalacionesPreséntale a todas las personas relevantes para su trabajoLlévale hasta su puesto de trabajo Los preparativos para la acogida a nuevos empleados

    A parte de todo lo que le tienes que contar, también hay una serie de cosas que deberías tener preparadas para que la acogida resultara lo mejor posible.

    Porque aunque el puesto a cubrir pudiera ser uno de los más básicos, no por ello deja de ser una labor que requiere de preparación y coordinación si lo que buscas es dar la mejor imagen de tu empresa.

    Y lo mínimo que ha de estar preparado es:

    Que la persona que se vaya a encargar de hacer la bienvenida, se agende el trabajo y bloquee las horas reales que va a necesitar para realizarlo.La carpeta con toda la documentación impresa y lista para entregarQue su puesto de trabajo disponga de todos los elementos (mesa, silla, ordenador, etc.)Todas las herramientas que vaya a utilizar (teléfono móvil, vehículo de empresa, grapadora, conexiones a internet, destornilladores, etc.)

    Y, por supuesto, no te olvides de enviar un comunicado por email a todo aquel personal que sea necesario que esté informado de su incorporación.

    Porque no quedaría demasiado bien que, por ejemplo, lo parasen en la puerta porque nadie sabe quién es.

    Quién debe hacer la acogida a los nuevos empleados

    Aunque es evidente que hemos de tener en cuenta cuál es la estructura de tu empresa, lo normal es que sea de este modo:

    A ver, si tienes responsables de departamento, lo normal es que quien se encargue de recepcionar y hacer la acogida, sea el responsable del área en el que vaya a trabajar, o un técnico de recursos humanos, si es que lo tienes en plantilla.

    Y si no tienes responsables de departamento ni nadie de recursos humanos, lo que yo hacía, por ejemplo, es hacer que quien se encargara fuera la persona que iba a estar justo por encima de él en el organigrama, y que es quien asumiría las funciones de mentor.

    Y si no existía ese puesto, o el empleado iba a cubrir un puesto de dirección, o que fuera estratégicamente importante para mí, pues entonces me encargaba yo personalmente.

    Aunque la realidad es que, al final, da igual quién se encargue de esta labor, siempre y cuando se siga la idea que te acabo de exponer y esté preparado para hacerlo.

    Porque en caso contrario, no habría garantía de conseguir lo que se pretende con ello, y que no es más que el que el nuevo empleado se sienta verdaderamente importante, y arropado en sus primeras horas en la empresa.

    Conclusión

    Al final, aunque implantar este tipo de cosas en la empresa no es que sea dicho y hecho, sobre todo al principio cuando eres muy pequeñito, sí que deberías empezar a prestarles atención

    Porque no puedes olvidar que, al fin y al cabo, tus clientes son tus empleados y no las personas que compran tus productos o contratan tus servicios.

    Y por lo tanto, es a ellos a los que más felices has de tener, porque eso es lo que hará que ellos hagan felices a los que acaban comprándote.

    Así que empieza a plantearte poner en marcha ya la acogida de nuevos empleados, y tenlo preparado para cuando tengas que hacer una nueva incorporación.

    Porque sólo si evitas dejar al azar el que tus equipos sientan que están en la mejor empresa del mundo, lo podrás conseguir.

    Y, por supuesto, no cometas el error de pensar que este tipo de cosas son sólo para grandes empresas, porque es justamente porque se aplican este tipo de cosas, por lo que las grandes empresas lo llegan a ser.

    Hasta la próxima.